Acercamiento

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Por algún extraño motivo Rubén esperó que Mia lo alcanzase para bajar. Se agarró de la plataforma de metal y se descolgó como pudo, pues esta vez no dispuso de una escalera que le hiciese las cosas más fáciles.

-¿Necesitas ayuda?- Susurró, pero para cuando quiso darse la vuelta, la morena seguía su ejemplo. Había estirado la pierna buena e intentaba tocar tierra firme antes de dejarse caer. Su otra zapatilla, la del pie con el corte, estaba embadurnada en sangre.

-¿Dijiste algo?- Cuestionó una vez estuvo abajo. Él arrugó la nariz y negó con la cabeza, impasible de nuevo.

-Lo habrás soñado.

-Ya.- La chica rodó los ojos y se encogió de hombros.

Casi prefería verlo aterrorizado, temblando y temiendo por su vida. Al menos entonces no fue borde... Incluso agarró su mano.

Como todavía le quedaba un poco de dignidad, hizo de tripas corazón y cojeó hasta la salida, poniéndose en cabeza. Empezaba a estar harta de la actitud del pianista, del olor rancio de la fábrica y de los monstruos que le salían al paso, cada uno peor que el anterior. Solo quería regresar a casa y, con suerte, pasar por un hospital para que le cosieran la herida. No era demasiado pedir, ¿verdad?

Cuando salieron del ambiente embotado del lugar y la brisa de la ciudad les llenó los pulmones, ambos soltaron un suspiro. Suspiro que quedó congelado en sus labios apenas avanzaron un par de metros.

Krimson se alzaba destruida como el escenario de un videojuego apocalíptico. Las calles estaban destrozadas, los coches tirados de cualquier manera e incluso algunos árboles habían sido arrancados de cuajo con el mover de la tierra. Nada parecía real... sino una mera ilusión. Una pesadilla de esas que nadie quiere tener nunca.

-Así que era verdad.- Murmuró el vendado y contempló los restos de su hogar con aire solemne.

-Pues si, lo era.- Bufó Mia y se sentó a duras penas sobre el capó de un coche patrulla. No tardó en descalzarse y verse la herida.

Los dos se quedaron sin palabras durante un momento. Al fin y no sin esfuerzo, el Victoriano se volvió hacia su acompañante, frunciendo el cejo.

-¿Te duele?

-No.- Se rió ella.- Solo es un experimento social para ver como reaccionan los desconocidos ante una persona accidentada. ¿Y sabes qué? Eres pésimo ayudando a los demás.

-¿Ah, si? No me digas.

Aquello fue suficiente. Por mucho que la joven intentase reprimirse e ignorarlo, como en otras ocasiones, apretó los labios y le lanzó la zapatilla con rabia. Esta impactó contra el brazo de Rubén, que se cubrió a toda prisa.

-¿¡Que diablos te pasa, mujer!?

-¿¡Que diablos te pasa a ti, eh!? Y no me llamo mujer, ni niña. - Se incorporó con lagrimas en los ojos y avanzó hacia él.- Mi nombre es Mia y he sido yo la que ha corrido delante de un bicho de tres metros para darte una maldita oportunidad.- Todos los reproches que se guardó salieron de su boca a trompicones.- ¡Claro que me duele! Y tu estás lleno de vendas y viendo que me desangro no eres capaz ni siquiera de ofrecerme una...- Su voz se rompió al final, acechada tras los sollozos.- Eres de lo peor.

Recogió la zapatilla, la apretujó contra su pecho y se alejó, rompiendo a llorar. Se fue a sentar lo más lejos que pudo, cubriéndose la cara con las manos.

¿Por qué siempre había sido tan tonta? ¿Por qué daba y daba y daba, si nunca recibía? ¿Acaso no había aprendido la lección ya? ¿No se lo recordaba su cuerpo cada vez que miraba su reflejo en un espejo?

"Sigo siendo la misma estúpida de siempre..." Se encogió aún más, escondiendo el rostro entre sus rodillas.

" Se encogió aún más, escondiendo el rostro entre sus rodillas

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-Ten.- Entonces notó un tacto cálido posarse sobre el empeine del pie.

Cuando levantó un poco la vista, alcanzó a ver al pianista retirando la mano. Le había dado una de sus vendas, la del brazo, y esté, a decir verdad, mostraba unas cicatrices horripilantes.

Mia aguardó unos segundos antes de preguntar. No se movió de su sitio así que su voz salió un tanto amortiguada.

-¿Que te sucedió?

-Me quemé.

El silencio se alzó a su alrededor. Ninguno mencionó nada por un periodo considerable de tiempo.

-Lo siento...

Sin embargo el Victoriano no le prestó atención. Zanjó el tema tan precipitadamente como se había dado. No le gustaba que se inmiscuyeran en sus asuntos y menos en uno de semejante índole.

-Mira. Voy a dejarte claro algo. ¿De acuerdo? Ni yo soy nadie para ti, ni tú eres nadie para mi, así que no tienes que fingir que te importa lo que te digo ni lo que me haya pasado.

-No se te da bien hacer amigos. ¿Verdad?

-¿Te vas a poner la dichosa venda o no?

Esta vez la morena se incorporó lo suficiente como para asentir y agarrarla. Se envolvió el pie con ella, le hizo un nudo y luego se calzó la zapatilla.

-Solo digo que con esa actitud nunca lograrás acercarte a nadie.- Acompañó la frase restregándose los ojos.

-No me importa.

-¿Acaso te gusta estar solo?

La muchacha pudo ver como el contrario tensaba la mandíbula y tragaba saliva.

-¿Acaso crees que alguien estaría conmigo?- Contraatacó.

-¿Vas a responder algunas de mis preguntas sin hacerme una nueva? ¿Qué eres? ¿Psicólogo?

No obstante su comentario hizo que Rubén esbozara un amago de media sonrisa.

-Quien sabe.

No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora