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— Tsk, Thomas es un nombre aburrido. — Jack se recargó contra el muro detrás de él, aún sonriendo.

— Pues Jack tampoco es un nombre para presumir. — respondió Thomas, mirando hacia atrás. — Ya debo irme. Llegaré tarde a clase.

El castaño rodó los ojos.

— Sólo sáltala.
— Claro, ahora mismo me tomaré el día entero para poder hablar contigo, idiota egoísta. — Thomas se dio la vuelta.
— Vamos, te dejaré fumar.

Se detuvo en seco, pero continuó caminando.

— Suena tentador, pero de cualquier manera no lo haré.

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Cuándo recorrió el corredor, el sonido del timbre casi lo dejaba sordo. Cara lo alcanzó pocos segundos después, pero no había rastro de Tyler.

Se dejó caer sobre uno de los bancos de la mesa mientras Cara tomaba ruidosamente una caja de jugo. El amigo raro de Cara se les había unido, ignorando por completo la presencia de Thomas.

Miró a su alrededor, en la mesa de atrás Mikey anunciaba algo a las personas sentadas en ella, la novia de Mikey conversaba alegremente con Jack.

Después de azotar la puerta, Tyler hizo finalmente su aparición. Tenía grandes ojeras bajo sus ojos, y se tambaleaba al caminar. Se sentó en la mesa y rio alegremente.

— ¡Holaaa, Thomasss!
— ¿Bebiste, no es así? — Thomas le miró seriamente, pero su amigo simplemente lo abrazó, poniendo unos de sus brazos por encima de sus hombros.

Cara y su amigo habían dejado de conversar y habían puesto su mirada sobre Tyler.

— ¿Qué? ¿Y este quién es? — dijo, señalando al amigo de Cara con su mano libre.
— Me llamo Frank, un placer. — Tyler pareció ignorarlo, y prosiguió: — Thomas, ganaremos la próxima, lo prometo.

Thomas rodó los ojos.

— No importa, no puedes estar así aquí. Eres un idiota. — dijo poniéndose de pie, llevando a Tyler consigo. — Vámonos.

Thomas se dio la vuelta hacia la mesa de Mikey. Jack estaba mirándole. Lo saludó con la mano, sonriendo sarcásticamente y se fue.

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Tyler se había quedado dormido mientras veían una película. Thomas se levantó con cuidado del sofá, intentando no despertarle.

Buscó algo para comer, pero no encontró nada. Llevaba la mañana entera sin comer, y Cara decía que moriría de hambre a ese paso.

Abrió la puerta, y se apresuró a salir. Dobló en la segunda cuadra, y se detuvo frente a una tienda.

Metió un par de cosas en la canasta, y se dirigió a buscar algo para tomar.

— Hola, tren. — escuchó a detrás de él, se dio la vuelta para encontrarse frente a frente con Jack. Qué buena suerte.

— ¿De qué hablas?
— Tienes el nombre de un tren. — insistió el castaño. — ¿Thomas el tren?
— Muy gracioso. — Thomas tomó más cosas de un estante y las metió en la canasta. — Tú tienes el nombre de un esqueleto.

Continuó caminando, pero Jack lo siguió.

— No es cualquier esqueleto, es el Rey Calabaza. — dijo, haciendo que Thomas riera. — ¿Para quién es todo eso?
— Para mí.

Thomas trató de deshacerse de él caminando hacia la caja, pero no funcionó.

— ¿Algo más? — preguntó la vieja señora que lo atendía. Thomas señaló una de las cajetillas de cigarros detrás de ella. — ¿Podría ver tu identificación, hijo?

Thomas rebuscó en sus bolsillos. Mierda. No la llevaba consigo.

Jack se abrió paso y le mostró su identificación a la anciana, qué asintió suavemente con la cabeza.

— Serían ciento veinticinco con cincuenta, joven. — dijo. — ¿Deseas redondear? — Thomas asintió, y Jack se precipitó a pagar la cuenta con una tarjeta de débito.

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— ¿Sabes? — dijo Thomas mientras salía de la tienda. — No sé que es lo que quieres, pero no necesito que pagues por mis compras.
— Sólo fue un favor, pero si así lo quieres, ya no lo haré, tren.

Thomas rodó los ojos.

— Deja de llamarme tren, Jack.
— ¿Puedo llamarte Tommy?

boys. Where stories live. Discover now