Capitulo 3

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2 de Marzo de 1791

Luego de terminar el ultimo baile con el Duque Maria logro subir a su habitación a descansar, la fiesta se había terminado temprano, porque el duque se sentía cansado, la noche había sido maravillosa y lo había dejado bastante intrigado por aquella joven, se moría de ganas de verla de nuevo en la mañana.

Se despertó y rápidamente abrió la ventana de su cuarto, era un día hermoso y le encantaría ir a dar un paseo en caballo, pero primero iría a desayunar para verla, se moría por verla en la mañana, recién levantada, quería saber si era tan bella como la había visto en sus sueños.

-Buenos días Excelencia – dijo Celia.- es usted el primero en despertar, desea algo para desayunar o desea esperar a los demás?
-Buenos días, quisiera tomar un poco de jugo y esperare por lo menos al General.
-Como usted guste Excelencia.

-Celiii – llamo mientras bajaba por las escalas – Celi, dile a José que ensille mi caballo, y empácame algo de fruta para el camino – dijo entrando a la cocina sin notar la presencia del duque.
-Niña María usted sabe que no puede salir hasta que …
-Que el general autorice, yo se Celi, pero nadie le va a decir al general que sali sin escolta verdad? –dijo sonriendo y abrazando a Celia.
-Esta bien niña, yo le digo, desea desayunar?- pregunto.
-si pero luego de darme un baño.
-Siendo asi Celia, voy a darme un baño yo también – dijo el Esteban.
-Excelencia – dijo Maria volteando a verlo – buenos dias, lo lamento no lo habia visto.
-Señorita Fernandez se ve usted encantadora esta mañana, le importaría su la acompaño en su paseo a caballo, es un dia precioso y no quisiera pasarlo encerrado – dijo sonriendo.
-Perfecto, vez Celi ya no necesito el permiso del General, con permiso Excelencia.
-Pase usted Señorita Fernandez.

Maria subió rápido a su habitación se dio un baño tomo uno de sus vestidos sin enaguas y unas botas que usaba para montar, peino su abundante melena negra y sin una pisca de maquillaje volvió a bajar, Esteban por su parte solo se puso un pantalón negro unas botas para montar y una camisa blanca, salió del cuarto y la encontró a ella, sin duda la mujer más hermosa que había en esas tierras.

-Niña, los caballos están listos – dijo José.
-Gracias José, Excelencia su caballo – dijo tomando las riendas del caballo de pelaje café.
-Gracias señorita Fernández, necesita ayuda para montar?- pregunto.
-No, muchas gracias.

Maria se montó ágilmente el caballo, Esteban la miraba maravillado, Celia le entrego el paquete con las frutas y algunos bocadillos para el camino, y juntos salieron a cabalgar por las tierras.

-Excelencia ya llegamos – dijo ella deteniendo su caballo frente al rio.
Esteban se bajó del caballo y fue directo a ayudarle a ella a bajar, la tomo delicadamente de la cintura y pudo darse cuenta que no llevaba puesto un corset, la fina tela le permitía sentir el calor de su piel, cuando la tuvo al frente la atrajo hacia el y le tomo uno de los mechones de su cabello, y con el dorso de la mano acaricio su rostro, ella inmediatamente se sonrojo, aquella sensación que habían sentido ambos cuando se dieron la mano por primera vez estaba ahí de nuevo, ella respondió su caricia con una leve sonrisa y el la tomo nuevamente de la mano y caminaron juntos hasta la sombra de un árbol donde se sentaron a hablar.

-Es un lugar hermoso sin duda – dijo Esteban.
-Así es excelencia, es tranquilo usualmente vengo para distraerme y leer un poco y otras cuando es un buen día como hoy nado un poco en el rio.
-Me gustaría pedirle un favor.
-Usted dirá Excelencia.
-Quitémonos los títulos, no quiero que me trates más de usted ni de excelencia, dime Esteban y yo te diré María, te parece?
-Señor no es correcto, usted sabe que una mujer como yo…
-Una mujer como tu, valiente, noble, aventurera, sincera y bondadosa puede hacer lo que quiera, además a mi no me importa si eres o no eres mestiza, solo quiero conocerte y hablar un poco sin tantos formalismos, no te preocupes María nadie se lo dirá al General.

