Recuerdo V. Humo en el comedor

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Los niños no solo se alimentan con comida.

No solo se educan con castigos y premios.

Se les tiene que dar amor, también.


Agosto, 315 después de la Catástrofe

El dieciocho de agosto del 315 Jael celebró su decimoctavo cumpleaños.

Adler vendría aquella tarde y se quedaría a cenar, mientras que algunos de nuestros hermanos y hermanas mayores vinieron a felicitarle y luego volvieron a casa con sus respectivas familias. Adler era dos años mayor que él y le regaló, cuando mis padres no miraban, una bolsita que desprendía un aroma particular. Trabajaba de jardinero para el Ayuntamiento y hacía pequeñas chapuzas urbanas. Cobraba una miseria, pero le compensaban con una choza propia.

Jael estaba muy emocionado, cumplía la mayoría de edad y era un gran paso a su nueva vida como adulto. Iba a pasar los próximos cuatro años en el Subsuelo, preparándose para ser un hombre. Recuerdo su sonrisa cuando empezamos a cantar todos juntos para felicitarle mientras mi hermana Tina prendía el único cirio que coronaba el pastel y mi madre recogía los platos.

Pensó en su deseo: parecía rondarle algo importante. Tras un silencio expectante, sopló la vela y explotaron los aplausos, y mi madre sirvió a cada uno una ración de tarta. Había un ambiente animado. Incluso Hugh, que solía estar de mal humor, sonreía y festejaba con los demás. Brindó con mi hermano y, en su embriaguez, tuvo la brillante idea de soltar un discurso de orgullo paternal.

—Sí señor, este es mi hijo —dijo dándole dos fuertes palmadas en el hombro con su mano callosa—. Ayer eras solo un crío, pero a partir del mes que viene vas a saber lo que es hacerse un hombre hecho y derecho. La Academia Militar te va a poner en tu sitio, ya lo creo. Todo el esfuerzo que me has costado ha valido la pena para ver este día. Estoy orgulloso de ti, hijo —finalizó con una mano sobre su hombro.

Jael no dijo nada. Asintió, complacido por las palabras bienintencionadas de Hugh, pero algo no encajaba.

—Tengo algo que deciros —dijo con mucha seriedad y quitó la mano de su hombro—. No iré a la Academia Militar —dijo en un tono neutral, mientras miraba a Hugh con enfrentamiento, preparándose para lo que se le venía encima. En realidad todos nos mantuvimos a la expectativa.

Sin embargo, Hugh soltó una risotada.

—¿Qué vas a hacer, si no? No tienes escapatoria, a menos que te disfraces de mujer.

—Tengo otra opción. —Jael se incorporó y se dirigió directamente a nuestro progenitor, quien mantenía fija una mirada interrogante y amenazadora sobre él—. Voy a estudiar Arquitectura. En la Academia Interna.

Vi cómo mi madre negaba ligeramente con la cabeza, tal vez sin darse cuenta. Yo no entendía qué estaba pasando. Hugh le exigió con ojos entrecerrados que se explicara. Luego dio un golpe en la mesa que hizo caer las copas llenas de licor, mis hermanos se levantaron alarmados y mi madre recogió el estropicio de inmediato.

—¿Con qué dinero? Porque sabes que en esta casa no se puede pagar.

—Tengo mi propio dinero, no voy a pediros un marco.

—¡Ja! ¿Y de dónde demonios has sacado ese dinero, eh, sinvergüenza?

—¡Pues trabajando, como un hombre decente!

—Tú no eres un hombre decente! ¡Si lo fueras no gastarías un marco en chorradas mientras tu familia pasa hambre en esta casa! Conque el señorito quiere estudiar, míralo qué fino él. ¿Y cuándo pensabas hablarnos de ese trabajo, canalla?

HumoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang