Demostración de propiedad

204 24 14
                                    

Mia sintió que le ardían las lágrimas incluso más que la calidez del semen que Ruvik había desparramado en su garganta.

A pesar de que intentó apartarse en cuanto se percató de que Rubén estaba con ellos, el mayor de los Victoriano se lo prohibió.
Enloquecido por sus ansias de desmostrar quien era el verdadero dueño de la muchacha, la empujó a tragarse su miembro hasta la base y luego, satisfecho a más no poder con sus malvadas acciones, se corrió del gusto. Soltó un gemido ronco y notó que temblaba mientras se dejaba ir, alcanzando el más elevado de los extasis en un orgasmo que llevaba esperando mucho tiempo. Cabe añadir, dicho sea de paso, que la sensación se multiplicó solo de recordar que su mayor enemigo, su propio yo, lo habia presenciado todo.

-Oh... Mia.- Los segundos se sucedieron y no hizo amago de liberarla, al contrario, la forzó a permanecer así. Sus manos estaban crispadas y jalaban su cabello, sosteniéndola por la cabeza para que no se alejase ni un milímetro.

Solo cuando la chica, asfixiada y entre arcadas, empezó a  golpearle las caderas, la soltó de repente. Ella se puso a toser, desesperada por encontrar de nuevo el aire. La saliva y parte de su eyaculación le resbalaron de la boca

Contra todo pronóstico, Ruvik le regaló una caricia en la coronilla como si fuera un perro fiel que acababa de hacer un buen trabajo. Esto consiguó enfurecerla aún más porque sabía, vaya si lo hacía, que solo era otra manera de burlarse. Indignada y furiosa, se limpió la comisura de los labios con el dorso de la mano. Casi al mismo tiempo le dio un bandazo con el otro brazo.

"No me toques." Quiso decir, más todavía no estaba repuesta de lo que había pasado. El movimiento habló por si solo.

De todas formas, eso no impidió que el cientifico la atrapara por la muñeca. Bajó de la cama primero, subiéndose el pantalón lo suficiente como para no mostrar su sexo y luego tiró de Mia hasta donde estaba Rubén. Hizo que se arrodillara frente a él, la tomó del cuello y los obligó a contemplarse.

-Sé que te gusta esta mujer tan obvia.- Su versión juvenil permanecía maniatado. El cuerpo le temblaba de la impotencia y sus ojos habían adquirido, detrás de las lágrimas, un brillo asesino, amarillento.- Pero eso que dijo una vez, lo de que te amaba, no son más que pamplinas. ¿Quién podría sentirse siquiera atraído por alguien con tu aspecto?

La muchacha estaba tan avergonzada que no atinó a desmentir aquello. ¡Porque sí! Por supuesto que era una falacia. Tenía mejores motivos para odiar al pianista y ni con eso en su contra, pudo hacer nada para refrenar las emociones que habían nacido gracias a lo vivido juntos.

A cambio, forcejeó para que la dejara en paz, intentando al mismo tiempo cubrirse el pecho. Antes la había desnudado de cintura para arriba y se sentía desprotegida sin la camiseta y el sujetador. No quería que Rubén la viese así. No quería estar allí. No quería haber tenido que formar parte del espectáculo pornográfico que dio sin darse cuenta.

De hecho, jamás recodaba haber pasado por una experiencia tan humillante, y eso que tenía un montón donde elegir.

-¿Por qué no la das un beso ahora? Apuesto lo que sea a que tiene mejor sabor.- Prosiguió el mayor con malicia.- Vaya. ¿No quieres? Entonces supongo que podré quitarle la parte de abajo y continuar por donde lo habíamos dejado.

-¡No!- Aulló la pelinegra.

Tal era el grado de coraje que no permaneció en silencio ni un segundo más. Asimismo, el vendado se revolvió e intentó zafarse de nuevo de sus cadenas. A pesar de estar amordazado, ambos pudieron escuchar como su voz salía distorsionada en lo que parecían gritos. Bramidos de cólera.

A Ruvik no le importaba que su otro yo protestase, al revés, pero tratándose de la chica todo cambiaba. No soportaba las objeciones y hubiera preferido que mantuviera el pico cerrado mientras minaba su moral.

No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora