2. Aaron - "Los secretos de Ibrahim" (Editado)

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Ibrahim me arrastra hacia lo profundo del bosque mientras los proyectiles vuelan en nuestra dirección e impactan en los troncos a nuestro alrededor. Siento cómo uno de ellos acaba justo en la mochila que llevo en la espalda; de no ser por ella, caería como el resto de mi grupo.

Volteo la mirada solo un par de segundos y veo a través de los árboles que los helicópteros ya aterrizaron en el páramo. Observo, además, un grupo de personas vestidas de negro que corre hacia el bosque en persecución de Ibrahim y de mí.

Por más que me aterre morir, no puedo abandonar a David, no después de todo lo que hemos vivido juntos. Aun así, contra mis principios, me dejo llevar por Ibrahim sin oponer la resistencia suficiente como para liberarme y volver atrás. Supongo que el egoísmo y las ansias de vivir son superiores al amor por mis amigos y por David. Me odio por no poder evitarlo.

A solo unos metros de habernos internado en el bosque, Ibrahim se detiene junto a un árbol de gran altura y de tronco grueso.

—¡Tenemos que regresar! —le pido una vez que libera mi brazo. No me atrevo a volver solo—. ¡Los están matando!

—No están muertos —asegura Ibrahim, habla a toda velocidad—. Confía en mí. Trepemos este árbol, es nuestra única forma de salvarnos. ¿Recuerdas tu entrenamiento?

Claro que lo recuerdo. Parte de la breve preparación para venir a Sudamérica consistía en escalar distintos tipos de superficie.

—Pon tu pie sobre mis manos y agarra la rama más cercana —ordena Ibrahim.

El pánico no me permite obedecer. Tengo miedo de lo que podría sucederle a mis amigos y a mi novio.

—¡Ahora! —insiste Ibrahim al notar que no dejo de mirar atrás.

Me trago el miedo y hago lo que Ibrahim ordena. Levanto mi pie derecho hacia sus manos entrelazadas y él me impulsa hacia la rama cercana. Al alcanzarla, me aferro a ella con las manos y trepo a las alturas del árbol.

—¡Continúa trepando! —vocifera Ibrahim bajo mis pies.

Asciendo sin mirar abajo. Mi instinto de supervivencia nubla mi preocupación por los demás. Agarro cada rama a mi alcance y muevo mis piernas con una sorprendente agilidad, motivada por la adrenalina del momento y por las ganas de vivir. En la mitad del ascenso, mi pie resbala contra una rama, pero Ibrahim sostiene mi pierna para estabilizarme. Le agradezco sin mirarlo a la cara. Me limito a seguir subiendo para salvarme, asombrado de mí mismo por mi falta de empatía. Soy humano, después de todo.

Ibrahim y yo alcanzamos la copa del árbol y nos paramos con cuidado sobre una de las ramas más estables. Mi compañero la pisa con fuerza para comprobar que sea tan resistente como para sostenernos. Esta se agita un poco, pero no se resquebraja. Podrá con nosotros si no la forzamos demasiado.

—¿Estás bien? —inquiere Ibrahim cuando nuestras respiraciones se ralentizan.

Asiento, al fin respirando con normalidad.

—¿Crees que nos vieron subir? —pregunto, asustado.

—Habrá que esperar para descubrirlo. —Él dirige la mirada hacia los árboles y señala un punto a la distancia—. Mira, allá están los helicópteros.

Al seguir su mirada, descubro que un espacio entre las ramas permite observar las aeronaves y las personas que nos disparaban. Los desconocidos visten de negro, portan armas de gran tamaño y llevan capuchas también negras. Mi gente yace en el suelo y no puedo evitar que mis ojos se cristalicen al ver a los que quiero en peligro de muerte. No podré perdonarme por dejarlos atrás.

—Tranquilo —susurra Ibrahim al notar mi conmoción—. Si quisieran matarlos, ya lo habrían hecho.

—¿De qué hablas? ¡Nos dispararon! —menciono en un tono demasiado elevado. Me recuerdo a mí mismo que los enemigos nos buscan en la superficie y que debería hablar en voz baja.

Progresivos [Prohibidos #2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora