Capitulo 1

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Marzo 1 1791

-Señor Sanromán, bienvenido a la Nueva España – dijo uno de los hombres del barco- Cuanto tiempo estima que durara su viaje señor?
- Laureano deja que primero descanse, conozca y mire que tiene la nueva España para mí, después decidiré cuanto tiempo me quedare aquí.
-Como usted ordene señor.
-Laureano, has conseguido los esclavos? – pregunto mientras entraba al palacio municipal.
-Sí señor.
-Su Excelencia – dijo haciendo una reverencia – es un gusto tenerlo en estas tierras.
- General Fernández es un gusto saber de usted – dijo estrechándole la mano – me ha dicho el Rey que usted se encargara de mi seguridad en la estadía en este lugar,
-Asi es su excelencia, es mi misión procurar por su seguridad, en este momento estábamos eligiendo a los hombres que van a custodiarlo.
-Eso esta perfecto General.

-Igualmente Excelencia hemos dispuesto una habitación en mi casa para que se hospede mientras termina el acondicionamiento en su casa, espero sea de su agrado.
-No hay ningún problema General, será un gusto estar en su casa- mintió pues toda España sabia de la unión que había tenido con una mestiza y no deseaba mezclarse con cualquiera, pero tendría que esperar.

Subió al Carruaje que lo conduciría a la casa del General Fernández, escoltado por este y un escuadrón de 20 hombres, Esteban Sanromán era un hombre importante en España y no iba a ser la excepción en tierras Americanas, luego de un camino de 1 hora llegaron a la Hacienda la María, una casa grande llena de jardines y comodidades, al bajarse Esteban miro cada detalle del lugar, era hermoso y se sintió cómodo al instante.

Los esclavos y la servidumbre se encargó de bajar las cosas de Esteban y las acomodaron en la habitación que habían separado para él.

-Su Excelencia – dijo una mujer de cabello negro, blanca como la nieve y ojos castaños – es un placer y un gusto tenerlo en nuestra casa.
-El gusto es mío señora – tomándole la mano.
-Excelencia, ella es mi esposa Lorenza – dijo el General Fernández
- Es un placer señora Fernández – dijo Esteban haciendo un movimiento de cabeza.
-El gusto es mío Excelencia.
– Lorenza donde esta María? – le pregunto el General.
-Está en la plaza, lo que pasa su excelencia es que a mi hija se le ha metido en la cabeza que debe ayudar a la servidumbre con las compras.
-Es una muchacha noble y bondadosa mujer, no puedes discutir con ella por todo – dijo el General.
-Me gustaría darme un baño y recostarme un rato podrían indicarme donde es mi habitación- pregunto Esteban.
-Si gusta su excelencia uno de nuestros sirvientes puede acompañarlo – dijo Lorenza.
-Por favor.

Se despidió y fue derecho a su recamara, se quitó la ropa y se dio un baño, al salir se puso su bata negra de seda fina y se acostó en la cama que le habían preparado, el lugar era encantador y no se sentía incómodo, en menos de dos segundos se quedó profundamente profundo.

-Al fin has llegado María – dijo Lorenza – ve a cambiarte y a organizarte, el Duque de Sevilla  ha llegado y tú no has estado aquí para recibirlo.
-Madre, como ordenes – dijo la joven.
-Un momento – dijo el general – ven aquí preciosa, saluda a tu padre – se levantó y le ofreció los brazos
-Padre – dijo – que gusto verlo – dijo abrazándolo.
- María deberías ir a darte un baño, hueles a tierra y granos – dijo su padre separándose de ella.
- Es lógico padre, vengo del mercado – dijo sonriendo – Madre no desea que te ayude con la cena de bienvenida para el Duque.
-No cariño, ve a bañarte y dile a Celia que te ayude, ponte el corset y péinate, quiero que te veas  hermosa.
-Esta bien madre, con su permiso.
-´Pasa hija.

Al despertarse tuvo la oportunidad de observar el atardecer por la ventana, tenia una vista privilegiada, esas tierras, ese mundo era muy distinto a lo que conocía en España, el que era un viajero habitual nunca habia visto lo algo que se le igualara, suspiro y se pregunto cuantas cosas tenia la Nueva España para ofrecerle pero un golpe en la puerta lo saco de sus pensamientos.

-Adelante – dijo Esteban sin apartar la vista del paisaje.
-Su excelencia – dijo la sirvienta – la señora ha organizado una cena para darle la bienvenida, lo esperan en el salón a las 8:00 de la noche.
-Ahí estaré, gracias puedes retirarte.

