Capítulo 19

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Capítulo 19

_ Me ha sorprendido la urgencia que has tenido en reunirte conmigo, amigo mío… Y más para pedirme lo que me has pedido.

_ Sabes que sólo una fuerte razón me impulsaría a querer hacerme regresar de nuevo a Londres._ espetó a sentirse disgustado. Odiaba Londres y todo lo que había significado para él.

_ Lo sé… Y por lo que me cuentas, te has casado con la prometida del Duque Monaghan.

_ Era un compromiso que sus padres le impusieron a Antonella, vendiéndola como si ella fuese un objeto… Ni siquiera sabía que era ella cuando nuestros caminos se reencontraron.

_ Lo imagino… Un reencuentro de la vida. Me asombra, jamás habías hablado de ella.

_ De joven le hice una promesa… Pero, cuando su padre me amenazó, me volví un cobarde, al sentirme lo que siempre me habían hecho sentir los demás._ respiró profundamente, algo pensativo_.  Era el hijo de un hombre que había renunciado a su título y a su fortuna, al saber lo que su padre haría, si tenía la osadía de casarse con una plebeya irlandesa, por lo que entenderás porque fui el hazmerreír de muchos que llegaron a considerarme un “don nadie afortunado”. Rescatado por la bondad de su tío, antes de  que éste muriera. Dejándome sus propiedades y una generosa fortuna, al no haber tenido ningún hijo. No había deseado eso para ella. Era un medio inglés. Un medio irlandés… Y aún lo soy.

_ Ciertamente lo eres y he de imaginar que sus padres te odiaran más al saber que ella se ha casado contigo.

_ Sí… Y aún más cuando maté a quien la ha agredido. Al hombre que ellos eligieron como su prometido. Por eso he venido a pedirte que seas mi padrino, una vez más… No tengo a nadie más de mi total confianza.

_ He imaginado que ha eso has venido…_sonrió con cierta picardía_. Pues, no me quedas más que aceptar… No puedo darle la espalda a un buen amigo y menos cuando más lo necesita…

    La fría brisa de aquella mañana, mientras el sol aparecía en el horizonte, rozaba el rostro de Nicholas, mientras se encontraba en presencia de aquel hombre, quien había llegado con la ínfula de ser alguien superior a él, en vez de un igual, al ser ambos duques. Pero, no había palabras que explicara las razones. Aquel hombre era un hombre déspota, lleno de soberbia.

   La persona que haría de juez, estaba presentándoles las armas que elegirían, mientras en el rostro del duque Monaghan no se borraba aquella sonrisa cínica y explicativa de lo que él había hecho. Los testigos de ambos se encontraban presente, escuchado lo que se decía atentamente. Aunque posiblemente al duque de St. Ives y al duque Monaghan, probablemente le era indiferente todo aquello. Sólo había acudido a aquel duelo por una razón. Matar al contrincante. Al otro.

_ ¿Elegirá usted primero, duque de St. Ives? ¿O lo dejamos a la suerte?_ preguntó con altivez y cierta chocancia, algo burlona, provocándole.

_ ¿Desea que sea el primero que tomé la decisión de que arma elegiré para matarle?_ le espetó con aspereza.

_ No sea tan presumido, señor… Nuestra amada Antonella espera la llegada de uno de los dos, ¿no le parece?

   La sangre se le enervó en ese instante a Nicholas. La burla de aquel caballero había dado justamente en el blanco.

_ Bien… Entonces, ésta es la que me tocara a mí…_dijo al tomarla, después de que Nicholas había tomado su arma.

   Cada uno se colocó en la distancia en que el juez había elegido para cada uno. Cada uno caminó de espalda, contando los pasos hasta el instante en que tenían que girarse.

   Y allí se escuchó. Aquella detonación ensordecedora que ponía fin a aquel duelo. Uno había logrado derrumbar al otro. Dejarlo fuera de combate, por así decirlo.

   Antonella se despertó inquieta. Su corazón latía inquietamente, como si un cruel presentimiento llegase a ella.

_ Nicholas…_ susurró, mientras colocaba sus manos en su corazón. Le dolía. Le dolía con cada latido_. Nicholas…

   Se puso de pie, y caminó hacia su ventana. La aurora de la mañana dibujaba el horizonte, con sus primeros rayos. Colocó sus manos sobre el vidrio, sintiendo aquel frío que se adhería en sus poros, de igual forma, que aquel presentimiento que la había despertado. Se sentía inquieta. Hacía tres días Nicholas se había marchado y no sabía a dónde ni por qué.  Le dolía el no saberlo. No obstante, algo le decía que a Nicholas le había ocurrido algo.

_ Nicholas… Nicholas… ¡Oh, mi dios! Que no sea lo que tanto temo. Por favor, te ruego que no sea lo que estoy pensando en este momento… Por favor… Por favor.

   Y se dejó caer.

  Su cuerpo temblaba, pero ahora no tan sólo por el frío. Sino por aquel presentimiento. Nicholas quizás había ido a retar al duque Monaghan a un duelo. Y… No, no lo quería pensar. Las lágrimas empezaron a bañar su rostro.

   Nicholas había muerto.

   Nicholas había muerto al defenderla.

   No, ella no podía con ese pensamiento.

Las lágrimas de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora