3. Madres

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Definitivamente el mundo en el que la extraña mujer vivía era genial. Valka le había presentado al alfa de los alfas, y vaya que era gigante. El dragón escupe hielo cuyo nombre Mérida ya había olvidado, imponía poder y respeto. Y con su potente aliento helado, el nombre gigante había construido aquél manto de hielo que protegía a los demás dragones del nido.

Ahora Valka preparaba algo de comer en una pequeña cueva donde tenía algunos utensilios de cocina hechos en madera, algunas ollas y una pequeña fogata que era contenida por un anillo de rocas. Mérida se sentó sobre una de ellas con si fiel compañera a su lado.

Estaba realmente fascinada, todo los dragones era un nuevo mundo para ella, algo maravilloso. Era tan mágico, tan genial...

—¿Nadie te espera Mérida?—inquirió la mujer, pero rápidamente intentó explicarse—Me refiero, si no tienes un hogar al cual volver.

Mérida lo pensó. No podía volver a su hogar, no hasta que la idea del matrimonio fuera cancelada. Por ahora, estaba sola.

—Me dedicaba a viajar con el viento, hasta que ésos idiotas nos atraparon—explicó.

—¿Pero no tienes un hogar?—insistió.

—No—la manera en lo dijo fue automática, en tono cortante y frío, algo que le provocó cierto escalofrío.

—¡Puedes quedarte conmigo!—exclamó la castaña con una sonrisa de par en par, ignorando el tono empleado  por la pelirroja—¡Te lo enseñaré todo! Los secretos que ocultan los dragones, y los que en un futuro podríamos descubrir juntas.

Valka se acercó hasta Nightshade y presionó en una de sus escamas que tenía en su corto cuello, haciendo que las pequeñas aletas del dragón que recorrían casi todo su cuerpo hasta la cola, crecieran. Nightshade enseñó una sonrisa torcida sin sus dientes.

—¡Oh, dientes retractibles!—exclamó entusiasmada mientras examinaba su boca—. Apenas la vi llegar con los demás dragones no pude conocerla—explicó— estaba desesperada por volver a buscarte.

—Sí, quiero.

—¿...sí quieres, qué?—preguntó sin quitar vista del dragón ojiazul.

—Acepto, me quedaré contigo.

Valka se detuvo y sonrió con todas sus ganas. Esto era lo mejor que le pudo haber pasado; después de tantos años sola, al fin tendría a alguien con quién compartir todos sus conocimientos. Ella se levantó de su lugar y corrió hasta un viejo rincón de rocas donde guardaba sus pertenencias, y de allí sacó una gran máscara como la que ella solía usar en sus misiones.

—Ten—dijo tendiendole el objeto a Mérida—, la necesitarás si piensas quedarte conmigo.

Mérida no entendía de que le servía una máscara si su cabello flamante le delataría de todos modos, pero prefirió no decir nada y aceptar el regalo.

—¿Y tú? ¿No tienes familia?— tan rápido como hizo la pregunta Mérida se arrepintió de haber abierto siquiera la boca.

El rostro sonriente de la castaña se deformó, embriagado de añoranza, tristeza... recuerdos. Rápidamente intentó arreglar su error.

—¿Por qué no buscamos al otro Furia Nocturna?

Éso pareció sacarla de sus pensamientos. Parpadeo un par de veces y miró a la pelirroja con su entrecejo fruncido.

—¿Estás segura de que era otro Furia Nocturna? Pensé que por tu falta de conocimiento hacía los dragones... Te habías confundido.

—No, estoy convencida de que era otro Furia Nocturna—aseguró seria.

BRAVE DRAGON ━━ mericcupWo Geschichten leben. Entdecke jetzt