Ella odiaba estar apretada, odiaba usar el corset y odiaba tener que usar un vestido lleno de enaguas para una cena, pero gracias a las ideas de su madre y los múltiples eventos que organizaba en su casa, mínimo 6 de los 7 días de la semana tenía que usar esas prendas, a la reunión venia el Virrey y su esposa, el arzobispo y algunas religiosas, los miembros del gabinete del parlamento y de los ministerios así como distintas personalidades de la clase alta de la Nueva España.

Esteban pensó que se trataría de una cena tranquila, pero aun así decidió que debía usar un buen traje para darse la importancia que su título tenia, cuando salió observo en el jardín la cantidad de gente que lo esperaba, la música y la servidumbre corriendo de un lado a otro mientras los esclavos estaban arrinconados en los establos.

-Atención por favor – dijo el General Fernández – es para mí un honor y un privilegio contar con la presencia de tan distinguida persona, con ustedes Su Excelencia Esteban Sanromán Duque de Sevilla, Márquez de Santillana.
- Gracias General Fernández y gracias a todos por venir, la verdad no esperaba una bienvenida tan maravillosa y alegre – dijo Esteban – venga a disfrutar de la noche.

El público aplaudió al Duque, y el haciendo uso de toda su diplomacia y galantería saludo uno a uno a los invitados, Maria por su parte observaba desde el balcón el espectáculo, ella no era de grandes fiestas, no disfrutaba el bullicio, le gustaba el silencio y un buen libro, pero al encontrarse con la mirada de su madre, supo de inmediato que debía bajar y hacer presencia en el lugar como anfitriona y como la única descendiente de los Fernández – Acuña.

-Ahí estas – dijo el General- Su Excelencia es para mi un honor presentarle a mi única hija, María de todos los Santos Fernández Acuña.
-Su Excelencia es un honor conocerlo – dijo con una suave voz haciendo una reverencia y sin mirarlo a los ojos, pues no estaba bien visto que una mujer y mucho menos una mestiza mirara fijamente a algún miembro de la nobleza española.
-un placer señorita Fernández – dijo – Esta bien puede mirarme no hay problema con ello- dijo sonriendo.

Maria levanto lentamente la cabeza y Esteban se sintió hipnotizado por sus ojos verdes, nunca, ninguna mujer le había parecido tan hermosa como ella, la examino de arriba abajo, lucía un vestido color celeste, con un leve encaje que caía sobre sus hombros, su escote, no era exuberante pero llamaba la atención, su cabello negro como la noche, sus labios carnosos su nariz respingada y su piel blanca, llevaba una gargantilla con un lazo azul y un relicario, su cuello era largo, ella era una mujer sin duda hermosa y muy elegante.

-Definitivamente es un placer conocerla señorita Fernández – dijo ofreciéndole la mano.
- Su Excelencia – dijo recibiéndole la mano.

El solo contacto le erizo cada bello de su cuerpo, una corriente eléctrica la recorrió de pies a cabeza, nunca había sentido algo parecido, él era un hombre muy atractivo, alto de cabello oscuro ojos grises que tenían un brillo especial, un poco bronceado por el viaje y su figura era de infarto, la sensación no era exclusiva de ella, el sintió lo mismo, pero ambos se quedaron sin palabras, estaban perdidos en sus ojos.

-Su Excelencia, me permitiría un momento – dijo un hombre extraño.
-Claro que si – volteo a mirarlo sin soltar a la joven.
-Me permitirá un baile señorita Fernández – dijo dirigiéndose a la joven.
-Señor Salgado es usted muy amable – dijo mientras soltaba a Esteban – pero creo que le he dicho en reiteradas oportunidades que no bailo.
-No baila?- pregunto el duque.
-No, no bailo su Excelencia, ahora si me disculpan me necesitan en la cocina, con su permiso señores – dijo apartándose de los dos hombres.
-Es una mujer difícil – dijo Salgado – llevo años cortejándola, pues como ella no hay ninguna mujer en este lugar.
-A que se refiere como ella, que tiene de especial – pregunto fingiendo no tener interés.
-Vera su excelencia, ahí donde la ve María es una de las mujeres mas inteligentes que he conocido, sabe leer, escribir, es sumisa y servicial sabe cocinar y sabe guardar sus distancias, seria una buena amante – dijo sonriendo.
-Amante? – pregunto el duque.
- Claro su excelencia, ningún hombre en su sano juicio se metería con la hija de una sangre sucia y un español, a pesar de ser una mujer atractiva y encantadora no deja de ser una vil india.
-Entiendo su punto señor Salgado – dijo tratando de ocultar su ofuscación – si me disculpa debo continuar saludando a los invitados, con su permiso.

Sangre AzulWhere stories live. Discover now