BONUS

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Este Bonus no interrumpe la secuencia del próximo libro. Como siempre es un regalo de mí para ustedes y si alguna vez esta historia llegase a ser publicada, este Bonus no aparecería.

Años despúes...

Timothy termino de servir el último plato puesto en el mesón largo de la cocina antes de comenzar a escuchar los gritos de sus pequeñas criaturas irrumpir en el lugar. Habían pasado los años y aunque el amor de Pame y él seguían igual, mucho más fuerte y más maduro ahora eran padres; así que su amor había dado frutos, pero no eran manzanas; eran mandarinas, naranjas y limones, todo tipo de frutas bien cítricas. De las más cítricas de todas.

El chico tomo su taza de café y miro a su lado a la jaula donde se encontraba la Lora Pammy Patricia, un regalo de quinto aniversario de parte de su hermano Simon. Todos sabían que Pame Brown no era demasiado amiga de los animales, pero tenían una mascota, parlanchina y loca, pero la tenían y sus creaciones no se podían quejar de aquello; era una mascota.

Cerró los ojos y disfruto de su pequeño momento de paz antes de que los gritos comenzasen en el lugar.

— ¡Yo tengo el asiento de la derecha! —Cuando el primer grito lleno la cocina Timothy abrió los ojos. Había deseado durante bastante tiempo los hijos, quizás desde que se casó y posiblemente mucho antes y aunque amaba sus magníficas y perfectas creaciones, entendió porque su madre antes decía que su momento favorito era cuando se iban a la escuela. — ¡Buenos días, Papi! —Su hija mayor le sonrió antes de sentarse frente a su plato y el depósito un beso en su frente.

Los hombres siempre tienen ese deseo a que su primogénito sea varón y era un deseo que como padres primerizos Pame y él querían cumplir, pero no sucedió. En realidad ya no paso, porque después del cuarto embarazo, la chica dijo no más. Y para su increíble bendición, todas fueron niñas. Paso años diciendo que sus hijos serian niños, que pasaría horas enteras enseñándoles a jugar futbol americano y que se ensuciarían las manos de grasa al arreglar el auto, pero no pasó. Recibió niñas, todas ellas preciosas, increíbles, inteligentes y con un gran corazón. Las amaba y estaba agradecido con Dios por ellas, todos los días.

Cuando las veía se le olvidaba por completo que quiso un varón alguna vez.

— ¡No tomes mis libros sin permiso! —Grito su segunda hija a la tercera de ellas que iba entrando a la cocina. Timothy toco su cabeza—. ¡Papá! ¿Puedes decirle a Abigail que no toque mis cosas?

—Hannah, son hermanas, tienen que prestarse las cosas—comento Mimi su primogénita. Era una chica sabia y tranquila, la más tranquila de todas. Era quien menos le preocupaba a Timothy, de todas ellas, era con la que mejor se podía hablar después de Pame.

— ¡Simona ven aquí! —Esa era la voz de Pame y la risa de la pequeña de la casa mientras corría para evitar que la peinasen— ¡Dios mío, llegaras tarde a los entrenamientos! —Grito la mujer entrando a la cocina aun en pijama, con ojos cansados y sus grandes gafas. A Timothy le seguía pareciendo hermosa aun de esa manera, sus cómicas pijamas jamás desaparecieron, ni siquiera con los años. Esta vez llevaba una camiseta de Nirvana con pantalones largos con minions por todas partes.

Su hija menor corrió hasta sentarse en la silla junto a sus hermanas que estaban prácticamente devorando el desayuno. Pame llego hasta donde se encontraba y comenzó a peinarla mientras desayunaba.

Todas tenían algo de ambos. Mimi la mayor tenía la tranquilidad y tenacidad de Timothy, pero a la vez tenía la cálida sonrisa de su madre. Era la que más se parecía a ella físicamente hablando y le adornaban unos ojazos color café. Para tener 17 era bastante madura.

FUERA DE JUEGO | LIBRO #2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora