Capítulo 3

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Capítulo 3

                                                    

_ Entonces, ¿usted si me entiende y sabe hablar?_ expresó irónicamente, mientras la estudiaba con la mirada_. ¿Cómo entró en mi propiedad? ¿Qué hace aquí?

_ Me han contratado para ser la institutriz de la señorita Sophia… Empezare hoy.

_ Debe haber un grandísimo error… Yo no autorice su ingreso en mi servidumbre. Ni siquiera necesito su servicio…

_ Yo…

_ No le he autorizado emitir opinión, señorita._ dijo al interrumpirla con frialdad e indiferencia, dejándola en seco, mientras la tomaba por el brazo izquierdo y acercaba su mirada aún más a la de ella_. No necesito su servicio, por lo que puede marcharse ahora mismo, antes de que suelte a los perros… Detesto a los intrusos.

   Antonella se estremeció al escucharlo. Su amenaza le había llegado a lo más profundo de su ser, entendiendo que no tenía otra opción que salir huyendo en ese preciso instante, sin aún tener tiempo para recoger sus cosas.

   Desde la cocina Virginia la vio salir corriendo, sin importarle el mal tiempo que había. Corrió a la sala principal y se halló a Nicholas allí con una sonrisa amarga y fría en su rostro.

_ ¡Dije claramente que no estaba dispuesto a contratar a nadie más! ¿Por qué has desobedecido mis órdenes? ¿Acaso no ha quedado claro que enviaré a mi hija a una escuela para señoritas?_ le expresó seriamente al verla acercarse a él.

_ No me hable con ese tono de voz, “señor”_ le expresó molesta, sin importarle en que tono de voz se dirigía a él_. Y ha sido una insensatez de su parte haber hecho lo que ha hecho… ¿Acaso no ve el mal tiempo? La pobre joven sólo acudió a mi plegarias… ¡Y usted se ha comportado como un hombre sin modales!... Si lo vieran sus padres, su abuelo materno o su tío, estarían decepcionados de su comportamiento. De seguro se están revolcando en sus tumbas… Sabes que no estoy de acuerdo con que envié a la pequeña niña a un lugar lejos de su hogar. Y mucho menos, cuando se le pude encontrar una mejor educación aquí, en manos de una institutriz capacitada… ¡Y la cual he encontrado y usted ha echado de su propiedad!

   Nicholas pasó sus manos por su cabello despeinado, sintiéndose como un niño al que regañan por una travesura.

_ Afuera ha empezado a nevar y hace un frío terrible… Y usted dejó a esa joven irse si ni siquiera tomar sus pertenecías. Ni siquiera su capa para que ella al menos pudiera protegerse. Ahora, ¿A dónde podrá ir? Siento que he perdido todo mi tiempo después de que sus padres fallecieron. ¿Sabías que ella también es huérfana y que no tiene ningún lugar a donde ir?

_ ¿Intentas que me sienta culpable o se me remueva la conciencia?_ expresó haciéndose el duro, mientras su actitud cedía lentamente.

_ Lo sabes muy bien… Deberías dignarte a buscarla. Tal vez se pierda. Si Peter fuera más joven se lo pediría a él. Pero ya ni él ni yo poseemos las fuerzas de antes. En el fondo sigues siendo un buen hombre… Por favor, hazme aún creerlo.

   Antonella corrió sin ningún lugar a donde huir. ¿Hacia dónde podía escapar? Aquel lugar era inmenso y ese clima no la ayudaba mucho.

_ ¡AHHH! ¡AYYY!_ exclamó con dolor, al haberse resbalado en aquel suelo resbaladizo a causa de la nieve, golpeándose su rodilla derecha. Lastimándose también su tobillo.

   Se dejó caer  completamente en aquel suelo, mientras las lágrimas seguían bañando su rostro. ¿Moriría allí? Si iba a ser así, al menos moriría siendo libre.

 

   ¿En qué demonios estaba pensando?, se preguntaba Nicholas mientras iba en busca de aquella señorita que él había corrido de su propiedad. Él había dejado de ser un hombre sensible, y sin embargo, tendría que dar su brazo a torcer en presencia a una desconocida.  Algo que no había vuelto hacer desde hacia tiempo atrás. Era un hombre que ya no sentía apego por nada ni por nadie. Aunque jamás podría negar aquel apego que sentía por Peter y por Virginia, a quienes consideraba parte de su familia. Por ese motivo había ido a buscar a la institutriz que su ama de llave y cocinera había contratado, sin consultarle nada a él. La regresaría a su propiedad, a pesar de su propia negativa. No podía llevarle la contraria a aquella mujer que fue como una segunda madre para él, después del fallecimiento de sus padres, cuando él tan solo tenía ocho años. Quedando también al cuidado de su tío y de Peter. Ningún otro vínculo había después de ese.

   Aún le costaba acercarse a su hija. A aquella pequeña niña que le recordaba todo los errores que había cometido en el pasado.

    Se sentía enfurecido, mientras la buscaba  por todos los rincones de su propiedad hasta el instante en que la encontró tendida boca abajo en aquel suelo. Bajó de su caballo de inmediato y se acercó a Antonella. Recordando aquel pasado que había dejado tiempo atrás. Sin imaginarse lo irónica que podía ser a veces la vida.

_ Me duele, Nick… Me duele…_ le había dicho aquella niña, después de caer de su caballo. Habían salido a cabalgar por autorización de la abuela de ella, mientras está se había quedado hablando con su tío. Aquel luto que aún guardaba aquel caballero, después de la pérdida de su único hermano, y recientemente a la pérdida de su joven esposa, lo había impulsado a viajar a Bath aquella primavera, siendo una súplica por parte su sobrino, quien había empezado a amar el ir a Bath, sólo para visitar a aquella mujer y a su nieta. Algo que a aquella mujer le encantaba. En ella no existía el prejuicio que había en otros nobles de sangre azul. Era una dama amable, cariñosa y gentil. Su tío, el duque de St. Ives, fue  quien le había presentado a aquella dama de sociedad, en el otoño de 1790, cuando él tan solo tenía ocho años. Y debido a eso, un año y medio después, fue que había conocido a Antonella… O “Nella” como él solía llamarla.

_ Déjame ayudarte, Nella… estarás bien. Si, te lo prometo._ le dijo mientras la tomaba en sus brazos.

   Ahora se encontraba en una situación algo parecida. Sin saber aquel juego irónico que la vida había empezado a jugar con ellos.

Las lágrimas de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora