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Ya había tomado cuatro cervezas cuándo en serio empezó a hacer frío.

Me recargué sobre el tronco del árbol detrás de mí, e intenté encender un cigarro, pero el viento lo hacia realmente imposible.

Bufé, arrojándolo. Mi cabeza comenzaba a dar vueltas. Tyler se había ido, y yo no tenía mi auto.

Me puse de pie y crucé un par de calles, cuándo el sonido de un claxon me llamó la atención.

Me giré en la dirección del sonido, y ahí estaba.

La camioneta de Jack. Maldita sea.
Continué caminando, y encendí el cigarro. Definitivamente no necesitaba su ayuda.

Estaba a punto de terminarme el cigarro cuándo mis piernas dejaron de responder, y casi caigo de la banqueta.

Idiota, idiota, idiota.

— ¡Tranquilo, vaquero! — escuché a Jack detrás de mí, sujetándome por los hombros.

Arrebató el cigarro de mi mano, y lo lanzo detrás suyo.

— ¿Porqué?
— Prometí salvarte, idiota. — dijo, guardando silencio por unos segundos, quizás intentando comprender que sucedía. — ¿Has estado bebiendo, verdad?

Negué con la cabeza, pero obviamente fue poco convincente. Tomó mi muñeca, arrastrándome hasta el asiento del copiloto de su horrible camioneta.

— ¿Qué mierda te pasó? — dijo, acelerando. — Escuché que ganaste la carrera. ¿Esta es tu forma de celebrar?

Estaba a punto de echarme a reír, y después, estaba a punto de echarme a llorar.

— Estás molesto. — dije, dándole la espalda.
— No estoy molesto. — suspiró, girando el volante. — Mierda, lo estoy. Pero estoy preocupado por ti, Tommy. A veces creo que vas a perder la cabeza.

Se volvió hacia mí, revolviéndome el cabello.

Y tenía que admitir que algunas veces, más de las que pudiera contar, yo también pensaba que tarde o temprano iba a perder la cabeza.

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Cuándo Jack finalmente se estacionó, bajó rápidamente y me hizo una señal para que me quedara dentro de la camioneta.

Abrió rápidamente la puerta del edificio, y me ayudó a bajar del auto.

— Sube. — dijo inclinándose, y tardé unos segundos en entender a lo que se refería.
— No dejaré que me cargues. — negué con la cabeza. — De ninguna manera.

Sonrió, cruzando el marco de la puerta.

— Entonces, subirás las escaleras. — sonrió, casi con malicia. — Y el alcohol hará un mayor efecto en esa loca cabeza que tienes, entonces caerás, y morirás.

Solté una carcajada, pero finalmente accedí. Sonreía de pensar siquiera en lo estúpidos que nos veíamos en ese momento.

— No, mierda. — dije, recargándome sobre su hombro cuando el dolor de cabeza había regresado. — ¿Ya casi llegamos?
— Ya estamos ahí. — sabía que estaba sonriendo.

Solté mis brazos de su cuello, y me bajé sin cuidado de su espalda. Lo único que podía pensar era en dormir, dormir, y dormir.

Seguí a Jack a través de la puerta, cerrándola detrás de mí.
Miré a mi alrededor, y simplemente no podía creer que Jack viviera ahí sólo.

Miré a través de las ventanas, y aunque la vista no fuera particularmente buena, seguía pensando que el lugar era increíble.

— Nunca me contaste que eras rico. — dije, girándome hacia él. Puso un vaso de agua sobre mi mano.
— Porque no lo soy, tonto. Ahora bébela toda.

Obedecí, mientras el se giraba hacia el pasillo, indicándome que lo siguiera.
Sacó un par de cosas de un armario, y no pude evitar notar que su habitación parecía la de un niño, cubierta con todos esos autos de carreras.

Colocó un par de cobijas sobre el suelo, pero decidí ignorarlo, dejándome caer directamente sobre la cama.

— Hijo de puta. — rió, arrojando las cobijas de vuelta al armario, y gateando sobre la cama hasta quedar a mi izquierda.

Se volvió hacia mí, quedándonos frente a frente.

Cuando ambos nos mirábamos a los ojos, el dolor de cabeza se había desvanecido.

Él se echó a reír de repente, negando con la cabeza.

— Mierda. — dijo, sin dejar de mirarme.
— ¿Qué?
— Eres tan malditamente especial.

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