Parte 7

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Edward estaba desesperado al percatarse que el tiempo pasaba y Florencia no salía de la iglesia. Ya estaba por salir a buscarla cuando las puertas del templo se abrieron y ella salió acompañada de un sacerdote quien al final se despidió con la señal de la cruz. Florencia se lo agradeció y comenzó su regreso al apartamento.

Edward la siguió a su condominio hasta que se aseguró que entraba sana y salva. Estacionó su coche en la acera de enfrente del apartamento de Florencia y se quedó meditando si entraba o no.

Al final, se bajó del coche con intenciones de subir pero al levantar la vista, coincidió con la luz de la habitación de Florencia. Eran casi las doce de la noche.

Ella, por descuido, no había bajado la cortina. Y comenzó a desvestirse. Se quitó su malla y después hizo lo mismo con su toples y sus pechos fueron liberados en una forma salvaje.

Edward se quedó quieto en la acera contemplando esas cúspides tan perfectas, llamativas, deseables y jugosas. Sintió cómo su entrepierna comenzaba a levantarse y no supo qué hacer. Se había quedado pegado al piso.

Florencia se percató de su error con las cortinas y sin pena, ni pudor, ya que pensaba que nadie la veía porque ya era noche, se dirigió al ventanal y cerró las cortinas de un solo tirón.

Florencia se dio una agradable ducha por más de media hora. Su resistencia física se había incrementado por las constantes rutinas de ejercicios.

-NUNCA MÁS-, se dijo Florencia: nadie podrá obligarme a hacer algo que yo no quiera sin que antes luche.

Salió del baño, se colocó su poncho y se sentó enfrente de su tocador. Se contempló su rostro un buen rato sin hacer, ni pensar nada. Solo se quedó mirando. Contemplaba la mujer que era ahora y cómo lo había logrado:

-A puro esfuerzo y disciplina.

Después del exilio, ella había pasado muchas etapas. Las primeras eran las más dolorosas, las que más costaba superar. Ahí casi estuvo a punto de quedarse sumisa en un eterno estado de depresión. No faltaron quiénes la quisieron ayudar con medicinas y, aunque reconocía que estas eran buenas, temía que el abuso de las mismas la afectara mucho más.

Lo que mejores resultados le produjo fue haber salido de su país, alejarse de todos y en especial de él. Sólo así pudo ver la luz al final del túnel. Sólo así pudo comenzar su rehabilitación. Ahí fue donde ella comenzó a valorar mejor las cosas. Todavía tenía deudas que saldar, como era la reconciliación con su familia, pero eso era algo que tenía que trabajar y ella aún no estaba dispuesta a comenzar con ese pendiente.

Después de esas meditaciones tomó el peine y comenzó a alisarse el pelo. Luego se quedó nuevamente quieta y recordó con precisión el día del juicio y las palabras amenazadoras de él:

-LO PAGARÁS, FLORENCIA, PAGARÁS POR ESTO CON TU VIDA.

Y en ese momento, Florencia comenzó a llorar. Recordó con precisión los maltratos a los que fue sometida por tanto tiempo, que iban desde la agresión verbal hasta la física; así como la muerte de su hermano Antonio.

Se levantó de la silla y, así en bata, se tiró a la cama y se durmió a la media hora.

Durmió de corrido hasta las cinco de la mañana. A esa hora se levantó, se vistió de nuevo y salió a correr. Esta vez se lanzó a la calle con más cuidado y, sin pretenderlo, llegó hasta la calle de enfrente del apartamento de Edward.

Se paró y se quedó apoyada en una pared viendo el condominio.

Meditó para sus adentros de cómo ese hombre lograba calmarla y hacerla sentir, de nuevo, mujer. Ella se había percatado de sus miradas y sus atenciones pero lo había disimulado para evitarlo.

Y si te enamoras de miWhere stories live. Discover now