Maria rio alegremente y Esteban correspondió, hablaron de la vida, de la nobleza, Esteban le conto sobre sus viajes y sus aventuras por el mundo y ella le mostraba a través de sus palabras los paisajes de la Nueva España, comieron las frutas y los bocadillos, pero cuando se disponían a irse fueron alcanzados por el escuadrón de seguridad con el General Fernández a la cabeza.
-General Fernández es un gusto verlo – dijo Esteban acercándose al caballo.
-Excelencia buenas tardes, Maria que haces aquí?- pregunto fulminando a su hija con la mirada.
-Padre he venido de paseo y como estabas descansando el Duque se ha ofrecido a acompañarme. – explico
-La señorita no podía salir sola General usted más que nadie sabe que necesita estar protegida, además yo deseaba salir a conocer y su hija muy amablemente me ha enseñado este hermoso lugar.
-Tiene razón excelencia, pero no debería volver a salir sin por lo menos dos hombres que lo acompañen.- dijo el Genera mucho más sereno.
-Entonces vámonos, quisiera almorzar.
-Como usted ordene excelencia.

María volvió a subirse en su caballo y Esteban al suyo y salieron de regreso a la Hacienda escoltados por el General y varios hombres del ejército mientras ellos se miraban de reojo y se sonreían en silencio.

Esteban entro a su cuarto y se metió a limpiarse, con los ojos cerrados volvió a sentir la calidez y suavidad de su piel cuerpo delgado y bien formado, sus ojos que brillaban intensamente, sus mejillas sonrojadas, sus labios carnosos, que se moría por besar, pero no quería propasarse, ella a pesar de ser una mestiza era una mujer decente y merecía ser respetada, entonces tuvo una idea, iba a cortejarla, pero primero hablaría con el General para tener su autorización.

-No sé por qué mi madre insiste en que debo usar este corset – dijo Maria mientras la preparaban.
-Niña asi se ve mas bonita – dijo la sirvienta.
-solo vamos a almorzar aquí, luego hare un bordado pero no saldré.
-Niña recuerde que no esta sola, y el duque no puede ser atendido con trapos.
-el duque el duque, por cierto sabes cuanto tiempo va a durar ese hombre aquí?
-no lo se niña, dicen los esclavos que por lo menos hasta que no este lista su casa aun faltan algunos muebles que pidió que se trajeran de España, al parecer es una temporada larga.
-Que presumido.

Esteban llego al comedor con un traje sencillo, no quería llamar la atención, se sentó en la mesa y de inmediato lo acompaño el General quien le pregunto sobre el paseo que había tenido en la mañana, Esteban solo le dijo que el paisaje era hermoso y que su hija había sido muy formal, pues aun no era el momento de tocar el tema del cortejo, luego fueron acompañados por Lorenza quien no paraba de hablar sobre chismes locales, Esteban no la escuchaba, solo miraba a las escalas esperando que Maria bajara por ellas, y como si sus suplicas hubieran sido oídas por el cielo, lentamente bajo Maria quien usaba un vestido color rosa pálido sin enaguas pues había decidido que no las llevaría esa tarde con un escote en V una gargantilla de perlas y el cabello recogido en por la mitad con dos trenzas, Esteban camino hasta las escalas para llevarla de la mano hasta el comedor.

-Maria luce esplendida esta tarde – dijo Esteban.
-Excelencia, es un gusto verlo nuevamente – dijo sonriendo.
-Maria ya le habia dicho que… - dijo en voz baja solo para que ella lo escuchara
-Se muy bien lo que dijo excelencia pero debo conservar mi lugar – dijo con el mismo tono de voz que el usaba y tomando la mano que le ofrecían – buenas tardes madre, padre.
-Que bella estas hija – dijo Lorenza.
-Asi es María te vez estupenda – dijo el General.
-Gracias – se limito a asentir y se sento en la mesa al lado del duque pues este la llevo hasta su lado.

En almuerzo fue todo un festín, Esteban no dejaba de mirar a Maria mientras el General y el hablaban asuntos relacionados con el gobierno y la monarquía, Lorenza por su parte se limitó a observar la conversación y no a intervenir, al terminar Maria ayudo a las sirvientas a recoger los platos en contra de la mirada reprobatoria de su madre, como el General debió salir al palacio municipal con el Duque, las mujeres se quedaron solas en la casa, así que por primera vez desde la llegada de Esteban, Maria podría tener unos momentos de tranquilidad.

La reunión se demoró menos de lo que había esperado, así que mientras el General estaba en el cuartel, Esteban salió con Laureano a revisar como estaban las cosas en su casa, era una casa grande y espaciosa, tenía una vista estupenda y estaba muy bien situada, mientras recorría las habitaciones pensó en que la suya debería tener un toque más suave y delicado, porque algún dirá la que fuera su esposa viviría con él, nunca había pensado en la posibilidad de casarse, de formar una familia, pero solo había conocido una mujer que sería digna de ocupar ese lugar, solo ella Maria Fernández Acuña podría ser la mujer de su vida.

Sangre AzulWhere stories live. Discover now