Capítulo 43

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—Limpia debes estar para tu actividad, pues a ellos la impureza no les gusta oler, esto no debe de rimar solo tiene que funcionar.

Continúe pasándome la esponja por el cuerpo y segundos después entro Mich.

—Tengo la sospecha de que no fue tu primer conjuro —mis ojos se clavaron en los de él y una sonrisa sarcástica brotó de mis labios.

—No he hecho ningún tipo de conjuro, Mich, este es el primero. No es como si fuera bruja y andara por la vida conjurando —le di la esponja y él se posicionó detrás mío para ayudarme con la espalda.

—Fue en latín, lo sé, pero no se que pudiste haber conjurado —rode los ojos.

—Mich, eres como mi hijo —reí un poco con lo que había dicho —yo te creé y no soy como Walter que conste ¿Como podría echarte un conjuro como si nada? —extendí mi mano hacia atrás y él me pasó la esponja, se puso de pie y salió dando grandes zancadas. Creo que se dio cuenta de que yo mentía.

Me hundí completamente en la tina sacando toda la espuma de mi cuerpo y una vez lista salí y me cubrí con una toalla. Me encaminé hasta la habitación en donde había un vestido grisáceo con encaje negro sobre todo el vestido y un moño gris rodeando la cintura.

Me coloqué la ropa interior y seguido el vestido. Seque mi cabello y lo amarre en una coleta, por último me coloque unos zapatos y desodorante.

Me senté en la cama y me quedé mirando el piso pensativa. Mis pensamientos vagaban llanuras lejanas; lo que la gente llama recuerdos.

—Pensar demasiado es malo —mi vista siguió en el piso aún después de haberme dado cuenta de la presencia de Jay.

—No cuando se es feliz en ellos.

—¿Qué es lo que no te hace feliz de tu realidad? —yo negué.

—No es que no sea feliz, Jayden, no es exactamente a lo que me refiero —no quería explicar lo que por mi mente pasaba, era algo difícil para mí aún después de haberme dado cuenta por mi misma y admitirlo.

—Iluminame, Lucia, si no me explicas nunca entenderé y no podré ayudarte —él se acercó y se sentó justo al lado mío, y debía destacar que aún seguía con mi vista clavada en el piso de madera oscura.

—He cambiado tanto - solté un suspiro largo y cansado —no soy la misma de hace un año, y me temo que esta no es mi versión 2.0 es una versión de mi misma que no me gusta —trate de contener mis lágrimas pero se me era casi imposible.

—Las personas cambian y tu no eres la excepción, admito que en algunas ocasiones me has sorprendido, pero no decepcionado, sigues siendo tú a pesar de todo —el rodeó mis hombros y con su mano froto mi hombro transmitiendome su cariño.

—Ya perdí el encanto, lo que me hacía ser yo ya se fue, siento que no soy yo misma —solte un suspiro frustrado —se me es tan difícil de explicar. Jay, estoy en un punto donde no me apena hacer nada, todo para mí está bien aunque sea malo ¡y no entiendo por qué si yo no era así! Quisiera tener los mismo sentimientos que antes tenia; mis mismo pensar, pero no puedo —las lágrimas ya previstas hicieron su camino por mis mejillas hasta mi barbilla.

—¿Como esperas no cambiar si ya eres un demonio? Tus pensamientos y actuaciones no son los mismos. Debes estar agradecida de que aún puedes sentir; de que aun tienes aunque sea algunos sentimientos, pues otros demonios no tiene nada, su alma está vacía —solté un suspiro cargado de alivio tal vez.

—No me gusta ser así —admití.

—Tu elegiste ser eso en el momento en que aceptaste convertirte en un demonio.

Mi Ángel GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora