Capítulo 5

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Capítulo 5

_ ¿Cómo te sientes, mi niña?_ le había preguntado Virginia al entrar a su habitación.

_ Creo que lista para empezar a trabajar… No me gusta estar postrada en una cama sin hacer nada. No soy la dueña de esta casa para estarlo. Me encantaría conocer a la pequeña Sophia… Si se me permite.

_ Creo que ella también. Aunque probablemente al principio no lo admita. Es una niña muy solitaria… Aunque no está en mí contar lo que a nadie le incumbe, sino al señor…

_ ¿Siempre es un gruñón?... Perdóneme, no debería hacer semejante pregunta.

_ El señor aparenta ser lo que no es…_ suspiró con tristeza_. Ha sido duro para él todo lo que le ha pasado desde la muerte de sus padres y de su tío.

_ ¿Y su esposa?

_ Es mejor que nunca pregunte por ella. No fue precisamente una buena madre ni la mejor elección a elegirla como esposa. Murió cuando la pequeña Sophia tenía dos añitos.

_ Lamento si dije algo que no debí… No soy quien para juzgar…

_No has dicho nada impropio. Solo que… Olvídalo. Es cuestión de darle tiempo al tiempo.

_ ¿Cree que pudieran ayudarme, al menos, hasta llegar a la habitación que se le ha preparado a la señorita, para sus estudios?

_ Veo que realmente no quieres seguir en cama…

_ Ya he dicho que no me gusta estar sin hacer nada… Es momento que empiece a justificar mi salario.

_ Creo que no podré hacer que cambies de parecer… Le diré a Peter que te ayude mañana. Hoy te tomaras el día… Insisto._ dijo antes de que Antonella le interrumpiera_. Hoy descansa. Mañana será otro día…

  Antonella se vio con las manos atadas, al saber que tendría que quedarse aquel día en aquella habitación. Aun cuando era lo contrario a lo que deseaba hacer.

   No había más que darse por vencida, para su desgracia.

   A la mañana siguiente sintió que se sentía un poco mejor, aunque el tobillo le seguía doliendo tan solo un poco.

   La señora O´Connor había ido a ayudarla, sabiendo que ese día ella no escucharía negativas ni ninguna excusa de que debía seguir en cama. Realmente, podía comparársele un poco con Nicholas. Aunque ningún otro parecido tuvieran.

_ Éste es el cuarto que hemos preparado para Sophia… Como vera su padre fue quien ordenó que lo acomodáramos para su comodidad y la de la niña, antes de salir esta mañana.

_ Es un lugar muy adecuado para impartir clases…_ dijo asombrada al notar los libros que había en aquella habitación, junto a una pequeña bibliotecas que le había hecho a su hija.

   En aquel instante, la puerta de aquella habitación se abrió, para hacerle conocer a la pequeña niña que ella debía educar lo mejor posible.

   Era una niña hermosa. Era de cabellera castaña media y de ojos café. Era obvio que había heredado los rasgos de su madre. Aunque su actitud, al mirarla, era claramente parecida a la de su padre.

_ Ven Sophia… Es momento de presentarte a tu  institutriz…_ le dijo Virginia O´Connor. Mientras aquella niña miraba con una cara de disgusto a Antonella. Como si no le agradara su presencia.

_ Buenos días, señorita Sophia…_ le dijo con una sonrisa, para que ella se sintiera cómoda. Imaginándose que la veía como una especie de “intrusa” o “bruja”. Algunas niñas solían hacerlo con sus institutrices.

_ Buenos días…_ su tono de voz sonaba de regañadientes y luego huyó a su habitación.

_ Disculpe su actitud…_ dijo Virginia apenada_. Ha de comprenderla… Nunca antes ha tenido a una institutriz.

_ No se preocupe. La comprendo lo mejor que usted pueda pensar… Y no se inquiete, lograre que ella tenga confianza en mí.

_ Gracias…

   Antonella se había propuesto a hacer lo mejor de su parte. Sin imaginar en donde había caído. Aquella pequeña niña no le agradaba su presencia para nada. Lo había visto en su mirada. Sintiéndose detestada por ella al tercer día de su estadía en aquel lugar.

   Pronto se acercó a la ventana y miró hacia el jardín. Imaginándoselo lleno de rosas cuando llegase la primavera. Sonrió, porque aquello le pareció cómico. Ella no era quien para pensar cómo debía verse aquel jardín.

_ Solía ser un lugar hermoso._ le expresó Virginia, al leer sus pensamientos_. El antiguo duque procuraba mantenerlo siempre lleno de vida. Era el lugar favorito de su difunta esposa. Incluso contrató a un arquitecto para decorarlo con un gusto exquisito.

_ ¿El padre del señor?

_ No… Su tío.

_ ¿Su tío?_ preguntó por mera curiosidad_. Pensé que había heredado todo esto de su padre.

_ Los padres del señor murieron cuando él era aún muy joven. Solo tenía ocho años…_ ¿Ocho años? El corazón de Antonella se estremeció al escuchar esa casualidad. Era la misma edad que tenía su amado Nick cuando sus padres fallecieron. Movió la cabeza algo apesadumbrada, quitándose aquella idea de la cabeza_. El amo Nicholas…

_ ¿Nicholas?_ su voz sonó como  un murmullo que había sido expulsado de un golpe desde el interior de su corazón. “No era más que una casualidad”, se decía, al conocer al fin el nombre de aquel caballero frío, amargado, gruñón y prepotente.

_ No te habíamos dicho su nombre, ¿verdad?...Él odia que lo llamen por su nombre. Por lo que nos acostumbramos a llamarlo “señor” o “amo”… Muy poca veces le he llamado por su nombre. Al menos, no en los días en que me hace enoja y tengo que plantarle cara y hacerlo razonar. Precisamente ese día le recuerdo su nombre con cierto reproche.

_ Nicholas…_ susurró una y otra vez para sus adentro, dejando que sus pensamientos volaran. Su Nicholas estaba muerto. Había muerto cuando ella había cumplido quince años, hace ocho años atrás. Eso se lo había escuchado a su padre, después de acercarse a su estudio, mientras él hablaba con su madre. ¿Podía ser solo una coincidencia? ¡Debía serlo! Sí, debía serlo.

_ ¿Te sientes bien?... Te has puesto pálida de repente…_ le preguntó Virginia preocupada al ver su semblante.

_ Sí, estoy bien… Sólo que me sentí de repente triste al conocer dicha historia.

_ Hmm… Sí, es muy triste…

Las lágrimas de un ÁngelWhere stories live. Discover now