Parte 6

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Edward se dirigía a su casa, cuando decidió pasar por el apartamento de Florencia.

Al llegar, se percató que ella salía del condominio con ropa deportiva ajustada. Edward frenó de improviso cuando se le atravesó a su coche.

-POR DIOS-, grito Edward: -ESTA MUJER ESTÁ LOCA-.

Y frenó en seco. Ese instante lo aprovechó para contemplarla físicamente: La ropa ajustada a su cuerpo le hacía ver sus pechos de una forma exquisita y deseable. Lo mismo observó en su espalda. Su trasero se veía tentador. Él deseaba, tocar, complacer y sentir a esa mujer por todos sus poros.

Florencia ni se percató del frenazo del coche y siguió corriendo como loca por toda la acera de enfrente.

Edward la siguió despacio por todo su recorrido y se admiró por la resistencia física de esa mujer. No paró en ningún momento hasta que llegó a una iglesia y entró. Ella estuvo ahí más de media hora.

Al entrar a la iglesia, Florencia como su respiración iba normalizándose.

Había comenzado a correr desde que el "buzzo" (seudónimo) la había mantenido secuestrada. Ese día que escapó, se prometió a sí misma que nunca jamás, nadie la iba a detener por la fuerza.

Al llegar a la primera banca de la iglesia, se sentó y dejó caer su cuerpo sobre la madera. Instintivamente comenzó a rezar, en voz baja. Cada decena del rosario hacía que su respiración fuera retornando a la normalidad.

De repente, de un lado de la iglesia apareció la figura de un hombre alto y de piel trigueña que vestía de sacerdote. Por un breve momento, el hombre se quedó desde lejos contemplando la figura de Florencia, sin hacer notar su presencia ante ella.

Después de unos minutos, salió de su escondite y se acercó a Florencia.

-¿Cómo estás?-, le dijo y agregó: -¿No creo que muy bien porque estás acá, verdad?-.

-Carlos-, le dijo Florencia: - Hay momentos que no puedo dormir en paz. Los recuerdos me asaltan y siento que los vuelvo a vivir.

-Cálmate. Tienes que superarlo para comenzar a vivir de nuevo. No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Debes rehacer tu vida. Tu pasado no debe determinar lo que va a ser tu futuro.

-He encontrado a alguien, Carlos.

-¡Que bueno! Florencia. Esa noticia me alegra sobremanera. Te mereces encontrar a alguien que te ame.

-Pero tengo miedo que al enterarse de mi pasado, me juzgue y me deje, Carlos.

-Tienes que ser tú la que le diga qué es lo que te ha pasado y que en ningún momento quisiste estar en esa situación, ni mucho menos la buscaste.

-Lo sé, Carlos, pero tengo miedo. No es fácil hablar de eso y mucho menos a alguien que te gusta. No sé cómo va a reaccionar. Hasta ahora, con lo poco que le he dicho, ha sabido comprenderme.

Carlos se quedó meditando las palabras de Florencia y después agregó:

-Si tienes algún problema, si necesitas que alguien más hable por ti, háblale de mí, Florencia. Yo puedo hablar con él y explicarle la situación, de primera mano.

Florencia meditó las palabras del sacerdote. Ella sabía a lo que se refería: Carlos había sido uno de los secuestradores que, junto al "buzzo", la mantuvieron secuestrada. Pero a diferencia de la ex pareja de Florencia, él no la había abusado porque era la persona que la había estado alimentando en su cautiverio y que al final, la había dejado escapar.

Ese hecho le había causado a Carlos la peor de las amenazas. Había huido de la colonia donde vivía porque, el "buzzo", había dado la orden de que lo asesinaran pero al no encontrarlo en su casa, mataron a sus dos hermanos pequeños.

Carlos estuvo escondido en una iglesia del municipio donde vivía hasta que finalmente el "buzzo" fue capturado y enviado a prisión. En todo ese tiempo, la iglesia lo hizo cambiar. Aunque nunca llegó a matar a nadie, en el tiempo que estuvo en la "iniciación de las maras", reconocía que había cometido otros crímenes: cobro de renta, extorsiones. Se arrepintió de sus actuaciones y se refugió en la iglesia.

Al igual que el "buzzo", Carlos venía de una familia de clase media alta que al enterarse del comportamiento de su hijo, lo sacaron del país. Cuando Carlos se enteró que su familia lo iba a mandar al extranjero, buscó los recursos y medios para que al llegar a los Estados Unidos, lograra su ingreso en alguna congregación y así lo hizo.

A los meses de su llegada, se preparó y se convirtió en sacerdote. Le recomendaron, los otros sacerdotes, que mantuviera en reserva su pasado por las posibles consecuencias negativas que eso le podía provocar, no sólo a él, sino a los feligreses; por lo que aceptó mantener su pasado escondido.

Ya ordenado y cuando daba sus primeros oficios, sus ojos se encontraron con los de Florencia, quien se ubicaba en medio de los feligreses de un día domingo. Al terminar la misa, Carlos le insinuó con sus ojos que la esperaba en la puerta. Y así fue. Cuando la fila de asistentes a misa llegaba a su final, Florencia llegó a pararse enfrente.

Una vez ahí, ambos se dieron un fuerte abrazo. Florencia no lo había visto desde aquél día en que él le había dejado intencionalmente la puerta abierta. Ambos habían cambiado física y espiritualmente pero había algo en ellos que no había desaparecido y por eso se habían reconocido.

Desde ese domingo, ambos se habían hecho amigos y Florencia generalmente llegaba a la iglesia cuando su pasado la volvía a acosar. En esos momentos, Carlos la aconsejaba desde el punto de vista religioso y para que ella pudiera salir de sus angustias, la ponía a trabajar dando de comer a los indigentes que llegaban a la iglesia.

Al finalizar la jornada de repartición de comidas, Florencia experimentaba esa paz y tranquilidad que siempre buscaba y que generalmente la encontraba en la iglesia. Ahora, con la presencia de Edward, ella sentía que otra persona, además de la iglesia, le tranquilizaba su existencia.

-Gracias, Carlos tomaré en cuenta tu palabra, en el caso tenga la necesidad que otra persona hable con Edward sobre mi pasado.

¿Cómo te sientes, ahora?-, quiso saber Carlos.

-Mucho mejor, le dijo Florencia. Cada vez que vengo acá, independientemente estés o no, con sólo sentarme en esta banca, mi ser experimenta esa paz que tanto anhelo. Tengo miedo, Carlos, que el "buzzo" se escape de la cárcel y me busque. El me juró que saldría para matarme.

-Ten fe que Dios guardará tu vida, Florencia. Yo le pido al Señor, que el corazón del "buzzo" logre encontrar la paz y tranquilidad que tanto necesitan. Tú también tienes que pedir por él, Florencia. Pídele a Dios que sane ese corazón.

-¿No le guardas rencor por la muerte de tus hermanitos? quiso saber Florencia.

-Trato que ese sentimiento no domine mi actuación pero no es fácil. Tú debes hacer lo mismo y tratar de perdonarlo. Ora por el.

Sustituir por "sintio"

Y si te enamoras de miWhere stories live. Discover now