13. Alicia - "Regreso"

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Mis manos están llenas de tierra y mi frente perlada en sudor, y nunca imaginé sentirme tan feliz por ello. La madre naturaleza parece hablarme a través del viento, tocarme mediante las plantas y acariciarme con cada aroma salvaje de los alrededores.

Cuando los eternos me ofrecieron trabajar en los huertos cercanos a la aldea, sentí miedo de arruinarlo todo, porque nunca tuve un gran contacto con la naturaleza en el pasado. Nací y crecí en Athenia y Libertad, donde los únicos entornos naturales combinaban lo real con lo artificial. Incluso las frutas y vegetales que comía la mayor parte del tiempo eran artificiales. Nunca tuve que preocuparme de servirlas, ya que otras personas se dedicaban a hacerlo en vez de mí. Por ende, no tenía experiencia alguna en el cuidado de plantas, frutos y demás.

Sin embargo, llegar al huerto cada mañana me hace sentir más que nunca en casa. Sembrar semillas y presenciar el crecimiento de las plantas se ha convertido en mi actividad favorita. Me gusta crear vida. Cada semilla escondida en la tierra es una fecundación. Cada brote recién salido a la luz es un parto. Esta es, sin duda, la mejor reproducción de todas.

Miranda, una de las chicas con las que trabajo en los huertos, me ha acogido como a una hermana. Ya que ambas tenemos la misma edad y formas de ser bastante parecidas, nuestra cercanía fue casi magnética. Para ser tan joven, Miranda conoce la naturaleza más de lo que se conoce a sí misma. Me ha enseñado mucho durante el mes que llevo en el pueblo eterno.

—¿Quieres un poco de agua? —Miranda me extiende su botella.

—Sabes que sí. —Le sonrío.

Estamos sentadas sobre una gigantesca roca situada en lo alto de una colina que ofrece una vista panorámica de los huertos, las montañas, el pueblo eterno a la distancia y el hermoso cielo azul de la mañana. Aquí es donde venimos a pasar el rato en nuestras horas de descanso.

—¿Cómo es Arkos? —me pregunta Miranda mientras bebo de su agua.

Es la primera vez que me pregunta sobre mi país. Ella nació en Eternidad, y no conoce nada más allá de la cordillera.

—Supongo que ya te han contado bastante. —Me río.

—Todos hablan de Arkos desde la negatividad —dice ella—. Me gustaría saber qué es lo positivo de ese lugar. Nadie nunca me ha dicho nada bueno.

Me avergüenza pensar que no hay tantas cosas buenas en Arkos. No obstante, las hay. Más allá de las mil prohibiciones, la represión impuesta por el gobierno y por la mayoría de los ciudadanos, existe gente noble y de gran corazón. Marta y algunos rebeldes son las pruebas vivientes de que no todos los arkanos se dejan llevar por lo que impone nuestra sociedad.

—Creo que deberías conocerlo por ti misma —le digo a Miranda—. Podría decirte mil cosas buenas sobre Arkos, pero ninguna tendrá sentido si no las ves con tus propios ojos.

—¿Crees que la gente podrá entrar y salir de Arkos algún día? —Miranda clava sus ojos en mí al hacerme esa pregunta, como si quisiera ver mi reacción.

No sé qué pensar o decir. Quiero creer que algún día los pilares limítrofes y las barreras de Arkos desaparecerán para siempre. Quiero creer que la libertad será un derecho de todos, no un privilegio de algunos.

—Lo creo. —Sonrío de par en par—. Algún día podré volver a Arkos sin sentir miedo de hacerlo, y tú vendrás conmigo.

Miranda también sonríe. Estrechamos nuestras manos y nos dejamos acariciar por la fresca brisa de la montaña.


* * * * *


Paso el día con el corazón apretujado. Parte de unirme a la guerra entre Eternidad y Newtopia será renunciar a mi trabajo en los huertos. La vista del sol de ocaso tiñendo las cosechas a mi alrededor solo hace más difícil tomar la decisión.

Progresivos [Prohibidos #2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora