Parte 4

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Edward se retiró a su habitación y se lanzó sobre su cama. Había finalmente cerrado otro capítulo de su vida y la verdad es que no se sentía tan mal como en algún momento lo consideró. Hasta se extrañó de sentirse relajado y más liviano de peso.

Estaba meditando sobre sus últimos días, cuando su IPhone le avisó que un nuevo correo había llegado.

Se lo sacó del bolsillo, vio el remitente que decía: Vicente Martínez & Cía. y ató cabos, diciéndose para sí:

-Es la hoja de vida de Florencia-

Y, en efecto. Ahí estaba el archivo. Lo pulsó y el documento se desplegó. Ahí estaba, al inicio, la foto de Florencia.

-Bella-, se dijo Edward.

Y luego leyó detenidamente su hoja de vida: era Ingeniera Industrial con una maestría en Administración de Empresas. Hablaba inglés, portugués y español. Su carrera profesional la había desarrollado, en su mayoría, en el ámbito privado y principalmente en una empresa hotelera en el ámbito de las telecomunicaciones.

-Buen punto a su favor-, dijo Edward.

Continuó leyendo y se percató que luego había tenido un ascenso en esta cadena de hoteles llegando a ocupar la jefatura de gerencia de ventas. Pero algo que llamó su atención fue que su última experiencia laboral era en el negocio familiar, en el área de ventas, pero en los años reportados no aparecían más de dieciocho meses y no se encontraba qué había hecho durante ese tiempo.

Edward se quedó pensando en ese desfase de fechas pero se resignó a que, con la investigación que le había pedido a Mauricio, esas dudas quedaran despejadas. De todas maneras, se levantó de la cama, fue a su impresora, conectó su IPhone e imprimió el documento. Él sabía que en la cena de esa noche lo iba a necesitar.

Al tenerlo impreso lo depositó en su maletín de cuero y lo cerró. Tomó nuevamente su IPhone, verificó la hora y eran casi las cinco de la tarde. Tocó el nombre de Florencia y sonaron tres timbrazos. Al cuarto, la voz inconfundible de Florencia, contestó:

-Hola-

-Florence, ¿cómo estás?-.

-Bastante mejor. Le agradezco me haya prestado su hombro para llorar ayer. Tenía que hacerlo algún día-. Le contestó Florencia.

-Ya sabes. Me alegra mucho saber que te sientes mejor. Quería saber qué harás mañana al mediodía. Quería invitarte a almorzar-, le dijo Edward.

-Gracias, le respondió Florencia, -pero estoy en la ciudad de Pinole con unos tíos y regresaré mañana a mi apartamento-.

Edward se quedó callado. Nunca le había gustado que nadie le diera excusas que no fueran valederas y mucho menos que éstas vinieran de algo o alguien que realmente le interesara. Así que le dijo:

-Pinole es una ciudad muy linda. Cerca de ahí se encuentra un restaurante en el que venden cangrejo. Podemos encontrarnos ahí al mediodía y yo te traigo de regreso a la ciudad. ¿A qué hora nos vemos Florence?

Florencia se quedó pensando un rato y guardó silencio. Realmente admiraba la forma en que Edward la dejaba sin excusas. Al buen rato le contestó.

-Veámonos a las doce y treinta. ¿Le parece?

-Perfecto, hasta mañana. E insisto: si tienes una emergencia, por favor, no dudes en llamarme que Mauricio o yo podemos ir por ti. ¿Me lo prometes?

-Sí, señor Morgan-. Le dijo ella.

Edward colgó de inmediato por temor a algún arrepentimiento por parte de ella.

Y si te enamoras de miWhere stories live. Discover now