Introducción

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El bosque estaba en un silencio sepulcral, ni las aves se atrevían a alzar vuelo. Todo parecía tan desierto, tan calmado... Pero algo lo cortó de golpe, un extraño gruñido.

La pequeña pelirroja que por allí caminaba lo escuchó. Venía corriendo desde hace rato, siguiendo a los fuegos fatuos que la habían guiado. Su respiración era entrecortada, sus manos se habían apoyado en sus rodillas mientras hacía el intento de recuperar el aliento.

Cuando por fin su respiración era una más calmada y sus latidos de su pequeño corazón se habían hecho mas regulares, siguió con su camino mientras que con sus manos hacía a un lado las ramas de los pinos.

Cuando el bosque pareció hacerse más profundo, fue cuando se detuvo con miedo de dar un paso en falso y rodar colina abajo. Sin embargo no fue éso lo que le quitó la respiración, más bien fue aquella bestia a la que ella podría llamarle dragón. Tenía patas cortas y garras afiladas, sus escamas eran negras cual noche, pero con los rayos de sol que lograban filtrarse por allí se podía distinguir que tenía reflejos azulados. Y en su ancha cabeza tenía unos lóbulos que se movían como si con ellos lograra escuchar a su alrededor.

Su cuerpo subía y bajaba velozmente conforme respiraba, y con horror Mérida notó como a aquél inmenso dragón le faltaba el ala derecha. Y además tenía una gran cortada en su lomo que desprendía sangre. En ésos momentos la pequeña pelirroja sintió la necesidad de vomitar, y salir corriendo de allí. Pero lo que la mantuvo firme fue que recordó que tenía un propósito, era su destino encontrar a la bestia, posiblemente para ayudarla.

Con cuidado Mérida logró encontrar el método para poder bajar sin dificultades. Con pasos lentos se acercó a la bestia que parecía aún no notar su presencia.

—Y-yo te ayudaré—logró articular en un susurro la pequeña.

Los ojos del dragón se abrieron de golpe haciendo dar un bote a la pelirroja. Con su intensa mirada amarilla examinó a la niña que no tenía una mirada amenazante, ni algún arma a su alcance. Su mirada se ablando pero su cuerpo seguía tenso y sus ojos ámbar puestos en la niña.

Mérida se acercó con la mano extendida con intención de tocar al dragón, y a pesar de que la bestia quería moverse, el dolor era más fuerte.

El tacto de la mano de Mérida era suave y cálido que le permitieron saber que ella era la indicada para la tarea. El dragón con un alma tan pura cómo la de la pelirroja, sabía que ella tenía el alma libre de un dragón, y que era lo que estaba buscando.

Con un suspiro de sus fosas nasales, el dragón dejó a la vista aquella cosa pequeña de delicadas y brillantes escamas negras que se tambaleaba intentado mantenerse de pie. Sus grandes ojos azules dejaban ver unas pupilas dilatadas a diferencia del dragón adulto que estaba alerta.

Mérida dejo salir un suspiro de admiración y algo dentro de ella le dijo que tomara a la cría en brazos, lo cual hizo sin chistar.

Con el pequeño dragón en sus brazos, giraba la cabeza de un lado a otro intentando recibir una señal de parte de las luces mágicas que la guiaron allí.

El bosque como ya antes mencionaba, estaba en un silencio sepulcral donde Mérida lo único que oía era su respiración y la del dragón, pero por otro lado la bestia de escamas negras había logrado oír pasos y voces masculinas, sabía lo que se avecinaba.

Juntó todo el aire que pudo, y con su poca energía y su mirada puesta en Mérida, rugió. Un rugido extremadamente fuerte que retumbo en el pecho de la pelirroja e incluso sintió como el aliento tiraba atrás algunos de sus rizos.

Sabía lo que tenía que hacer ahora. Corrió, trepó como pudo colina arriba escapando de lo que se aproximaba. Sus cortas piernas no le permitían mucha velocidad, pero debía intentarlo. El pequeño dragón de ojos azules se quejaba con pequeños gruñidos o ronroneos, pero la pelirroja no estaba para escuchar quejas en ésos momentos.

Ya escondida a una distancia prudente, pudo observar como la respiración de aquél dragón se volvía mas y mas lenta, hasta que en su último suspiro dejó caer su cabeza hacía atrás aceptando su muerte. Unos minutos mas tarde vio como llegaban hombres que admiraban orgullosos al dragón muerto, pero había uno que no parecía muy conforme.

Su cabello largo y grasiento lo tenía en rastras, era corpulento y llevaba muchas cicatrices desfigurando su rostro, parecía Mor'Du en forma humana.

—Quitenle su piel y luego me la entregan—ordenó aquél hombre con un tono de voz sombrío y áspero, como si nunca la usara.

Mérida tuvo que contener sus lágrimas al ver como los hombres con sus cuchillos comenzaban a cortar la piel del dragón.

Fue entonces cuando reaccionó y salió corriendo de allí, tenía que volver con sus padres y cuidar de la indefensa criatura.

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Fanfic anteriormente en mi otra cuenta soourwolf :)

BRAVE DRAGON ━━ mericcupWhere stories live. Discover now