quince.

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 algo parecido a un cachorro de perro

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... algo parecido a un cachorro de perro.

Observé durante unos largos segundos el animal que tenía entre los brazos, incapaz de entender qué demonios hacía él con un perro. Pestañeé de incredulidad antes de alzar la vista hacia sus ojos, buscando una explicación al respecto.

Quizá al final había decidido hacerme caso y adquirir un perro con el que disfrutar enseñándole órdenes. Sin embargo, la expresión del Señor de los Demonios denotaba cierta incomodidad.

Renuencia.

El pobre cachorro empezó a removerse entre sus brazos, lanzando pequeños gimoteos mientras el Señor de los Demonios trataba de evitar que cayera. El silencio se extendió más tiempo del necesario, aumentando mi inquietud por conocer por qué tenía un perro entre los brazos.

—¿Habéis decidido seguir mi consejo? —pregunté con fingida suavidad, cansada de la ausencia de conversación.

Fui consciente de que mis doncellas se habían volatilizado, quizá por la presencia de su amo en aquella zona de palacio. Lejos de sus paredes de piedra.

Los ojos del Señor de los Demonios relucieron con una mezcla de diversión y molestia. Yo apreté mi espalda aún más contra el tronco del árbol en el que me encontraba apoyada, desviando la mirada de nuevo hasta el tierno cachorro que continuaba revolviéndose entre sus brazos.

Era de buen tamaño a pesar de su juventud, de un bonito pelaje de color negro que podía confundirse con un azul oscuro a la luz del sol y unos vivarachos ojos de color verde que parecían suplicarme que lo liberara de su cautiverio, quizá intuyendo que la persona que le sostenía era peligroso.

—Tus doncellas me han expresado con profundo pesar lo sola que te encuentras aquí —contestó y un músculo tiró de su comisura; mi propio rostro se contrajo en una mueca de molestia, comprobando que mis dos doncellas habían cumplido con su promesa de hablar con él.

Me removí sobre el césped, maldiciendo interiormente a las hermanas por aquella indiscreción por su parte. No había hablado con ninguna de ellas de forma abierta sobre cómo me sentía dentro de palacio, pero era evidente que no habían pasado por alto pequeños detalles que les habían puesto en alerta sobre mi estado de ánimo.

Hice un aspaviento en dirección a la vasta extensión de los jardines. Procuré alejar mi mirada de la cortina de niebla que podía apreciarse al fondo, territorio prohibido que pertenecía al Cementerio Infinito.

—No hay mucho que hacer, mi señor —respondí, intentando guardar mi hostilidad.

Él frunció el ceño.

—Quizá por eso decidiste internarte en el cementerio —apuntó.

Mis mejillas se colorearon ante el recuerdo del alivio que me embargó cuando el Señor de los Demonios apareció entre la niebla para sacarme de aquella pesadilla; incluso pronuncié su nombre antes de que nos desvaneciéramos entre sombras.

Queen of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora