Capítulo 4

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Capítulo 4

   Antonella lloraba no tan solo por el dolor. Sino también por todo aquello que le había ocurrido.

_ Lo lamento…_ dijo Nicholas secamente al ver que ella lloraba, al mismo tiempo, en que Antonella levantaba la mirada y se encontraba de nuevo con los ojos de él.

_ ¿Qué hace?_ dijo indignada, mientras ella temblaba por el frío y él la tomaba de nuevo en sus brazos. Era la segunda vez en un solo día.

_ Se ha lastimado por mi culpa… La llevare de regreso.

_ ¿Para qué? ¿Para enmendar su actitud grosera y poco gentil?_ dijo rechinando los dientes, sin querer, sintiendo posteriormente su respiración en su rostro_. Es mejor que me deje aquí, ¿No le parece?

_ ¿No le han dicho que habla demasiado para ser una simple institutriz?_ expresó con pedantería.

_ Solo lo que se le permite expresar a una mujer…_ dijo y su rostro la delató al sentir que le dolía aún más su tobillo. Además de que se moría de frío.

_ El suficiente para hacer que alguien sienta pena por usted y me haga venir  a buscarla a pesar de mi negación._ se sonrió con cinismo_. Bajo este inclemente frío.

_ Aún tiene la opción de dejarme aquí…_le recordó, sin importarle si era el señor de todo aquello.

_ ¿Y sentir que murió de hipotermia en mis tierras por culpa mía?

_ Nadie lo sabrá… ¡Excepto usted!… Nadie vendrá a buscarme de todas maneras…_ expresó con ironía al buscar su mirada, mientras él la llevaba al lugar en donde se encontraba su caballo.

_ Lo sé… Ya me han informado que no tiene a nadie. Que es huérfana al igual que yo… Lamento si eso le hace sentir aún pesar. Creo que ha encontrado a alguien que no me permitirá despedirla, como yo hubiese querido…_ dijo sin dejar de ocultar su disgusto_. El trabajo es de usted… Espero que sepa educar bien a mi hija. O realmente desistiré de la idea que sea usted su institutriz y la enviaré al colegio donde pensaba enviarla.

   Antonella decidió guardar silencio. No tenía otro lugar a donde acudir. Y tal vez esa sería la única oportunidad que encontraría en toda Inglaterra. No tenía referencia de otros trabajos, por lo que nadie la contrataría. ¿A quién pretendía engañar? Jamás había hecho dicho trabajo. Solo había observado el trabajo de su institutriz, de quien había aprendido mucho.

_ ¿Qué le ha ocurrido?_ preguntó Virginia al verle llegar en los brazos de Nicholas, al instante en que él entraba a su casa.

_ Se resbaló y golpeó su rodilla y se lastimó el tobillo. No podrá caminar por unos cuantos días… Y será mejor que descansé._ expresó Nicholas con su actitud de siempre. Fría y pedante_. La llevare a su habitación…

_ Iré a preparar té caliente. Estuvieron mucho tiempo bajo el frío. Y tal vez se refríen…

_ No será necesario para mí. Sólo prepárale algo caliente a la señorita…

   Después de eso él se retiró, llevándola a ella en sus brazos, hacia el ala donde se encontraba su habitación. Y la dejó en su cama, mirándola a los ojos con esa frialdad que a él lo caracterizaba.

_ Virginia ahora vendrá a ayudarle… Sólo quiero dejarle una cosa en claro. Si va a trabajar para mí, tendrá que tener en cuentas mis normativas. La servidumbre se levanta antes que yo y se duerme después que yo. Para usted siempre seré señor o  el duque de St. Ives… Solo Virginia y Peter tienen el derecho de llamarme por mi nombre. Al igual que tutearme o llevarme la contraria. ¡Usted no!… Sólo Virginia tiene el derecho de entrar en mi habitación o a mi estudio, solo si ella o yo se lo autoriza, usted puede hacerlo. De lo contrario, ni lo intente… ¿Ha comprendido bien, señorita…

   Aún no sabía su nombre. Por lo que en ese preciso instante se dio cuenta.

_ Caroline… Me llamo Caroline Swanson…

_ ¿Caroline?... Está bien. Gracias por hacérmelo saber… Espero que acate mis órdenes…

_ Le entendí, señor… Le entendí perfectamente.

   Antonella se tragó su propio orgullo, ante su presencia. ¿Qué más podía hacer? Esa sería su nueva vida. Y era mejor esa, que la que tendría junto al duque Monaghan.

   Los padres de ella no habían perdido la esperanza de poder encontrarla. Su padre incluso había contratado a un grupo de hombres para buscarla.

   Su prometido también había formado parte de esa decisión.

_La encontraremos, duque Monaghan…. Y cuando la encontremos de inmediato se llevara su matrimonio. No tendrá que esperar más. Se lo prometo. Mi hija entenderá que ha cometido un error y que usted es un candidato perfecto para ella. Tal vez el único que ella pudiese encontrar en toda su vida…

_ Milord, me halaga con sus palabras. Y como le he informado. He comprendido la actitud de su hija… Todo se ha debido a los nervios del compromiso._ sonreía con arrogancia y petulancia mientras hablaba_. Nada que el matrimonio no pueda solucionar…

_ Su excelencia tiene razón…

   La búsqueda empezaría por toda Inglaterra. Desde el norte al sur. Desde el este al oeste. Con un solo fin, encontrarla para ser dada en matrimonio como premio, a aquel hombre que disimulaba muy bien no estar indignado por su repentina decisión de huir.

   ¿Lograrían encontrar su paradero?

Las lágrimas de un ÁngelWhere stories live. Discover now