Capitulo 5

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—¿Charlotte? —pregunto Malkon bastante sorprendido.

—La misma —dije con una sonrisa.

—¿Qué haces aquí?

—Decidí venirme a vivir a Londres, el pueblo era un fiasco y no había nada interesante en él.

—¿Y qué haces en este edificio?

—Vivo en el —sonreí.

—No te creo —él pasó sus manos por su cabello algo sorprendido —yo también vivo aquí, piso trece puerta veintinueve.

Esto tenía que ser una puta broma. Pensé emocionada.

—Yo vivo en el mismo piso, solo que en la puerta 28 —él rio incrédulo.

—Que pequeño es el mundo, Charlotte.

***

Luego de haber llegado hasta la planta baja con Malkon fui a mi auto y luego conduje hacia el centro comercial. Al llegar aparqué el auto en un lugar asignado y fui a una tienda de ropa para empezar. Lo más extraño de todo era que yo sentía que nadie veía a la gata que llevaba en brazos, o tal vez lo hacían y solo la ignoraban.

Compré mucha ropa, debía admitir, además de mucha comida y cosas que necesitaría en casa.

Se me fue la tarde y parte de la noche en eso, pero antes de salir del centro comercial compre una caja de pizza para cenar. Con ayuda del gps de mi teléfono conduje de vuelta al edificio. Tuve que ir tres veces al auto para poder llevar todas las bolsa a mi departamento.

Después de haber cenado y haber arreglado todo lo que había comprado me di una ducha y me fui a dormir. Kira se acostó junto a mí y en poco tiempo caí dormida.

Frente a mí se estaba cayendo el cielo a pedazos, literalmente. El cielo tenía una hermosa mezcla de colores haciendo que se viera anaranjado, amarillo y morado. Pedazos se caían y dejaban un hueco negro en su lugar. Debajo se veían distintos lugares de colores diferentes, una parte era azul, otra roja y otra de color blanco. No sabría explicar dónde estaba, pero lo que si sabía era que un apocalipsis estaba pasando frente a mis ojos. Me di la vuelta lentamente observando todo el lugar y cuando terminé de hacerlo completamente un chico de ojos verde grisáceo y cabello negro me observaba atento. Esperando a ver cuál sería mi reacción, pero yo simplemente lo observé de la misma manera a él. No podía despegar mis ojos de los suyos y él tampoco de los míos.

Recuerda dijo en un susurro, pero yo lo escuché.

Quería hablarle, preguntarle el qué debía recordar, pero simplemente no podía, mis palabras no salían de mi boca y la desesperación me invadió, pero entonces, el cielo se terminó de caer frente a mis ojos y el chico que con tan solo una palabra había hecho que mi piel se erizara desapareció...

Mi respiración era errática y mi corazón latía a mil por hora. Sentía una enorme opresión en el pecho, pero no sabría explicar el por qué. Sin embargo, lo único que tenía realmente claro era el rostro de ese chico que había aparecido en mis sueños. Simplemente no podía dejar de pensar en él. En lo fino de sus rasgos, su rostro, sus ojos. Ese chico tenía el rostro más perfecto que mis ojos me hayan permitido ver. Sin embargo, me provocaba una extraña sensación en el cuerpo.

¿Había visto a ese chico antes de mi accidente? ¿Era algo cercano a mí? ¿Fue alguien importante en mi vida? ¿Podría recordar algo más de él en algún momento?

La respuesta era no, ¿Pero a cuál pregunta? no lo sabía, y ese era el peor de los problemas. Yo no sabía ni recordaba nada. Comenzar de cero a una edad tan avanzada como la mía era algo muy difícil, pero no imposible. Yo debía lograrlo. El chico de hermosos ojos no salía de mi cabeza ni por un solo segundo. El resto de la noche solo me la pasé pensando en él y no dormí nada.

Cuando el sol salió me duché y cambié y sin tan siquiera desayunar fui hacia el departamento de Malkon. Toque un par de veces y esperé a que alguien abriera la puerta. Quien lo hizo fue Mikaela.

—Charlotte —me dio un abrazo —Malkon ya me había contado que vivías al frente, pero estaba muy tarde para ir a verte ¿Cómo estás?

—Bien, Mika —abrevié su nombre y no pareció molestarle —necesito un favor —ella asintió incitándome a que hablara —necesito lápiz y papel para dibujar —sus ojos brillaron con fascinación.

—Yo dibujo ¿tú lo haces? obvio, que tonta, si estas pidiendo algo para dibujar es porque lo haces. Entra, ya te buscaré una libreta de dibujo —caminé detrás de ella hasta adentrarme por completo en su departamento.

Era idéntico al mío, solo que este tenía más decoración. Consistía en una sala con muebles de color blanco, las paredes de este eran de color gris mientras que las del mío eran de color blanco, los muebles eran de color negro mientras que los míos eran de color pardo. Solo tenía tres paredes y la otra era un enorme ventanal que dejaba entrar mucha luz y por donde se podía ver la ciudad, de este lado no se veía el reloj, pero de mi lado sí. Vi dos puertas en la estancia y supuse que una era la de la cocina y la otra era la que conducía al pasillo de las habitaciones, lavandería y baños. Por esa puerta salió Mika con un cuaderno en su mano y un lápiz en la otra.

—Está nueva —dijo cuando estuvo frente a mí.

Me tendió el cuaderno y yo lo tomé con algo de cuidado. Mi mano temblaba y no sabía el porqué.

—Gracias —dije cuando tomé el lápiz.

—Por nada —sonrió —¿No te quedarás a desayunar? —negué.

—No, ya debo irme —le sonreí suavemente y luego me di la vuelta para salir de su departamento.

Cuando lo hice escuché como la puerta se cerraba detrás de mí de golpe. Ignoré eso y caminé hacia mi puerta, la abrí y puse seguro detrás de mí. Al llegar a la sala me tiré en el sofá más grande y abrí el cuaderno. La mano que portaba el lápiz se movía en la hoja de manera fluida trazando líneas en diferentes ángulos. Al final, cuando uní todas y cada una de las líneas me quedó el hermoso y perfecto rostro del chico que había visto en sueños. Pero sentía que algo me faltaba, así que seguí dibujándolo una y otra vez. Se me fue la mañana, la tarde y la noche en ello. No me levanté de ese sofá en todo el día, no desayuné, no comí y mucho menos cené. Mi meta era captar todo de ese chico en un dibujo, no solo su rostro si no su esencia, quería ver que los ojos en el dibujo me miraran de la misma manera en la que él lo hizo. Quería volver a sentir lo que sentí cuando vi su rostro, pero en ningún dibujo podía lograr eso, así que lo seguí intentando hasta que mi mano dolía y mis ojos pesaron, hasta que mis parpados se cerraron por voluntad propia llevándome al mundo de los sueños, al mundo en el que lo había visto, al mundo en el que estaba ansiosa por entrar para poder verlo otra vez.

Mi Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora