Capitulo 6

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Abril 12 de 1791

Había pasado un mes desde que Esteban había llegado a la Nueva España, entre reunión y reunión era muy poco el tiempo que había podido compartir con María, le habían puesto a disposición cientos de mujeres, desde prostitutas hasta las más finas y delicadas, pero para el no había ninguna como María, ninguna como aquella muchacha soñadora, bondadosa, aventurera y valiente.

-Buenos días Excelencia -  dijo ella sonriendo como le sonreía todas las mañanas.
-Buenos días Señorita Fernández, a donde se dirige esta mañana – pregunto al verla con aquel vestido blanco suelto.
-Iré a cabalgar un rato, me imagino que usted está muy ocupado.
-La verdad no tengo mucho que ….
-Excelencia – dijo una voz masculina
-Ramiro – dijo Esteban volteando a verlo.
-Buenos días Niña María – dijo Ramiro.
-Buenos días Ramiro.
-Excelencia recuerde firmar estos documentos y le han llegado otros desde la madre patria – dijo Ramiro entregándole la bolsa con documentos.
-Veo que se encuentra muy ocupado Excelencia, será en otra ocasión, que tengan buen día.
- Maria!!

Volvía a dejarlo con la palabra en la boca, llevaba un mes tratando de saber que era lo que pasaba por la mente de aquella joven, un mes viéndola sonreír a lo lejos, sonrojarse cada vez que sus miradas se encontraban, soñando despierta, leyendo entre los rincones de aquella casa, y el por la cantidad de compromisos no podía distraerse, pero estaba harto, así que firmo los papeles que debía firmar y luego de revisar los demás, pidió que se le ensillara un caballo y salió en dirección a aquel lugar cerca al rio donde la había visto sonreír libremente por primera vez.

Busco entre el prado aquella joven de cuerpo esbelto, su cabello negro y sus ojos verdes pero no lograba encontrarla, se bajó de su caballo y al acercarse a la orilla del rio encontró unas prendas, las tomo en sus manos y descubrió que se trataba del vestido blanco que llevaba puesto María antes de salir de la casa, entonces dirigió su mirada al rio y lo que vio lo dejo sin palabras.

Ahí estaba ella, el agua cubría su desnudez enmarcada en su ropa interior (una especie de bata), nadaba libremente por las aguas cristalinas del rio, sin imaginarse si quiera que el Duque de Sevilla se encontraba devorándola con la mirada.

-No esta muy fría el agua María? – dijo con voz ronca sentándose en la orilla  del rio.
-Excelencia – dijo asustada – que hace usted aquí? – pregunto tratando de cubrise un poco.
-Decidí dar un paseo – dijo sonriendo y sin quitarle la mirada de encima – le molesta si la acompaño?

Maria no pudo contestar nada porque las palabras la habían abandonado y porque Esteban se estaba quitando la ropa frente a ella y quedo solo con ropa interior e inmediatamente se sumergió en el agua y se puso a su lado.

-Esta fría – dijo titilando.
-No esta tan fría – contesto ella sonriendo – si nada un poco se acostumbrara.

Pero entre los planes de esteban no estaba nadar y lo dejo claro cuando la tomo de la cintura y la atrajo hacia él, Maria quedo conmocionada, sabia que estaba mal una mujer virtuosa no podía permitir que un hombre la viera en paños menores ni mucho menos que la tocara, pero ya era demasiado tarde, ella que llevaba un mes luchando en contra de sus deseos, en contra de su cuerpo, esta vez no pudo ceder ante la tentación de tenerlo a su lado, ella se abrazó a su cuello y la respuesta de Esteban fue una simple sonrisa.

-Es usted la mujer más hermosa de todas Maria – le susurró al oído- no se imagina lo mucho que me gustaría besarla.
-Porque no lo hace – dijo ella abrazándolo con más fuerza.

Esas palabras salieron de su boca sin proponérselo y sin pensarlo, y para Esteban fueron música en sus oídos, así que lentamente se su boca se acercó a la de ella y con la venia de su mirada, la beso, despacio con respeto pues para el ella era una mujer especial, Maria respondió aquel beso un poco tímida, era la primera vez que alguien la besaba, la primera vez que sentía que su piel ardía por el contacto con otra; ninguno de los dos pudo controlar lo que sentían, Esteban se aferró con fuerza a su cintura e intensifico el beso, se volvió más pasional, más fuerte, las manos de esteban descendían hacia sus caderas, sin separarse de ella, sin dejar de besarla, sin soltarla, las piernas de María lo abrazaron por la cintura; si iban a condenarse en el infierno lo harían juntos, porque los dos se deseaban de igual forma, no existían palabras, solo besos y caricias que los hacían perder la razón.

-Te quiero María, te deseo, te necesito – le susurro separándose un poco de ella.

Sangre AzulWhere stories live. Discover now