[5] Simon Lewis.

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Magnus estaba total y completamente histérico que por varios minutos había olvidado que él era un brujo y como tal poseía magia y era tan poderoso que podía volar la puerta en pedazos con tan solo un chasquido de sus dedos, pero no lo hizo, porque el siseo de advertencia de Raphael lo detuvo.

—¡Por nada del mundo se te ocurra entrar Bane! —la voz de Santiago sonaba media ahogada.

—P-pero

—¡Hazme caso! Puedo manejar... Manejar esto ¿Okay? —Magnus quiso creerle pero el sonido que provoco el impacto del cuerpo del novato contra la pared no lo dejó muy convencido.

Pero conocía bastante bien al vampiro para saber cuan obstinado era, una vez que una idea se le metía en la cabeza era difícil sacarla de allí.

—En todo caso si no puedes manejarlo siempre puedes usar la poción que te di —escuchó como algo de vidrio se rompía y Raphael soltó una maldición, quiso creer que fue la lámpara la que se había roto.

Al otro lado de la puerta el líder del clan trataba con toda su fuerza y años de duro entrenamiento no ceder ante la tentación de destrozar el rostro del novato hasta que nada más que la sangre se pudiera distinguir, el malnacido era rápido, ágil y sorprendentemente fuerte.

Por lo general los recién convertidos poseían más fuerza que un vampiro que lleva años siendolo y aunque la experiencia en combate solía ser nula el chiquillo luchaba como si ésto estuviese desde siempre destinado a suceder, como si morder, rasgar, golpear y destrozar fuera una extensión de sí mismo, algo tan sencillo de hacer como respirar.

El menor lo miraba desde el otro lado de la habitación, gruñía y le enseñaba sus pequeños colmillos, si la situación fuese otra Raphael se habría reído pero ahora con una costilla rota no tenía precisamente ganas de reír. Revisó los bolsillos de su chaqueta y se dio cuenta que el pequeño frasquito ya no estaba, en su lugar quedaban unos trozos de vidrio, soltó un quejido y pensó que su suerte no podía empeorar.

—Calmate —dijo lo más suave que pudo—No voy a hacerte daño —el otro lo miró, confundido, parecía no comprender lo que le estaba diciendo—Mi nombre es Raphael Santiago y soy igual que tú, no tengas miedo —mierda, no es capaz de recordar la última vez que su voz había sonado tan suave.

—Raphael no te hagas el duro, dejame entrar —Magnus dijo, con una pizca de enojo en su tono.

El novato dejó de estar en posición de combate, estaba ahora relajado, con los hombros liberados de tensión. Sólo se dedicaba a ver al vampiro mayor, tal vez esperando algo.

—No hace falta Magnus, lo tengo todo bajo control.

El brujo explotó.

—¿Tienes todo bajo control? Tienes que estar bromeando, recién ni siquiera te lo podías quitar de encima, no te hagas el fuerte conmigo —la puerta chirrío.

—¡No miento Bane! —gritó frustrado y el pequeño retrocedió, asustado por la dureza de la voz de Raphael. Se apegó a la pared y parecía querer hacerse lo más pequeño posible.

—¡Bien! Te creeré pero si no sales de allí en cinco minutos voy a romper esta puerta ¿Estamos claros?

Raphael hizo un ademán despectivo con la mano, siendo consciente de que Magnus no podía verlo, sin quitar los ojos por ningún motivo de la figura que se encogía contra la pared.

—Tsk, sí, seguro Bane.

Al otro lado de la puerta el poderoso brujo suspiró.

—Bien, date prisa y sacalo de ahí, hay que interrogarlo para que podamos ayudarlo.

Magnus se alejó, sus pasos retumbando por el pasillo y luego de unos segundos nada más se escuchó.

El líder del clan, satisfecho con aquello dejó que sus garras desaparecieran al igual que sus colmillos, arregló su arrugada camisa, se peinó un poco el pelo con los dedos y una vez hecho todo eso se acercó, algo inseguro, hasta donde se encontraba el chiquillo quien al verlo aproximarse intentó retroceder más pero era una tarea imposible pues la solidez del concreto se lo impedía, soltó un ruidito asustado.

—Hey, tranquilo, no voy a hacerte daño ¿Si? —se colocó a su altura y con un gran esfuerzo le sonrió—Eres un tipo duro que ha tenido que soportar muchas cosas, sé que ahora mismo estás muy asustado y no entiendes muy bien lo que pasa, lo que te está pasando —corrigió.

—Pero estamos aquí para ayudarte, Magnus es una excelente persona y yo te prestare mi consejo en lo que pueda ¿Okay? —si algún miembro del clan estuviera ahí seguramente se estaría riendo a carcajadas o estaría sorprendido a más no poder porque ¿Raphael Santiago siendo así de amable con un desconocido? Wow, el fin del mundo se acerca.

Él levantó la cabeza y le dedicó una larga mirada que por alguna razón a Santiago lo colocó nervioso.

Ninguno de los dos dijo una palabra y por un instante el mayor pensó en sacarlo a rastras, pero el novato abrió la boca y dijo algo, aunque al principio Raphael no pudo comprender qué es lo que le decía.

—¿Qué acabas de decir? —le preguntó con la misma delicadeza de antes.

—M-mi nombre... —sus ojos escaneaban de arriba a abajo al hombre que tenía delante—Mi nombre es Simon —y con ambas manos se agarró el cabello cuando un dolor terrible de cabeza lo azotó, gimió por la horrible sensación que lo asoló.

—Tranquilo, tranquilo Simon, todo estará bien ahora, estás a salvo —le dijo colocando con suavidad una mano en su hombro. Simon se sobresaltó.

—No... No ¡Sueltame! ¡Dejame en paz! —chilló y las lágrimas de sangre se derramaron como ríos de sus ojos.

Y esa imagen le rompió el corazón a Raphael, el terror en los ojos del chico, el dolor y la profunda tristeza lo destrozaron. Si Camille estuvo involucrada en esto lo iba a pagar caro, por haberle hecho eso a alguien inocente que no se lo merecía.

—Bien, no sé que está pasando ahí dentro pero voy a entrar —Magnus abrió la puerta y Simon sollozó ocultándose en el pecho de Raphael.

—Shh, todo esta bien bebé —lo arrulló en español—Todo está bien, es sólo Magnus el amigo que te dije que ayudaría —sintió como le apretaba la camisa con sus sucias manos y pensó que no importaba que se la manchara.

—Pobrecito terroncito, debe estar realmente asustado —dijo Magnus en un murmullo.

—Se llama Simon —no sabía porque pero el apodo cariñoso de Magnus hacia el novato no le gustó para nada.

—No te pongas celoso Raphi, vamos, vamos a llevarlo a la sala para conversar —habló con una sonrisa, la cual pronto se esfumó al ver el estado de Simon—¡Por todos los príncipes del infierno!

Santiago hizo una mueca.

—El niño está hecho un desastre, no, no, así no te sentaras en mi sofá y ¿Esas que veo son astillas? —chillo histérico—Por Azazel, él necesita un buen baño y un cambio de ropa si, eso es, para relajarte primero y tener tu dosis de abrazos necesitas darte una buena ducha —Simon estaba avergonzado.

—Vale, vale Magnus, no hables tanto que me haces tener jaqueca.

—Los vampiros no pueden tener jaqueca —susurró.

Raphael lo miró mal.

—Okay, entonces hagamos eso Sheldon —su voz cargada de dulzura.—Luego podrás decirnos lo que sucedió para que podamos ayudarte y apoyarte en lo posible.

—Su nombre es Simon Magnus —corrigió Raphael, medio gruñendo.

—Si si, lo que digas —y se dio la vuelta dispuesto a salir del cuarto.

Una vez volvió a desparecer, esta vez rumbo a la cocina, murmurando cosas para sí mismo, Raphael ayudó al menor a levantarse y le regaló una sonrisa tranquilizadora.

Todo estaría bien ahora, lo peor ya había pasado.

Believer «Saphael»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora