Capítulo 14

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Capítulo 14

_ Le pedí a una amiga costurera el atrevimiento que hiciera esto para ti, diciéndole que era para una sobrina que vive a pocos kilómetros de aquí… No sería correcto para una novia casarse sin su vestido…_ le había dicho Virginia a Antonella, al entregarle una pequeña caja_. Es para ti… Ábrelo…

_ ¿Para mí?... ¿Es mi vestido de novia?_ Antonella abrió la caja, sintiendo que las lágrimas bañaban su rostro_ Gracias, Virginia.

   Aquel vestido no era un diseño de una modista famosa. Aun así, para sus ojos era el vestido más hermoso que había visto alguna vez. Era sencillo. De un color beige con un  hermoso y delicado detalle en la parte superior del vestido. Y unos encajes hermoso también.

_ Gracias por pensar en mí… Y en ese momento que es tan importante para Nicholas y para mí.

_ Serás la novia más hermosa… Yo le pedí permiso a Nicholas. Él quería sorprenderte también, pero por la gravedad de tu situación y de saber que te están buscando como locos. No quería verse evidente… Muchos saben que él solía irte a visitar cuando eran tan solo niños… Quería evitar que encontraran una conexión hacia ti por medio de él…

_ ¿Crees que todo esto es una locura? ¿Qué estoy poniendo en peligro a Nicholas?

_ No…No digas eso. Eso nunca…_ la abrazó_. Eres la luz que él necesitaba en su vida. Y dios escuchó mis plegarias… Te trajo a su vida como respuesta. Y ambos deben ser felices…

_ Gracias, Virginia… El sábado seré la novia más hermosa. No sé cómo agradecerte.

_ Siendo aún más feliz. Y haciendo que esta familia sea aún más feliz… Desde que llegaste a éste lugar he visto sonreír de nuevo a Nicholas. Y has logrado esa unión entre padre e hija… Soy yo quien debería agradecerte por haberte decidido tocar la puerta de éste hogar aquella noche fría.

   Aquel sábado llegó. Como debió llegar hacía tiempo atrás aquella felicidad que se había quedado estática en el pasado.

   Había sido una boda sencilla en la capilla que se encontraba en la propiedad del duque de St. Ives. Los únicos invitados presentes habían sido: Sophia, la hija de Nicholas, Virginia y  Peter. El resto de los sirvientes se habían quedado en la propiedad, terminando los últimos preparativos para la pequeña reunión que se llevaría después de aquella ceremonia.

   Los ojos de Nicholas la miraron con tanta ilusión al verla entrar en brazos de Peter, sintiendo una inmensa felicidad,  y una bendición, el haberla conocido cuando eran niños. Estaban ahora en St. Ives, en aquella capilla, mientras sus votos de amor susurraban en sus labios y las lágrimas bañaban sus rostros.    

   Ahora ante Dios y  ante los hombres, se convertían en marido y mujer.

_ Al fin, solos…_ dijo Nicholas cuando se retiraron de aquella reunión intima_. ¿Nerviosa?

_ Un poco…_ le respondió Antonella algo nerviosa.

_ Juro que no hay nada a que tenerle miedo…_ dijo al rozar con dulzura su rostro, mientras la guiaba a la que sería su habitación matrimonial.

   Nicholas volvió a tomarla en sus brazos y empezó a tener un poco más de consideración con ella. No la presionó en nada. Fue realmente paciente.

_ Bienvenida a mis aposentos ducales, duquesa de St. Ives…_ dijo al soltarla con delicadeza. Haciendo que ella viese aquella habitación que él había mandado a decorar con pétalos de rosas_. Espero que sea de su agrado.

_ Nick…_ dijo asombrada. No se había imaginado en que él se ocuparía en mínimos detalles.

_ Quería que te sintieras cómoda… Quería hacerte sentir cuanto había añorado el momento de que llegase el día en que pudiera decirte que eras mi duquesa. La mujer con la que quiero envejecer el resto de mis días.

   La miró a los ojos y esperó a que ella tomase su tiempo en quitarse las joyas que él le había obsequiado para ese día, además de los zapatos.

_ No tengas miedo…_ le susurró al sentía el temblor de su cuerpo, cuando sus manos empezaron a quitarle las horquillas de su cabello negro. Y soltaba finalmente su peinado, para así contemplarla aún mejor_. Realmente eres hermosa… Hermosa… Desde hoy seré el hombre más envidiado en toda la tierra.

   Los ojos de Nicholas reflejaban amor. Amor, y alegría e ilusión. Ese día habían firmado sus nombres en los registros eclesiástico que hacían legal aquella unión. Él le había puesto un anillo en el dedo. Estaba hecho. Eran marido y mujer, ante Dios y los hombres.

   Sacudió la cabeza con un gesto de incredulidad, preguntándose si todo ello era un sueño. Solo había transcurrido tanto tiempo. Tantos años en que lo más probable hubiese sido que en ese instante ella estuviese casada con un hombre despreciable. Dios había escuchado las plegarias de sus corazones. Había evitado todo ello.

   Aquel día se volverían uno, bajo los últimos rayos de sol que entraban por su ventana. Y entraba tras los espacios de aquellas cortinas.

   Nicholas la ayudó a desvestirse y luego la acompañó hacia su cama, al mismo tiempo en que él también se quitaba su ropa. Luego se colocó al frente de ella, después de moverla para así el poder inclinar la cabeza sobre su cuello. Él exhaló el aroma de su cabello hasta que llegó a lo más hondo de sus pulmones. Aún no la había tocado y ella seguía temblando. La besó en la frente. Sintiendo su piel suave y cálida como un pétalo contra sus labios. No se detuvo allí. Deslizó los labios más abajo y gimió de placer cuando ella giró la cabeza para ofrecerle mejor acceso a su cuello. Nicholas besó la delicada y tensa piel de la garganta, inhalando su aroma como si fuera el aire que necesitaba para respirar.

    Antonella se sobresaltó cuando al fin sintió las manos de él en su espalda. Nicholas no levantó la cabeza, sino que siguió besándola. Sus dedos empezaron a moverse como si tuvieran vida propia, mientras ella al fin colocaba sus manos tímidas en los bíceps de él.

    Una ola de satisfacción lo inundó al sentir  las manos de ella  en su cuerpo. A ella se le alteró la respiración. Era la primera vez que sus manos tocaban algo maravilloso. Y bajo sus manos hasta su pecho musculoso, mientras él aún la besaba.

   La recostó en aquella cama con suma delicadeza. ¿Podía sentir el latido de él contra sus pechos?, se preguntó, mientras él  podía sentir el de ella, ese ritmo frenético.

    Él volvió a besarla, mientras que con sus labios empezaba a recorrer su piel. Y sus cuerpos se volvieron uno en aquella exploración mutua que cada uno experimentaba. Amándose, sintiéndose, recuperando el tiempo perdido por causa de las mentiras pasadas.

_ ¿Cuánto pagó por esa información que ha llegado a sus manos, excelencia?_ le preguntaba el padre de Antonella a su prometido.

_ El necesario para lograr conocer el paradero de su hija…_ se sonrió burlonamente_. Y mi presencia será inesperada para ella cuando aparezca en St. Ives…

_ ¿Cómo puede estar tan seguro que se trata de mi hija? ¿Y si llega a hacer un error?

_ Todas las pistas dan que ella se encuentra en St. Ives… ¿Por qué no pensar en esa posibilidad? Usted mismo me ha dicho que su amor de la infancia era de allí.

_ Es cierto… Pero me ocupe de hacerle creer que ese hombre había muerto. Todo éste tiempo ha vivido con esa mentira.

_ ¿Me sorprende saber todo lo que ha hecho? Y no seré el responsable de hacerle saber la verdad a mi prometida. Mucho menos que ese hombre aún vive…

Las lágrimas de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora