Capítulo 6

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Marco

El perfume del incienso, que se extendía en finos hilos de humo por la estancia, se entremezclaba con el aroma del sexo, aderezado con un par de notas de fragancia sanguina y embriagado por la humedad. Casi parecía que un fino manto nebuloso cubría la habitación, como envolviéndola en una burbuja.

En cierto modo, así era. Al menos, a nivel simbólico. Allí, a solas, abrazados bajo las sábanas de seda negra, Marco y Matthew estaban en su propia crisálida. Las tenues luces rojizas dibujaban sombras en sus cuerpos desnudos, pálidos y perfectos, y no había más sonido que el de sus respiraciones entrecortadas en una cadencia canónica que poco a poco comenzaba a relajarse. Era la dulce y paulatina calma que acontecía tras la tormenta del éxtasis.

La habitación, con paredes y suelo negros, y un gran espejo en el techo, no tenía mucho mobiliario. Tan solo la enorme cama en la que ambos descansaban, con unas mesillas también negras a cada lado, un enorme televisor de plasma en la pared, un jacuzzi que en aquel momento estaba desconectado, y un minifrigorífico.

Marco se incorporó sobre el colchón, sentado. Sabía que a Matthew le costaba un poco más recuperarse del orgasmo. Sonrió, observando al joven vampiro, que mantenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, y cogió su iPhone de la mesilla. Había sonado hacía ya un buen rato, pero por razones evidentes, el inmortal había preferido ignorarlo.

—¿Quién era? —la voz de Matthew todavía sonaba algo entrecortada. Marco ladeó el rostro al sentirle apoyado en su hombro, y aprovechó para robarle un beso rápido en los labios— ¿Alguien importante?

—Nah, solo Albert.

—¿No vas devolverle la llamada?

—Hum... Luego —respondió, con un encogimiento de hombros. El mentón de Matthew le acarició en la clavícula—. Si fuera importante habría llamado más veces... Al no ser así, deduzco que será cualquier chorrada como que Zeihar ha confundido la televisión con una ventana —Matthew soltó una risilla ante el comentario, y aprovechó para mordisquear el hombro del vampiro.

—No deberías burlarte tanto de él... Vale que sea un carca, pero es tu hermano, y... —intensificó su mordida. Marco sintió un escalofrío y cerró los ojos— También es en sí mismo una prueba más del buen gusto que tenía vuestro padre.

—Ya, sí... —Marco abrió de nuevo los ojos y rompió el contacto con el joven vampiro— Todo el que tenga ojos en la cara puede ver lo hermoso que es mi perfecto y atractivo hermano —No miró hacia Matthew, pero estuvo seguro de que sonreía.

—¿Estás... celoso?

—No —dijo con rotundidad. Y no mentía—. Es solo que todos os quedáis con eso: es guapo, y es viejo. Y mi hermano. Pero las cosas no son tan sencillas...

—No pretendía ofenderte, cariño... —el joven vampiro sonó sincero— Imagino que si fuesen sencillas, no habría estado casi dos siglos en letargo para ahora irse a vivir a la ciudad más aburrida del mundo.

—No, no es eso, Matthew. Es normal que los vampiros más longevos entren en letargo de vez en cuando... Repone las fuerzas y, aunque no sea el caso de Zeihar, es una de las pocas formas que tenemos de recuperar salud tras convertir a alguien —Marco percibió la crispación que aquellas últimas palabras habían provocado en su novio y se giró, alzando una mano para acariciarle su juvenil rostro—. Lo siento... No quería recordártelo. Pero ya sabes que tú no tienes la culpa de que tu padre no resistiera el desgaste de crearte...

—Sí la tengo, yo lo maté —susurró, y ahora fue él quien rompió el contacto físico.

—No, no lo hiciste —Marco insisitió de nuevo, pero esta vez, lo hizo cogiéndole el rostro entre las manos y mirándole fijamente, azul contra azul.

Crónicas de la Rosa I: Pétalos de SangreWo Geschichten leben. Entdecke jetzt