Capítulo 3

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Marco

—Llámame tradicionalista, hermano... —Sentado sobre el sofá de cuero negro, Zeihar hacía girar con lentitud la copa de cristal que sostenía entre los dedos, mientras sus fríos ojos azules contemplaban los restos de un característico líquido rojizo que quedaban en el fondo— Mas aunque he de admitir la practicidad de este sistema, nunca poseerá el encanto que habita en saborear la presa cazada.

—Eso seguro que lo hiciste nada más despertar —Marco sonrió desde una cocina perfectamente a mueblada que, de no ser por las necesidades de algunos miembros eventuales del servicio, habría estado ahí solo de adorno. Estaba separada del salón por una elegante barra americana de mármol negro y encimera blanca. Eran los dos colores predominantes en la decoración de toda la vivienda. El vampiro abrió el congelador, que era de metal oscuro y no de plástico, y cogió otra bolsa del hospital, regresando junto a su hermano—. Y esto tiene el encanto de no llamar la atención en los tiempos que corren —dijo, mientras le llenaba la copa con más sangre—. Además, esta es de tu tipo favorito —añadió, dejándose caer en el asiento.

El enorme salón estaba dotado con todo tipo de comodidades y aparatos de última tecnología: una enorme smart TV con home cinema y un ordenador conectado, aire acondicionado y calefacción pese a que Marco no las necesitara, una videoconsola, moqueta, iluminación domótica... Y en general, un montón de cosas que, para Zeihar, seguramente serían artilugios extraños que ni sabría ni querría comprender.

Eran hermanos de sangre, en el sentido vampírico de la palabra: el inmortal que los convirtió fue el mismo. Aunque a Zeihar lo transformó siglos antes de que Marco existiera. Pero también habían pasado otros tantos siglos juntos... Y ahora, volvían a reencontrarse.

Sin embargo, aunque fueran semejantes, hermanos y vampiros, eran muy distintos. Lejos de tener esa belleza etérea y casi andrógina de Zeihar, con su rostro de apariencia cincelada, su melena rubia e impecable y sus maneras esbeltas y elegantes; Marco era algo más desgarbado, vestía a la última y llevaba una barba perfectamente recortada en la perilla, y el ondulado cabello castaño semirrecogido en un moño muy hipster. Incluso utilizaba a veces unas gafas de montura moderna que, obviamente, no le hacían falta. Lo único que tenían parecido era la evidente palidez vampírica y el color azul de los ojos, que era similar, pero no idéntico.

Pero allí estaban, los dos. En aquella casa tan millennial en la que solo uno de ellos estaba realmente cómodo.

—¿Entonces, el viaje de negocios en el que te encontrabas ha sido fructífero? —preguntó Zeihar, mientras degustaba el contenido de su copa.

—Sí, sí... Era un encuentro entre grandes inversores del sector digital Todo ha salido a pedir de boca.

—Y... ¿El negocio familiar? —La voz de Zeihar, normalmente átona, se tornó más grave, y sus iris helados se clavaron en los de su hermano, de forma muy fija, profunda. Marco había evitado en un primer momento explicarle los detalles de todo el asunto. En su lugar había optado por llevarle a su nueva adquisición inmobiliaria en Londres y darle de cenar. Aunque su hermano seguramente se habría alimentado nada más salir de aquella cripta, él había tardado horas en llegar a su encuentro, y la sed siempre dificultaba las conversaciones delicadas. Pero ahora, sí que era el momento de las explicaciones.

—Pues verás... —pese a estar algo inquieto con la conversación, había aprendido a afrontar esa clase de situaciones con su hermano— Poco después de que entrases en letargo, tuvimos un impacto muy beneficioso en el mercado: ya no solo nos restringíamos a compradores adinerados, sino que la clase media —lo que tú llamarías burguesía o plebeyos con mayor capacidad adquisitiva— comenzó a querer mantener frescos sus alimentos con nuestros bloques de hielo... Fue un momento de expansión empresarial —explicó, sonriendo al recordar esas ganancias, que fueron el comienzo de su carrera—. Después, los humanos desarrollaron un sistema mejor de conservación: neveras. Son unas cajas que mantienen el frío sin necesidad de nuestros bloques. Así que invertí gran parte de los beneficios obtenidos en ese nuevo invento y en otros aparatos del sector de los electrodomésticos —antes de que Zeihar preguntase, se lo aclaró—. Son artilugios que realizan o facilitan tareas, normalmente del hogar, que antes hacían a mano los sirvientes. Como lavar la ropa o eliminar la suciedad del suelo —hizo una breve pausa y continuó—. En cualquier caso, esas inversiones fueron fructíferas, pero también tuvieron su fecha de caducidad. Ahora obtenemos nuestros ingresos gracias a las "apps" y todo lo relacionado con la tecnología digital, como ese aparato con el que John se comunicó conmigo antes. Así que actualmente invierto en ese sector, y, teniendo en cuenta tanto mis resultados como nuestros ahorros, inmuebles y pertenencias valiosas, el patrimonio familiar es mucho mayor que en los tiempos de la nobleza.

Crónicas de la Rosa I: Pétalos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora