Capitulo 4

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Llego solo con Laureano, pues el General amanecería en el cuartel, le informaron que la señora Lorenza había tenido que salir de urgencia para una provincia lejana pues un familiar suyo se había enfermado, por lo que solo quedaba en la Hacienda Maria, el corazón le dio un brinco, estaba feliz, pero aun no había hablado con su padre, no le importaba, le traía varios regalos, no sabía como iba a entregárselos pero tenía que intentarlo.

Al pasar por el portón y llegar a la casa grande la vio, estaba sentada en una silla en el segundo piso, estaba bordando, le dijo a Laureano que lo dejara solo, cuando se aseguró de que no hubiera nadie observándolo subió al segundo piso y se hizo justo detrás de la silla donde se encontraba Maria, el tejido era bonito, sin duda tenia talento para hacerlo, era momento de llamar su atención.

-Buenas tardes María – dijo con su voz profunda y ronca.

Maria salto de la sorpresa y en medio del movimiento se clavo la aguja en el dedo y solo respondio con un grito de dolor, la sangre de inmediato alarmo a Esteban quien solto lo que llevaba en las manos y se hizo delante de ella para atenderla.

-Permítame ayudarla Maria- dijo tomándole la mano.
-Excelencia no ha pasado nada, es solo un accidente por mi torpeza – dijo ella estirando la mano.
-de todas manera Maria hay que sacar la aguja del dedo, va a sangrar no te angusties.

tomo su mano y lentamente extrajo la aguja, inmediatamente la sangre se hizo presente y no lo pensó dos veces, se llevo el dedo de Maria a la boca para tratar de detener la sangre, aquello resulto ser extremadamente erótico para ambos, el ambiente se cargó de electricidad, ya era usual que cualquier rose de piel entre ambos produjera cierta carga energética pero esto no había ocurrido jamás, Maria no pudo controlar un leve gemido que se escapo de sus labios y esto puso a Esteban sobre aviso.

-Ya esta – dijo estaban retirando el dedo de su boca– ya no sangra.
-Gracias excelencia ha sido muy amable – dijo ella con la voz entrecortada.
- le he traído unos obsequios espero los acepte.
- para mi? – pregunto aun alterada.
-Si para ti María – dijo sonriendo.

Esteban le entrego los paquetes y Maria los abrió como si fuera su cumpleaños, eran algunos libros, novelas y recordó que le había dicho que le gustaban, un par de libretas con unas plumas nuevas y algo más que Esteban aun no le entregaba.

-Excelencia no debió molestarse, muchas gracias –dijo sonriendo
-Aun hay mas Maria, esto – dijo estirando la bolsita – ha pertenecido a mi familia por años, dicen que se le entrega a la mujer con la que hemos decidido pasar el resto de nuestra vida juntos, ábrelo por favor – le indico.

Maria tomo extrañada la bolsa y al abrirlo saco una hermosa gargantilla de oro con rubíes, se trataba de una joya familiar pues tenia el escudo de armas de la familia San Román gravado en el, Maria se volvió para mirarlo sorprendida y confundida por las palabras de aquel hombre.

-Excelencia, no puedo aceptarlo yo no soy la indicada para llevarlo – dijo tratando de devolverle la joya.
-Si Maria si puedes tu eres la indicada, tu eres la única mujer que puede llevarlo – le tomo su mano y se la llevo hasta su pecho – nunca ninguna mujer había hecho que mi corazón latiera de esta manera Maria, tu y solo tu eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días.

Maria lo miraba sorprendida, ella había querido escuchar esas palabras sobre todo proviniendo de él, le gustaba y no podía negarlo, ella también sentía lo mismo, pero algo la trajo de vuelta a la realidad, el tenia Sangre Azul y ella no.

-Excelencia, yo agradezco sus palabras pero usted bien sabe que no soy una mujer digna de usted, me quedare con los libros, las plumas y las libretas, pero la joya no puedo aceptarla, que tenga una buena noche – dijo poniéndose de pie.
-Ya basta María – grito y la tomo del brazo – tu eres la mujer que quiero para mi.

Con un reflejo rápido la atrajo hacia él, y al tenerla aferrada a sus hombros, con la boca entre abierta sus ojos verdes luminosos no lo pensó y simplemente la beso, un beso donde la reclamaba como suya, quería que supiera que no le importaba si el era el mismísimo rey de España y ella una insignificante india, ella para el lo era todo, Maria nunca había sido besada por nadie, pero no pudo evitar corresponder aquel beso, si no fuera porque el Duque la tenía agarrada fuertemente ella se habría derretido en el suelo, subió sus manos hasta su cuello y se abrazó a el con muchísima más fuerza, el por su parte le acaricio la espalda, no deseaba soltarla, pero un ruido en el exterior de la casa hizo que el hechizo se rompiera y a regañadientes dejo de besarla.

-Dime que si Maria – le pido mirándola a los ojos.

Sangre AzulWhere stories live. Discover now