En vez de separarlos...

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El vendado tardó un momento en recuperarse, en que llegasen a su mente todas las situaciones, charlas y enfados que tuvo con la morena, y al hacerlo, al recomponerse, lo primero que hizo fue nombrarla.

 -¡Mia!

Esta, que parecía huir de algo o de alguien, todavía no lo tenía muy claro, se detuvo en seco en cuanto lo vio.

 -¡Rubén!- Sus grandes y hermosos ojos ambarinos, más dulces que la miel, se mostraron incrédulos.- ¿Rubén qué...? ¿Qué haces?

¿Eh? El Victoriano no entendió nada. ¿Por qué su semblante siempre apacible estaba desencajado? ¿Por qué esa mueca horrorizada? Y eso no era lo peor, ni hablar. ¿Por qué, encima, se la dedicaba a él?

La inquietud del pianista creció al comprobar que la que había sido su compañera de viajes, su confidente, su... amiga, retrocedió al acercarse. ¿Le tenía miedo? ¿A cuento de qué? ¿Qué clase de broma de mal gusto le estaba gastando?

 -¿Qué ocurre?- Cuestionó entre confuso y desorientado. Por increible que pareciese lo había dejado sin palabras.

-Eso me gustaría saber a mi. ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué estas lleno de...?- Aunque no pudo acabar la frase, movió un brazo señalándose a si misma.

El joven siguió con la mirada el movimiento, encontrándose entonces con un auténtico regero de sangre manchando su camisa y sus manos.

-Estoy bien. No me han herido, tranquila.- Comentó en un intento por relajar el ambiente, malinterpretando su expresión.

La violinista frunció el ceño. Apretó los puños y dejó que sus manos cayesen a ambos lados de su cuerpo, muy pegadas a sus caderas.

 -Puede que tu si... pero dudo que los sujetos.- Puso especial énfasis en el sustantivo.- con los que experimentas estén pasando un rato agradable.

Rubén se quedó frío. ¿Cómo se había enterado de...? ¿Sabía lo de su investigación? ¿Sabía lo de las trampas? ¿Los asesinatos? ¡No podía ser! Nunca mencionó nada al respecto, es más, desde el principio se había andado con muchisimo cuidado para ocultar ese aspecto de su vida. Alguien debió chivarse en su ausencia, sino no se lo explicaba.

 -¿Quién te lo ha contado?

La cantante soltó una exhalación.

-¿¡Qué quién me lo ha contado!? ¡Qué mas da! ¿Esa es tu defensa? ¿Acaso...?- Tragó saliva y bajó el volumen de su voz hasta que no fue más que un pequeño susurro.- ¿Acaso es verdad? Rubén, ¿Eres un psicopata?

El músico sintió que no podría mentirla. Que preferiría volver al granero, a quemarse vivo, antes que verla sufrir a ella. Que engañarla.
De algún modo que no lograba entender lo había hipnotizado de tal manera que sería capaz de todo con tal de contentarla. De no hacerla daño. Quizás, incluso, hasta dejar los planos y los bocetos de su obra maestra, el STEM, guardados en un cajón hasta el fin de los días.

-Respondeme.- Pidió Mia al borde de la ansiedad.

Él, por el contrario, continuó sin mediar palabra. Avanzó con paso inseguro, lento, y se plantó frente a la azabache. Extendió las manos en su dirección esperando que las tomase a pesar de estar como estaban, sucias, y cuando lo hizo, entrecerró los ojos y apegó su frente contra la de la mayor.

-Después del accidente...- Comenzó, todavia no pudiendo creer lo que iba a hacer.- Mi padre me encerró en el sótano de la mansión, sin comida, sin bebida, sin las atenciones médicas que requería. Supongo que se avergonzaba tanto de mi, de tener un hijo desfigurado, que pensó que ocultándome allí dejaría de existir.- Los labios del pianista se tensaron antes de que pudiera proseguir:- Pero no se quedo a gusto. Después de semanas en las que tuve que sobrevivir a base de cucarachas y de... -Se separó de la morena lo mínimo indispensable.- Bajó a traerme alimentos y medicinas. Las tiró al suelo cómo si no fuese más que una alimaña y luego, antes de irse, me dio una paliza que no olvidaré jamás, y el proceso se repitió durante años. Desde los doce hasta que cumplí los dieciocho. ¿Puedes imaginar lo que es eso? ¿Lo que es ser maltratado tanto tiempo? Así que cuando logré salir, lo primero que hice fue clavarle el cuchillo más grande que encontré en la cocina una y otra vez. Devolverle todo el mal que me había hecho. ¿Y por qué? ¿Por qué murió mi hermana en vez de yo? ¿Por qué me salvó? Sí, Mia. Soy un asesino y no me arrepiento en absoluto de lo que hice aquella noche. ¡Pero tu tienes que entenderme! Te secuestraron. Pasaste por un tormento similar al mío. ¿Qué hubieses hecho? ¿Eh? ¿¡Qué hubieses hecho!?- Tanta fue su insistencia que acabó tomando a la muchacha por ambos hombros. Esta, temerosa, luchó por sacarselo de encima.

-Dejame...

No obstante su comportamiento no logró refrenar la actitud del joven. Al revés.

-¿Qué hiciste cuando escapaste? ¿Qué hiciste cuando viste al hombre al que le regalaste medio corazón para qué? ¿Para que te traicionase? Jurame que no le deseaste la muerte y te dejaré en paz.

-No. No lo hice.- Negó y quiso apartarse una vez más, reprimiendo las ganas de romper en llanto.

-¡Mientes!- Ladró el Victoriano.- Es imposible que no. ¡Ese hijo de puta se aprovechó de ti! Abusó de tu confianza de la peor manera en la que un hombre puede hacerlo, robándote lo más valioso que tenías.

-¡Basta ya!- La de ojos ambarinos se libró de su agarre, explotando en uno de esos arrebatos que tanto había aprendido a conocer. A conocer y a temer.- ¡Te digo que no le desee la muerte! ¡No lo hice porque no me hizo falta! ¿Vale? ¡Porque lo apuñale cuarenta y siete veces! Lo asesiné...- Terminó por confesar y se vino literalmente abajo. Cayó de rodillas y se desplomó sobre el suelo a los pies del científico. Este, todavía en la estacada, todavía sobrecogido por la revelación, tardó un par de segundos en reaccionar. Cuando lo hizo, se agachó a su lado y la envolvió entre sus brazos.

¿Era la morena una homicida? ¿Cómo no se dio cuenta antes? ¿Cómo lograba esconderlo con tanta perfección? De hecho, hubiese puesto las manos en el fuego y perjurado que no sería capaz de romper un solo plato. Que en su interior solo habia hueco para la bondad. Para el amor y para la sinceridad.

-Soy una asesina...- Lloraba la violinista, temblando con violencia y haciendo un esfuerzo sobrehumano porque no la mirase.

Su gesto enterneció al vendado.

-¿De verdad crees que los monstruos somos nosotros? No hemos hecho más que defendernos.

No te metas conmigo [Ruvik - The Evil Within]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora