Capítulo 28: Un adiós inesperado

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Mamá tenía en sus manos al peluche, aquellas manos que, si respiraran, solo serían ira. Lo tenía tomado de la cabeza, haciendo que las patas de este estuvieran revoloteando. Aún estaba encendido.

Mi madre estaba enojada. Sus ojos cafés se teñían de rabia mientras sus cejas mostraban un gran ceño. Con un movimiento rápido encontró el interruptor del peluche, así apagándolo. Las patas del peluche dejaron de moverse, cayendo a cuerpo muerto estando en el aire.

Después de apagarlo lo volvió a tirar al sillón en donde estaba. Cayó encima de mi regazo.

— ¡Que hacías! —Me gritó. Di un pequeño respingo ante el cambio de tono en su voz. — ¿Acaso pedias ayuda? —Sus ojos estaban bien abiertos, tan abiertos que daban terror. Están iguales a los de mi tía cuando me regañaba.

—Yo... —Titubeé. Las palabras no venían a mi boca. Estaba asustada. —Es que me trajiste aquí obligada...

— ¿Quieres saber por qué estás aquí? —Movió la cabeza de arriba hacia abajo mientras que con el dedo apuntaba el piso. Asentí. —Estás aquí porqué tu padre se lo buscó. Porqué por él estamos las dos solas en este sitio…

— ¿Qué? —Estaba desconcertada. Papá era severo, pero nunca había hecho algo en contra mía, y mucho menos contra mamá. Puede que no sea el papá más atento, pero si es respetuoso en tanto a situaciones de enojo. Nunca he sabido que papá haya hecho algo mal… bueno, aparte de embarazar a mamá y casarse con ella.

—Ve este moretón —Indicó su mejilla. Yo miré asustada el color morado de su piel. El maquillaje ya no lo cubría bien. —Fue tu papá. —Presionó ambos labios y miró hacia el techo. Fingía. Mamá no era buena actriz tratando de parecer víctima.

— ¿Papá? —Parpadeé varias veces para entenderlo. ¿Papá la golpeó? No me lo creo. ¿Mi papá?

Sentí un leve mareo. Es esa sensación de enterarse de una noticia que de verdad no esperabas. Nunca me habría esperado que papá hubiera golpeado a mamá. Han tenido peleas, pero normalmente papá siempre se retiene con su ira, así que eso mismo hizo que la duda entrara en mí. ¿Papá de verdad la golpeó?

— ¿Entiendes? —Abrió grandes los ojos y asintió. —No quiero que tú…

— ¿Qué hiciste? —La interrumpí. En mi interior sabía que papá no podría haber algo así. Él es un hombre muy moderado, lo contrario a mamá. Si papá de verdad la golpeó fue por algo, y ese algo de verdad debe de ser grave como para llegar a los golpes. Algo que mamá si es capaz de hacer, ya que es capaz de todo.

— ¿Dudas de mí? —Dijo indignada. — ¿Crees que yo hice algo para que tu papá me golpeara?

—Sí —No iba a guardarme mis respuestas que eran tan obvias.

Ella tensó la mandíbula y bajó bruscamente su mano. Se notaba que no tenía respuesta, lo que aumentaba mi teoría de que de verdad había hecho algo.

Comenzó a moverse de un lado a otro, lo cual use a mi favor para poder encender de apoco el peluche. Ella no se daba cuenta así que me sentía algo más segura. Di un pequeño respingo al sentir un leve pitido provenido del oso. Esto hizo que mamá me mirara y se diera cuenta.

—Dame eso —Extendió la mano y me pidió el oso. Apreté el peluche contra mi pecho. No quería entregárselo, este era mi único medio de comunicación para poder estar en contacto con mi tía y Max. Tenía mucho miedo de lo que me iba a hacer si es que no se lo entregaba, pero tampoco quería quedarme acá, sola, sin ninguna conexión con los demás. — ¡Dame eso! —Me volvió a gritar.

—No —Me deslicé por el sillón, aprovechando lo empolvado que estaba hacía que este fuera más resbaloso. Me detuve cuando sentí detrás de mí la manta blanca de antes. Estaba arrugada a un costado impidiéndome el paso.

Siete razones para no enamorarse ©Where stories live. Discover now