34. Alicia - "Atentado" (Parte 2)

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Declaro este capítulo como uno de mis favoritos en toda la historia. 

En serio, me encantó, por eso no me aguanté en publicarlo xD

¡Espero que les guste!


* * *


Los golpes de la puerta son cada vez más audibles y furiosos. Thomas está presionando mi boca y mi nariz, cuando es él quien hace más ruido con su respiración agitada y sus exclamaciones de temor.

—Nos encontraron —susurra, no tan bajo como debería. Su voz está presa del terror—. Nos encontraron.

Intento liberarme de su agarre, pero no me lo permite. A pesar del pánico que siente, su fuerza es superior a la mía.

—Nos encontraron —insiste, totalmente enloquecido—. Nos van a matar, nos van a matar, nos van a matar...

Me libera de repente al notar que me está asfixiando. Me aparto de él para respirar, sin importarme ser oída desde el otro lado.

—Perdóname —ruega Thomas. Se pone de pie; cada uno de sus movimientos es errático—. No quise hacerte daño, perdóname, perdóname. —Se calla al oír nuevos golpes—. Yo... yo... —Mira de un lado a otro como si no supiera a dónde ir.

Al normalizar mi respiración, me pongo de pie para intentar calmarlo. Él se acerca a la salida de emergencia e intenta abrirla una vez más, y su pánico aumenta al darse cuenta de que sus intentos siguen siendo en vano.

—¡Abran esta maldita puerta ahora o despellejaremos sus putos vientres al abrirla por nuestra cuenta! —amenaza alguien del otro lado, incrementando el terror en Thomas.

—¡Nos van a matar! —advierte él, ahora en voz un poco más alta—. ¡Nos matarán! —Su respiración es tan jadeante que está cerca de asfixiarse.

Ante su desesperación, me acerco hasta pararme frente a él y le doy una fuerte cachetada que lo lanza al piso.

Thomas me mira desde el suelo con los ojos muy abiertos.

—Si no te calmas y callas de una maldita vez, voy a darte otra de esas —espeto entre dientes y voz baja.

Finalmente, Thomas comienza a calmarse. Frota su mejilla con una mano y, al quitarla, noto que la palma de la mía ha quedado marcada en su piel pálida.

—Ven aquí. —Suavizo mi voz. Me agacho junto a él y lo ayudo a incorporarse—. Estarás bien.

Mis palabras parecen entregarle algo de consuelo. No logro evitar comparar a Thomas con Carlos. Mi exprometido tuvo una que otra crisis de ansiedad en el pasado, y en una ocasión me vi obligada a darle una cachetada para que se calmara. Tal como ahora con Thomas, la cachetada fue suficiente para apaciguar a Carlos.

Es imposible no recordar a quien fue mi novio al ver a Thomas. Sus mundos son tan similares que no me extraña que ellos sean tan iguales. Ambos tienen padres obsesionados con el poder, infancias carentes de amor y comprensión y grandes cargas sobre sus hombros. Si bien Carlos se desligó de su vida como futuro gobernador, la sombra de su padre lo perseguirá durante toda su vida. Tanto él como Thomas tienen razones suficientes para quebrarse de vez en cuando.

—Vamos a estar bien, ¿sí? —Tomo la cara de Thomas entre mis manos y lo obligo a mirarme a los ojos. Él está llorando otra vez—. Mira esa puerta: le han dado decenas de golpes y no se ha movido ni un centímetro. No tienen cómo derribarla —aseguro, aunque no sé si sea cierto—. Te juro que nada malo pasará.

Progresivos [Prohibidos #2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora