Capítulo VI. Debería haber empezado por aquí

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Septiembre, 341 después de la Catástrofe

Al Subsuelo se accedía por una trampilla en la biblioteca del ayuntamiento: bajabas unas escaleras de piedra y accedías a una especie de recibidor, que no era más que una sala vacía con tres puertas acorazadas. Solo los profesores y demás personal autorizado que trabajaba en las instalaciones teníamos la llave, mientras que los alumnos se quedaban encerrados desde el domingo por la tarde hasta el viernes.

Cuando llegué a mi aula todavía no había nadie, los chicos debían de estar en el entrenamiento. Me quedé esperando unos minutos hasta que sonó la campana, y poco después fueron entrando los siete alumnos uno detrás de otro. Entre ellos encontré a Stefan, y me dio tanta alegría que decidí felicitarlo.

—¡Hombre, señor Schneider! Hoy sí nos va a honrar con su presencia, qué maravilla.

Esperaba que respondiera algo, que me dirigiera la palabra de una vez, pero no cayó en mi provocación, ni siquiera me miró. Por parte de sus compañeros, escuché algunas risas comedidas mientras abría el maletín para sacar mi libreta, donde tenía la lista y la hoja de calificaciones.

—Señores, silencio. —Los alumnos fijaron sus ojitos de cordero en mí y el aula se quedó tranquila—. Bien. Hoy vamos a dedicar la clase a empezar con la materia.

—¿Qué vamos a hacer, señor Bauer? —preguntó Andrej, pero no le escuché porque me fijé en un pobre idiota que en vez de atenderme se dedicaba a dibujar su mesa.

—Tú, ponte de pie.

Todos lo miraron y al final se dio cuenta de que, sí, le estaba hablando a él.

—¿Yo?

—Sí, tú, ponte de pie —repetí sin alterar la voz un ápice.

Inseguro, el chico obedeció. Arrimó su silla y se quedó plantado, mirándome con expectación y preguntándose qué le pasaría.

—Hale, quédate así un momento. Señores, hoy tocaba ver el cuarto capítulo del libro, pero vamos a hacer algo más útil que responder a qué es la hipotenusa y con qué se come. Pensaréis en algo que os apetezca construir; una casa, una silla, un nido de pájaros... Algo no muy complicado, y haréis los planos en vistas diédricas. Tú lo dibujarás en la pizarra, así adaptamos la clase a tu afición por dibujar en el mobiliario del aula. ¿Qué estudias?

—Eh... arquitectura, señor.

—Benditos arquitectos. Vuestro trabajo es complejo: cualquier mínimo error en un plano, cualquier cosa que no se comprenda, puede hacer que se caiga el techo encima de las personas que habitan un edificio. Vosotros sois los ojos y el cerebro del albañil, y a los primeros que responsabilizan de los accidentes. Así que no os podéis permitir entreteneros con una mosca. ¿Has diseñado un edificio alguna vez?

—No —dijo con pasmo.

—Pues empieza con un boceto —dije entregándole la tiza—. Un plano: casa simple con las dependencias indispensables, con los metros que tú quieras. Quiero ver que aplicas tangencias, enlaces y circunferencias. Muebles incluidos. Hala, el resto id pensando qué queréis hacer. El objetivo es aplicar lo que explican los cuatro primeros capítulos del libro.

Los alumnos se pusieron a trabajar y me senté en mi escritorio. Mientras esperaba a que sonara la campana me dedicaba a planificar las próximas clases o a organizar mi agenda, echando algunos vistazos a su trabajo o atendiéndoles si requerían mi ayuda. Tras sentarme eché una ojeada a los chicos. Todos habían sacado sus materiales de dibujo y el libro abierto por la página conveniente, pero Stefan permanecía de brazos cruzados y me miraba con hostilidad, el escritorio todavía vacío.

HumoWhere stories live. Discover now