Capítulo 30: Siete razones para no enamorarse

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No quise faltar al colegio. Sé que es una razón muy importante el quedarme en casa después de lo sucedido, pero no iba a perder lo poco de clases que me quedaba.

Dentro de mi bolso traía la lista. Me pasé casi toda la noche pensando en lo que me dijo mi tía. Estaba claro que la infidelidad era la séptima y clara razón para no enamorarse, pero ahora que lo pienso bien ¿Enserio es mejor no enamorarse? Viví toda mi corta vida creyendo que el amor no existía, que sólo era interés; pero estos últimos meses me hicieron cambiar toda mi mentalidad respecto al tema. Los tontos corazones que veía emanar de las personas al mirarse ahora los ciento en mí, lo cual es ridículo al igual que un bebé anda en pañales flechando a las personas. Las cosas que solía odiar ahora se vuelven normales, hasta demasiado cursi para mí y eso me asusta.

Max me esperaba a la entrada. Vino igual que siempre, aunque se nota que él no se resfrío tanto como yo. Tenía su nuevo uniforme. La verdad era que este le quedaba mucho mejor, al igual que los demás que asistían a él.

 Cuando me acerqué a él, me recibió con una linda y común sonrisa que solía darme. Lo saludé con un corto beso. No quería contagiarlo si es que de verdad no estaba resfriado.

— ¿Cómo estás? —Me preguntó.

—Mejor, aunque aún congestionada. El doctor dijo que en unos días se me pasará.

—Si no te sientes bien me avisas. El día no ha mejorado demasiado… tal vez vuelva a llover —Miró con duda el nublado cielo. Yo levanté la cabeza; era cierto que las nubes estaban igual de negras como la otra vez, incluso más. El viento soplaba de una manera que ni se notaba que hoy hice el intento de peinarme. Por suerte tenía devuelta mi falda hasta la rodilla y ahora usaba unas abrigadoras pantis de polar. Mi chaleco volvió a su lugar. El lindo color rojo volvía a hacerme sentir segura.

—Eh —Lo golpeé con el codo. Me miró. —Hoy es tu primer día… ¿no estás nervioso? —Le sonreí. Max formó una gran sonrisa. Se notaba que estaba emocionado. Hoy era el primer día de clases en su nuevo curso, al igual que yo. Estaremos en el mismo curso en el cual estaba. La misma escuela que tiene ese gran, enorme y hermoso árbol.

—No será tan diferente. Ya todos me conocen por ser el pelirrojo que se sube a los árboles —Se rio.

—Y yo soy la loca que se sube a un árbol para buscar su libro robado por el pelirrojo, alias “niño mono”

— ¿Niño mono? —Me hizo una mueca. — ¿Me decías así?

Me tomó de la mano y comenzamos a caminar hacia dentro del colegio. Extrañaba esta gran entrada, llena de árboles, y hojas… hojas que en estos momentos chocan contra mi cara y duele. Lo lindo pasó. ¡Váyanse hojas! ¡Molestan el hermoso momento!

—Hace un tiempo sí. —Resoplé el cabello que se me venía a la cara. Ya el viento comenzaba a ser molesto. Me impedía poder ver bien. —Tú fuiste el que me quitó mi libro en primer lugar.

—Eso lo hice porqué ese día te vi. —Se rio nuevamente. —Estabas junto a Julia… en el césped. Mi tío ese día me había dicho que lo ayudara a remover algunas cosas. Estaba aburrido, así que quise merodear. Me iba a subir al árbol grande, pero no pude porque estaba ocupado.

—Nosotras —Pestañeé varias veces. Max asintió.

—Vi que Julia estaba tan entusiasmada hablándote, pero tú no le tomabas atención. Estaba muy concentrada en tu libro… incluso escuché algo de un perro.

—Aaa… lo de que el perro era más bonito —Hice una mueca. —Eso era verdad.

—La cosa es —Me interrumpió. Y estábamos en la entrada del edificio. —Que me entró la duda que leías. Lo único que se me ocurrió fue leerlo ya que tú lo habías dejado olvidado.

Siete razones para no enamorarse ©Where stories live. Discover now