17. Dejarlo atrás.

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Las noches eran las peores, y lo sabía. Pero entre tantas cosas buenas, y algunas malas, había olvidado como era estar encerrada aquí. Con el dolor de mi cuerpo por la caída y el fuerte apretón que me dio Marck, más el dolor emocional, sumándole el no dormir bien, estar hecha un asco y no haber comido nada más que un pedazo de pan duro con un vaso de agua, uno que ni siquiera había podido beber bien, pues tenía que administrar toda el agua para que durara hasta mañana en la tarde.

Sólo llevaba la mitad del día hoy, y la noche de ayer y ya estaba muriendo. Mi noche terminó, como todas las demás, en Leo y en las palabras de Nick aquel día.

¿Él tenía razón? ¿Mi familia y Ed tenían razón?

Tal vez sí, pero el pensar en Leo, en dejarlo descansar por fin hacía que sintiese un terrible remordimiento. Hacía que mi estómago se revolviese, y me daba un escalofrío terrible, tal vez era hora de dejarlo ir, me sentía culpable porque, de alguna manera, yo era la única que parecía que no había avanzado absolutamente nada. Pero tenían que entender, ellos no habían estado ahí, ellos no lo vieron morir, ellos no lo vieron irse.

Pero pensaba en que, sólo tal vez, si yo hubiera muerto y Leo sobrevivido, como habría sido su vida, era aterrador pensar en que yo hubiese querido que siguiese su vida, con alguna chica, que se enamorara y tuviera lo que siempre habría querido; hijos y una esposa. Porque ese era el mayor sueño de él, y el mío era acompañarlo en aquél sueño que tanto esperábamos tener algún día.

Eso era lo que yo le hubiese deseado a él, y sabía que Leo no era egoísta, y de una manera retorcida, sé que le gustaría que yo siguiera mi vida.

¿Pero por qué no podía? ¿Qué me frenaba?

El temor a olvidar.

Ese era mi mayor miedo ahora. No quería olvidarlo, pero quería ser feliz. Lo intentaría, trataría de darme una oportunidad de seguir, aunque doliera, lo haría por mí. Lo merecía.

[=]

La puerta se abrió en un estruendoso golpe, levanté la vista del suelo enfocando mi vista en el vaso de agua que el hombre robusto me ofreció. Lo tomé de sus manos y lo coloqué a lado del otro que se encontraba casi vacío, me arrinconé de nuevo en el viejo colchón sin mirarlo, sólo escuché el cerrar de la puerta.

Suspiré cuando las horas transcurrían lentamente, los segundos se volvían más pesados con su pasar, no tenía nada que me dijera la hora por lo menos. Pero una pequeña felicidad explotó en mí cuando recordé que hoy era el último día que pasaría aquí, si tenía mucha suerte y un Marck de buen humor, me sacaría en la noche.

Lo que me dejaría una hora para correr a casa y darme una ducha además de comer algo rápido, pues mi pobre estómago no aguantaría ni un segundo más. Cerré los ojos por unos cuantos minutos y cuando por fin los abrí, la poca luz que entraba por la pequeña ventana había desaparecido, caí en cuenta que me había quedado dormida sin pensarlo.

Me recosté en la pared un poco, y transcurrieron por lo menos un par de horas más para que la puerta se abriera, un Marck con rostro serio me observó para levantar una ceja y ordenarme levantarme.

Lo cual hice y gruñí cuando mis músculos resintieron el poco movimiento que había estado haciendo por estos tres días.

—Espero esto haya aclarado un poco más tus ideas, Abigail. No quiero decepciones. Hoy es la primera fase y te juro por el maldito infierno que, si haces que pierda un solo dólar, te mataré.

Todo en su voz me dijo que no estaba bromeando, después de todo le había dado muchos problemas y se lo estaba pensando, asentí e hizo un ademán con su cabeza ordenándome salir. Con pasos lentos subí las escaleras y Marck caminó por mi lado con los ojos exasperados, me arrojó prácticamente un par de llaves a mi rostro, y se detuvo frente a mí casi al final del camino por las escaleras.

Destrozos del alma© [ IL#1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora