Capítulo 10

113 20 8
                                    


Rose

—¿Cuándo os dijo mi hermano que tendría lugar su llegada? —la voz de Zeihar sonaba lejana, pero hermosa. Como la caricia aterciopelada de una melodía de cristal. Para Rose, que buceaba en su inconsciencia camino hacia el despertar, era tan contradictorio como escuchar una canción de cuna capaz de hechizarla en un profundo sueño y, a la vez, unas palabras que tiraban de ella hacia la lucidez.

—Pues... Debe estar al caer —En su sueño, invadido por los fragmentos de la realidad, la joven no reconoció esa segunda voz, pero le pareció, en cierto modo, familiar. Quizá porque era una voz mucho más humana, y sus expresiones parecían encajar más con el mundo de los despiertos.

—Entiendo —afirmó el vampiro. Rose intentó abrir los ojos, pero sus párpados no respondían. No solo porque se hubieran pegado a las resecas lentillas que ahora picaban en sus ojos, sino porque cada centímetro de su cuerpo se le antojaba pesado—. Tengo la convicción de que este acontecimiento aparentemente fortuito está relacionado con el asunto del que él quería advertirnos... ¿No lo creéis vos también, Albert?

— Desde luego, las coincidencias son demasiado llamativas como para no pensarlo, señor —a pesar de no estar si quiera del todo ahí, la joven supo que estaban refiriéndose a lo ocurrido con ella—. Al fin y al cabo, lo que me dijo es que había obtenido una información según la cual habría un cazador en Cannes, que está relativamente cerca de aquí...

—Efectivamente, debe existir alguna relación entre estos menesteres, mas no tengo claro cuál... ¿Qué habéis averiguado sobre el cazador?

—Pues... Se llamaba Michael Colt, y tenía 28 años —así que ese era el nombre de quien le había hecho eso... Michael. Rose quiso decirlo, pero sus labios tampoco respondieron— Desde luego, sabía lo que se hacía, y no solo por lo que le hizo al coche de la chica: Iba bien preparado para la caza, a juzgar por lo que llevaba en el maletero. No he podido averiguar mucho más a simple vista, pero como llevaba el teléfono móvil encima, Marco podrá encargarse de ello, señor.

—Lo considero más que apropiado.

En algún punto de aquella conversación, Rose se dio cuenta de que su mirada se había perdido en la lámpara de araña del techo. Lo cual significaba que, finalmente, había logrado abrir los ojos, pese a que su mente hubiera seguido flotando entre esa estancia y la oscuridad. Su visión estaba emborronada por el adormecimiento y la sequedad de las lentillas y, además, era del todo incapaz de discernir cuánto tiempo llevaba contemplando aquellos cristales de luminosidad titilante.

Cuando logró adquirir algo de nitidez, sus iris recorrieron desde esa posición inmóvil y acostada el resto de la habitación. Por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentirse trasladada a una época muy, muy lejana. Aquel lugar bien podría haber sido el escenario de un cuento gótico o un cuadro victoriano.

Era una estancia amplia, de paredes y techo ornamentados, cuya decoración bien podría tener siglos de antigüedad. Con su cuerpo ya más receptivo, pudo percatarse de la caricia sedosa de aquellas sábanas rosáceas en su piel, de un tono similar a la moqueta del suelo. También pudo reparar por fin en el dosel rojizo de la cama, que iba a juego con el diván, las cortinas, el reposa piés y los sillones.

En el diván conversaban Zeihar, ya limpio de sangre y de nuevo vestido con una elegante camisa oscura y pantalones de traje, y un chico muy joven al que Rose no conocía. Era moreno, de pelo ondulado, llevaba gafas y vestía un pijama de Juego de Tronos. Ninguno de los dos parecía haberse percatado de que estaba despierta.

El resto de la elegante habitación, a su parecer algo recargada, contaba además con una chimenea, ahora apagada, sobre la que descansaba un juego de antiquísimos jarrones de porcelana oriental bajo un cuadro algo sombrío, pero indudablemente bello. Junto a la cama, en la mesilla de ébano, reposaba su inseparable maletín negro...

Crónicas de la Rosa I: Pétalos de SangreWhere stories live. Discover now