Twenty-Second Day

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-Eres un hijo de puta... ¡Te voy a matar mientras duermes, capullo! -le gritó Francis al policía que nos había corrido del parque a la mañana siguiente de que nos quedamos a dormir.- ¡Me di a tu mamá tantas veces que te aseguro que si voy a tu casa y me la encuentro, voy a poder regresarte a su vientre entero, mal nacido! -le extendió el dedo de en medio a la distancia. Ya estábamos algo lejos del hombre.

El oficial trataba de no inmutarse y seguir con su trabajo, pero la paciencia no es eterna.

-Francis, ya CÁLLATE.-tiré de su hombros con la fuerza que pude.- Tu puedes correr, pero yo no idiota.

-Agh, es que no tiene derecho de corrernos.- se excusó.

-Claro que lo tiene, nosotros no teníamos derecho de dormir ahí.

-Ya.- avanzó algunos pasos más que yo, y comenzamos a caminar en dirección a mi antigua casa. Él no sabía que era por ahí, pero si le decía seguramente iba a armar un berrinche y ya no íbamos a hacer nada.

-Tengo hambre.- gruñó después de un rato.

-Así que por eso estás tan de mal humor.- Reí y él sólo me miró mal.- Bueno, creo que conozco un lugar en donde venden cosas deliciosas.

Sí, está justo donde está mi casa. Justo ahí, no sé por qué, mera coincidencia.

-Podría comerme un dinosaurio, ¿no está muy lejos esa tienda? Pienso arrasar con todo.- se tocó el estómago e inconsciententemente dejó sus largos pasos para atrasarse y quedar a mi altura.

-No queda ya muy lejos pero, te recuerdo que sólo llevamos unas cuantas monedas en el bolsillo, Francis, no creo que sea bueno tener tanta hambre en nuestra situación.

Mis pasos eran inestables. Es lo que más odiaba de tener rota la pierna. Las estúpidas muletas sólo me estorbaban más. No me sorprendería que Francis anduviese a velocidad tortuga por mi culpa.

-¿Quién dijo que iba a comprar? Tu gástate tu dinero, yo no lo necesito.- se encogió de hombros descarado.

-Te recuerdo Francis, que yo no puedo correr.- vi que me estaba quedando atrás, y lo alcancé.

-¿No? pues tu quédate sentado en la banqueta mientras yo corro como imbécil.- Su comentario salió frío, sin embargo yo ya lo conocía y sabía que no estaba enojado. Sólo salió así por... Porque sí, y ya.

-Ya, ya.

El resto del camino fue silencioso, ignorando el rechinido de una de mis muletas que estaba por partirse.

Llegamos a una calle que, reconocía muy, muy bien. Los pisos de roca fina, las banquetas limpias, faroles con cercado al rededor y árboles en pleno crecimiento, verdes a pesar del frío. La colonia más bonita e impeclabe de crímenes en el área, con casas enormes y muy ostentosas.

¿Como no iba a recordar de memoria el barrio en el que crecí? Era irónico estar en esta situación tomando en cuenta que ésta colonia, era, como ya dije, la más segura a la redonda.

-¿Dónde está ese lugar de comida? -preguntó Francis. Su aspecto era tan desinteresado que no parecía morir de hambre y frío al mismo tiempo. Yo seguro parecía muerto viviente, en todos los sentidos.

-En... Creo que en esa casa.- señalé... Mi casa. O al menos eso recordaba.

-¿En la mansión de Charlie Chaplin? ¿Qué es esto, el Olimpo? -bromeó como retrasado, ocultando su asombro ante mi colosal casa.- No creo que en ese lugar haya comida para personas de nuestra clase, pobre y miserable, Finnay

-Relájate... Mira, ¿ves la reja de atrás? -Francis asintió a medias.- Bueno, pues la saltas y después me abres. Pan comido.- le sonreí tratando de ocultar mi abusividad.

C I R C U S | FackWhere stories live. Discover now