Epílogo.

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La única forma de salvar a un demonio era inyectándole dosis exactas de sangre humana recién purificada, también pronunciando el ritual de exorcismo romano con algunos cambios que sólo los hermanos Winchester lograron conseguir.

La sangre de ángel no podía suministrarse, así que Alina tuvo que recurrir a los dos únicos humanos que conocía. Claro que los hermanos se lo pensaron muy bien, al final Sam terminó aceptando y ayudó a Alina.

Seis dosis cada ocho horas. El día estaba a punto de terminarse y también el tiempo de Jonathan como demonio. Sam Winchester le había dado la mayoría de las dosis, sólo le faltaba una, la última y todo terminaba.

—Es tiempo. —murmuró Alina con las manos sudadas.— La última dosis de sangre.

Miró a Jonathan en la silla, amordazado y torturado. No se veía el mismo demonio de siempre, de hecho se encontraba soltando lágrimas. Alina no sabía porque estaba llorando, no sabía si lo que sentía era dolor o culpabilidad.

Sam asintió con la cabeza mientras se sacaba sangre del brazo. Tenía que funcionar. Todo por el bien de Alec. Y que valiera la pena la perdida de fuerzas de Sam por salvar a aquel demonio.

Se acercó hasta Jonathan y él elevó su cabeza un poco para que el castaño le inyectara la sangre en el lado izquierdo del cuello. Rápidamente le dio la dosis y miró a Alina. Luego, se cortó la mano.

Exorcisamus te, omnis immundos... — Sam comenzó el exorcismo, cambiando el ritual tradicional por el que encontró en los archivos secretos de los hombres de letras.

Llevó su mano hacia la boca del rubio. Llamas rojas empezaron a crearse en el cuerpo de Jonathan, como cuando asesinas a un demonio, pero luego esas luces rojas desaparecieron y cuando Sam terminó el ritual, Jonathan cayó desmayado en la silla.

—¿Funcionó? —preguntó inmediatamente. Los ojos verdes de Alina viajaron por todo el cuerpo de Jonathan antes de acercarse.

—Tiene que haber funcionado. —dijo éste y se dejó caer en un taburete de la celda.

Alina se acercó lo suficiente para poner su mano sobre la cabeza de Jonathan y una luz llameante floreció, si no había funcionado él debería estar muerto y si no... Había funcionado.

Y ahí estaba Jonathan, quién al sentir la luz, abrió sus ojos con lentitud. Alina se puso de cuclillas para quedar más abajo que el rubio, ya que tenía heridas muy grabes. Tragó saliva muy nerviosa por escuchar todo lo que tenía que decirle Jonathan.

—¿Dónde está Alec?

Fueron las primeras palabras que salieron de la boca de Alina. El muchacho frente a ella tosió con la boca acumulándosele de sangre. Le dolía todo el cuerpo, desde el abdomen con enormes cortadas hasta la cara completamente golpeada.

Una pequeña parte de Alina sintió lástima por él y sólo por esa razón paso su mano derecha por las heridas para sanarlas. Ella sabía que cuando fuera entregado a la Clave le iría peor.

—Él... —susurró.— Él está con Azazel en... En la parte norte del infierno, por dónde tienen a los prisioneros inocentes.

—¿Por la entrada del purgatorio? —lo interrogó y Jonathan asintió con la cabeza.

No sabía si debía darle las gracias o no. No las merecía.

Bravery [Alec Lightwood].Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon