[1] En apuros.

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Se permitió cerrar los párpados un momento, dejó caer todo su peso contra el asiento revestido de cuero del automóvil y aunque totalmente innecesario tomó una profunda bocanada de aire, movió su cuello a la derecha y luego hacia la izquierda, un pequeño chasquido se escuchó interrumpiendo el silencio que existía dentro del auto.

Había sido una reunión compleja y extensa, el clan de vampiros de San Francisco era un clan viejo y bastante desinteresado con lo que sucedía a sus demás congéneres y convencer al líder para que firmara una alianza fue una proeza enorme por la cual él consideraba que merecía un premio en reconocimiento por semejante acción.

Se removió inquieto en el asiento y el conductor lo miró por el espejo retrovisor.

—Supongo que la reunión fue realmente agotadora —se atrevió a comentar para aligerar el tenso ambiente.

—Si —dijo Raphael en un murmullo bajo—La verdad no creí que el líder fuese tan denso, ya sabes que el clan tiene fama de ser bastante liberal pero nunca pensé que esto se fuese a complicar —suspiró—Lo único que deseo es llegar al hotel ahora mismo, sentarme en mi sofá favorito y beber una copa llena de sangre.

—Por supuesto que lo hará líder, los demás en Dumort deben estar realmente contentos por la realización de esta alianza.

—Si.

Luego de esa breve charla ninguno dijo nada, era el crepúsculo y pronto la oscuridad se apoderaría de todo.

El cielo se comenzaba a teñir de azul oscuro y aparecían las primeras estrellas, brillando débilmente, Raphael miró un rato por la ventanilla del coche y solo vio una extensa carretera, árboles viejos rodeando el camino inclinados y a punto de colapsar, vehículos moviéndose en ambas direcciones y se permitió relajarse.

No había podido apoyar cómodamente su espalda en el respaldo de la silla vieja de fino tallado de madera, en la cual había sido dispuesto con amabilidad y solemnidad, tuvo que estar sentado derecho por largas horas donde también tuvo que soportar no dejarse llevar por sus emociones, la que principalmente predominaba era la ira y claro que no podía enfrentarse solo a todo un clan sólo porque el líder en su opinión era un imbécil arrogante, era una reunión diplomática y si quería concretar aquella alianza debía contenerse.

Quedaba todavía media hora para llegar al aeropuerto y una sensación de pesadez se instaló en su estómago, como una premonición de que algo malo estaba por suceder.

Trató de ignorar aquello pero su cerebro dictaba una alarma a cada parte de su cuerpo.

"No debe ser nada, es sólo mi imaginación, quizás es porque no he podido descansar" pensó tratando en vano de consolarse de alguna forma.

Su celular entonces vibró en su bolsillo, lo sacó de su fina chaqueta de diseñador y fruncio el ceño al ver el identificador de llamadas, era Magnus quien le llamaba, cosa que si bien no era extraña provocó cierta incertidumbre en él puesto que el brujo no lo había contactado en casi dos meses.

"Qué raro" dijo para sí y presionó el botoncito de aceptar llamada.

—¡Raphael! Gracias a todos los príncipes del infierno por escuchar mis súplicas —fue lo primero que escuchó a penas se puso el teléfono móvil en la oreja.

—¿Para qué me estas llamando Bane? —preguntó.

—¿Qué porque te estoy llamando? Simple, necesito que te hagas cargo de un problema, un enorme problema que está sucediendo ahora mismo Raphael, un problema con colmillitos bastante peligrosos y que está destrozando mi departamento.

—¿Qué? ¿Por qué debería yo, precisamente yo, hacerme cargo de lo que supongo es un novato?

—Supones bien viejo amigo, llamaría a alguien más pero tú eres el vampiro más confiable que conozco y para ser honesto —esto último lo dijo bajando el tono de voz—Creo que Camille podría estar involucrada.

Santiago soltó un gruñido y sus dientes chirriaron.

—¿Estás seguro de eso?

—No, pero el novato huele a un perfume que por desgracia conozco bastante bien.

—Esa maldita zorra —susurró.

—¿Así que vendrás a ayudarme? —preguntó con esperanza.

Colocó sus dedos en el puente de la nariz, comenzaba a dolerle la cabeza, cómo no lo sabía.—Mira, en estos momentos estoy saliendo de San Francisco, tuve un encuentro con el clan de aquí y me voy a demorar en llegar.

Magnus soltó un quejido indignado al otro lado de la línea.

—Estas hablando con El gran brujo de Brooklyn Raphael, no me subestimes y ahora dime en dónde estás exactamente para crear un portal.

Le hizo una seña al chofer y éste comprendió inmediatamente lo que quería decir ese gesto, aparcó a un lado del camino y Raphael bajó del auto. Miró a su alrededor.

—Bien, estoy a un lado de la carretera principal, hay unos pocos arboles y a unos pocos kilómetros hay una estación de servicio con un nombre extraño-

—¡Conozco esa estación! —gritó el brujo, interrumpiéndolo.

—¡Agh! No grites en mi oído idiota ¿Lo olvidas? ¿Súper sensibilidad auditiva? —dijo colocando los ojos en blanco.

—Si, si, bien ve a la estación que allí estará el portal esperándote —ruido de cosas siendo destruidas de fondo—¡Cuidado con mi diván! —Magnus parecía estar regañando a alguien y al mismo tiempo a escasos segundos de echarse a llorar.

—Date prisa por favor Raphael, ese diván cuesta más que tus sillones de oro —y cortó la comunicación.

Suspiró sonoramente y volvió a subirse al auto.

—Dirigite a la estación de servicio, rápido —le dijo escuetamente al vampiro que hacia de conductor.

—Como usted ordene líder —respondió encendiendo el motor y poniendo en marcha el coche, acelerando y esquivando a los demás automóviles que interrumpían su camino.

Pronto todo era un borrón, los arboles viejos, la carretera y el cielo estrellado desaparecieron a gran velocidad.

Raphael pensó que ese día no podía volverse peor.

Pero qué equivocado estaba...

Believer «Saphael»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora