Capitolo diciotto

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En una de las celdas de las prisiones de ERA una joven peliazul recibía la visita de sus amigos, pero había algo raro, algo no iba bien, sus amigos estaban ahí pero ¿Dónde estaba Natsu?

—Juvia menos mal estás aquí— dijo Gajeel con la voz entrecortada.

—A Juvia también le alegra verlos chicos— respondió con sarcasmo la peliazul.

—¿Juvia por qué estás aquí?— preguntó la Mcgarden.

Ah Juvia solo vino a tomar una taza de té aquí adentrorespondió nuevamente la peliazul —Obvio no, Juvia debe estar aquí, no es como que haya otra opción—

El grupo de magos que habían ido a verla, se miraron entre ellos, para después Gajeel acercarse hasta los barrotes de la celda de Juvia.

—Veras Juvia...— dijo algo inseguro —Hace unos días una rana del consejo llegó al gremio y dijo que Salamander te había ayudado a escapar de tu celda y se lo llevaron— terminó de decir el pelinegro.

La joven peliazul solo se quedo en shock dejándose caer de rodillas al suelo, seguidamente agachó la mira al suelo.

Los jóvenes magos observaban a la peliazul atónita y totalmente shockeada.

—¿Juvia estás bien?— le preguntó preocupada una peliceleste —¿Sabes por qué fueron y dijeron eso?— volvió a preguntar la peliceleste.

—Juvia... Juvia hace unos días sintió un fuerte dolor en el pecho— habló con pesadez —Juvia tenía un mal presentimiento... luego de eso Juvia se desmayó y no sabe que pasó después—  terminó de hablar mientras tomaba asiento en su cama.

Mientras los demás miembros de Fairy Tail tenían una muy pero muy seria charla, sobre cierto par de magos opuestos.

—¡Ésto es imperdonable!— gritó una peliescarlata con sumo enojo en su voz —Ese estúpido de Natsu me las va a pagar— volvió a gritar con aún más enojo en su voz.

Mientras todos en el gremio temblaban de miedo a causa de la gran y temible Titania, en la parte de atrás se podían ver dos cabelleras rubias.

—Ya te he dicho que no me vengas a ver al gremio— habló con un tono de voz que daba a entender que realmente estaba molesta —Alguien puede vernos—

Vamos primor, tú sabes que te encanta mi compañía— respondió mientras acariciaba el brazo desnudo de la maga —Así que no te hagas la inocente conmigo, tú muy bien sabes que no eres más que una cualquiera que le abre la piernas a el primero que se te cruce— dijo esta vez, tomando de la cintura a la rubia mientras empezaba a besar su cuello.

—¡Basta Sting!— gritó pero no muy alto para no llamar la atención de nadie alrededor, mas el rubio hizo caso omiso a la joven, mientras seguía besando su cuello la maga empezaba a soltar pequeños suspiros —Sting detente...— dijo jadeante —Alguien puede... vernos— acto seguido el rubio dejo de besar el cuello de la joven, y volteó a verla sin soltarla de la cintura.

La Derrota del más Fuerte «Navia» [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora