veinte.

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El Señor de los Demonios no añadió nada más, dando media vuelta y abandonando mi dormitorio en silencio

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El Señor de los Demonios no añadió nada más, dando media vuelta y abandonando mi dormitorio en silencio. Mis doncellas no se relajaron hasta que la puerta se cerró, dejándonos a solas; Briseida parecía demasiado afectada después de conocer que la Maestra iba a atraer a otros demonios hacia allí con algún propósito. Bathsheba se encargó de prepararme el camisón mientras su hermana seguía estando casi en estado catatónico.

—¿Qué podéis decirme de Meylan y Nayan? —pregunté mientras me quitaba el vestido.

Los ojos de Bathsheba resplandecieron de ira contenida.

—Que son unas arpías —contestó sin duda—. Además de unas zorras.

Briseida dejó escapar un sonido ahogado y su gemela esbozó una sonrisa desdeñosa.

Decidí hacerles partícipe de lo ocurrido durante la cena. Esperando que lo sucedido me ayudara a conseguir más información sobre las gemelas, quienes habían abandonado su apariencia infantil para mostrar sus colmillos y garras; los rostros casi idénticos de mis dos doncellas fueron cambiando paulatinamente a cada palabra que pronunciaba, Bathsheba hizo crujir su cuello al exponer mis propias conclusiones sobre aquella accidentada cena. Briseida parecía muda.

—Es evidente que esas dos están tramando algo —concluyó Bathsheba, cruzándose de brazos.

—Y que la Maestra también tiene mucho que ver en ello —añadió Briseida, saliendo de su silencio.

Me dejé caer sobre el colchón de la cama, observando a ambas. Ellas conocían a esas mujeres, sabían por qué Setan les había exigido que me mantuvieran vigilada y protegida; y ahora había llegado el momento de si me hacían partícipe de ello... o preferían dejarme en la ignorancia. De nuevo.

—Meylan y Nayan —repetí sus nombres y sufrí un escalofrío—. ¿Quiénes son?

—Dos demonios que nunca traman nada bueno —contestó Bathsheba, con el rostro sombrío—. Además de ser demasiado cercanas a la Maestra. Vienen y van por el mundo, aunque siempre les gusta pasar algunos períodos de tiempo en el castillo; incluso, me atrevería a decir, sienten cierta fascinación por el amo.

Briseida hizo un sonidito despectivo con la garganta.

—Él siempre ha rechazado cualquier insinuación —aclaró, saliendo en defensa del Señor de los Demonios—. Ha mantenido la distancia con ambas, sin querer llegar más allá...

Su melliza esbozó una sonrisa cruel.

—Nayan es una mujer a la que no le sienta nada bien que la rechacen —comentó y Rogue soltó un ladrido, como si estuviera coreando sus palabras—. Consigue todo lo que quiere.

Briseida dio una sonora palmada, rompiendo el ambiente de confesiones que se había creado en la habitación. Archivé la poca información que había recibido de aquellas gemelas tan escalofriantes mientras mi doncella sentenciaba que había llegado el momento de irme a la cama; Bathsheba puso los ojos en blanco ante aquella orden por parte de su hermana y yo me limité a no añadir nada más.

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