XI: Final

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Maniobró hasta quedar en el borde de la carretera, donde terminaba el asfalto y empezaba la tierra cubierta con manchones de pasto oscuro.

Diana había mirado su reloj de muñeca; las pequeñas manecillas que marcaban las seis y media los habían hecho detenerse de improviso. Faltaban pocos minutos para el ocaso.

Willem sacó el bolso que contenía la cámara del asiento trasero, y guardó las llaves en su bolsillo con un ademán conocido, una vez que ambos salieron al exterior. Ella miró a su alrededor.

El destello anaranjado que comenzó a aparecer a lo lejos era muy brillante, como nunca antes lo había visto. La extensión inmensa de campo de hierba aún húmeda, con diminutas gotitas que parecían suspendidas en el aire, centellaron de un momento a otro, a medida que todo a sus espaldas comenzaba a transformarse, tornándose cada vez más oscuro.

Willem sacó una lente que consideró la adecuada de un estuche, concentrado en sus propios movimientos. Estaba usando la chaqueta de cuero color chocolate que había comprado por muy poco aquella vez.

Diana lo observó de soslayo, como se había convertido en su tímido hábito, reparando en su mandíbula de corte afilado, perfil simétrico, cabello peinado hacia atrás. Esta vez, notó que no tenía ojeras.

Exclamó su nombre cuando el descenso del sol se hizo más notorio, y frente a sus ojos, todo pareció volverse arte, logrando que se quedara, nuevamente, abstraída por completo, sumida en todo lo que contemplaba, tanto, que su corazón se aceleró de un sobresalto cuando Willem la sujetó de la cintura de repente, levantándola hasta hacerla sentarse sobre el capó del auto.

-Quieta-le dijo, con un rastro de sonrisa ante su mirada sorprendida, aún susceptible por el pequeño susto.

La cámara colgaba de la correa alrededor del cuello del muchacho, suspendida contra su pecho. La tomó entre sus manos y retrocedió varios pasos, enfocándole su perfil.

Diana notó cómo desde aquella nueva altura donde estaba sentada, los rayos anaranjados la iluminaban directamente, adueñándose del espacio y de su piel. La caricia del sol brilló a través de sus ojos con su luz suave, la cual era capaz de ver de frente.

El frío de la carrocería se pasaba a través de la tela de sus jeans, sin embargo, ni siquiera fue completamente consciente de ello. Sus hombros desnudos por la fina blusa sintieron la caricia del aire, que comenzaba a tornarse frío, su cabello se arremolinó un poco, meciéndose ligeramente.

Willem la capturó de esa manera, con la serenidad que sabía que podría generar ella en aquel contexto, mirando a lo lejos, sin provocación o dramatismo, sin superficialidad. Algo puro, honesto.

Solo ella, con las nuevas aventuras en la piel, anhelos en una lista que se comenzaba a cumplir. Un fragmento de todo lo que habían vivido en aquel tiempo. Solo ella, con la paz en el rostro, con esa dulzura en la punta de la nariz. Solo ella y el sol.

En algún punto, había empezado a ser consciente de la forma casi absurda en la que ambos se complementaban, tan perfectamente, como personalidades sincronizadas, como poesía.

Se acercó de nuevo a ella en cuanto se sintió satisfecho con lo que había obtenido, y la bajó con el mismo cuidado, tras darle un pequeño beso en la punta de la nariz, provocándole una corta risa.

La atrajo de nuevo a sí cuando se apoyó contra el vehículo, y la abrazó por detrás, con sus brazos en torno a su cintura. Diana se recostó contra su pecho, sintiendo cómo subía y bajaba con su respiración tranquila, y su aliento en su cabello.

Suspiró, mientras ambos miraban hacia los rosáceos apagándose, y la luz de los postes adquiría fuerza a los costados de la carretera.

-Es hermoso- habló casi en un murmullo, ante el silencio natural que los rodeaba, interrumpido de vez en cuando por el paso de algún auto.

Es vivo-citó-, el ocaso. Nunca es el mismo, a pesar de que en teoría es siempre igual.

Pensó que él respondería, pero no lo hizo. Sintió su quietud y se imaginó que estaba sumido en sus pensamientos.

Levantó la mano, y extendió la palma hacia el último destello, como había hecho cierta mañana en el auto, y la luz pasó a través de sus dedos, esta vez más tenue, pero igualmente viva.

La mano de Willem atrapó la suya de pronto, sus dedos largos se entrelazaron con los suyos, y el haz resplandeció en ambos esta vez.

Diana sonrió, y de alguna manera, aún sin verlo, le pareció que él sonreía también. Entonces, lo escuchó, con la barbilla apoyada sobre su cabeza y el timbre característico de su voz en una leve risa, y fue como el interludio de algo, o el principio de otra cosa.

-Esto, linda, es una epifanía. Desde el principio, fue una epifanía -

Fin

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"A los que buscan, aunque no encuentren.

A los que avanzan, aunque se pierdan.

A los que viven, aunque se mueran. " - Mario Benedetti

Muchísimas gracias a todos los que le dieron una oportunidad a esta pequeña historia. Cuando decidí comenzar a subirla, pensé que nadie la leería, y fue una sorpresa muy linda ver que estaba equivocada. ♥

De verdad, muchísimas gracias :)

EpifaníaWhere stories live. Discover now