#1 - niños

1.5K 229 46
                                    




Nunca tuve amigos verdaderos, de esos con los que pasas tiempo de felicidad, diversión o tal vez momentos difíciles, al menos no hasta ese día, día el cual no se si quiero recordar u olvidar, revivir o destruir, atesorar o lamentar.

La radiante luz del sol cubría mis parpados en la mañana pues esta anunciaba el comienzo de un nuevo día.

Al despertar me percaté al chequear mi calendario, que no era un día común y corriente, era el primer día de clases de un nuevo año escolar.

Lleno de euforia, pues me reencontraría con mis amigos, decidí alistarme lo mas rápido posible.

Tras desayunar, asearme y alistarme, traté de agilisar los mismos procesos en mi hermano mayor Diego, pues este solía demorarse cuando se alistaba.

Una vez que ambos nos encontrábamos listos, me subí al coche de mi padre con una alegría inusual, para que este nos llevara a la escuela.

Veía aquel año como una oportunidad para poder cambiar mi imagen en la escuela.

Mi forma de ser habia dificultado mi existencia social en la escuela, pues con los pocos cuatro años que tenia en la educación primaria, muchos compañeros me tildaban de gay, porque andaba con puras chicas y porque actuaba como tal.

Me acuerdo haberle cometando esto a mis padres en plan de broma, aun que estos no la habían tomado de esa manera.

Causaron un gran escándalo en la directiva de mi escuela por permitir este tipo de agresión psicológica.

Solía ir a charlar con la psicóloga del colegio, quien me preguntaba estupideces, y quien, por mis respuestas inocentes de niño de nueve años, creía que sufría depresión.

Vaya mierda de psicologa, ella no sabe nada de mi, ni siquiera me afectaba emocionalmente lo que me decían.

Había creado un inmenso problema.

Todo porque fui un soplón.

No creo que mis amigos me hayan dicho ello tantas veces sabiendo el significado, pues en aquel entonces tendriamos nueve años, y tan solo nos dejabamos llevar por lo que era común decir entre el mundo de los adultos.

Fuera de ello, yo no me sentía gay, tenía amigas que me parecían muy lindas, es más, sabia que muchas me atraían, aun que ni mi aspecto ni mi vida social, facilitaban algún tipo de acción.

En fin, dos años habian pasado de aquel entonces, y
en el transcurso del viaje hacia mi escuela, juré que cambiaría mi forma de ser, dejaría de ser ese "rarito" que solo se junta con chicas.

No se por qué pero me sentía mas cómodo con ellas, sentía que me entendían de alguna u otra manera, sin embargo no todas me veían igual, era un chico gordo de un metro y cincuenta y cuatro centímetros de estatura, de tan solo, 11 años de edad que se refugiaba entre las chicas.

Pocos compañeros de clase me trataban amablemente, debido a que mi timidez, dificultaba el hecho de hacer amigos.

Sin embargo, tenia como "mejor amiga" a la chica de mis sueños, era atractiva, morena, con cabello castaño, oscuro y lacio, cuerpo delgado y una nariz finamente respingada.

Me gustaba fantasear con ella pues en mi mente de niño inmaduro, la quería de novia.

Su nombre era Elizabeth, sin embargo todos la llamábamos "Liz".

Una vez llegué a mi escuela y tras despedirme de mi padre y de Diego, me dirigí a mi nuevo salón, en donde una sorpresa desagradable me esperaba.

Me costaba creerlo, habían reagrupado demasiado a mi clase, la mayoría de mis "amigos" habían sido reagrupados en un diferente salón.

Quería morir, no de la pena, sino de la desesperación.

Era un puto niño tímido en un salón lleno de "desconocidos".

- ¡Matias!, ¡Matias! - El llamado de mi nombre no fue simplemente un sonido para mi, fue como una luz de esperanza pues la voz que emitía esas palabras no provenían ni mas ni menos que de Liz.

-¡Liz!, Hola, ¿Que tal?, ¿Cómo te va?, ¿Estas en mi salón?, dime que si - dije sin ni siquiera dejarla responder una de mis preguntas.

- Jajajaja, si Matias, si estoy en tu salón y me agrada que estemos juntos otro año mas - dijo con una sonrisa de oreja a oreja

- Pues si jejeje, me alivia saber que estemos de compañeros en el mismo salón otra vez -

Aun que no lo expresaba en ese momento, me sentía demasiado feliz, debido a que Liz me acompañaría en aquel año escolar. Era fantástico.

- Bueno, nos vemos luego - dijo Liz,

- Si, ojala sea pronto... - respondí

Liz se fue a hablar con sus tantas compañeras de clase que también se encontraban en nuestro salón y pues yo, yo me senté en la primera carpeta vacía que encontré.

Puesto a que el orden de las carpetas era en 5 columnas, yo me encontraba en el centro de la cuarta columna la cual se encontraba entre el centro del salón, y el muro derecho de este.

El tiempo transcurría y aun no empezaban las clases.

En aquellos minutos, todos hablaban con sus amigos para ponerse al día de como les fue en el Verano, sin embargo yo no tenia con quien hablar debido a que Liz se encontraba con sus amigas, y yo no tenía amistades en aquel aula.

Deseando que acabe estos momentos de soledad pura, decidí ver la hora, a lo cual recurrí a chequear el reloj el cual se encontraba en la parte trasera del salón.

¡Tonto! - dijo bloqueandome la vista hacia el reloj

- Jajaja hola baboso - añadió dicha persona, cuya voz me aliviaba, aun que no del todo

- ¡Hola, Leonardo! (Leonardo fue alguna vez mi "mejor amigo" quien ahora me molestaba)

- Sigues gordo Matias ya deja de tragar jajaja, ademas de feo eres gordo jaja -

- Ja ja ja, que gracioso Leo- dije con sarcasmo

- Bueno en estas vacaciones que hiciste, yo me compre ¡Minecraft!. Apuesto a que tu no jajaja -

- ¡¡La verdad si tengo el juego!! -

- ¿¡Enserio?! - respondió Leo con sorpresa -Bueno en ese caso puedes jugar conmigo y con Gonzalo en los fines de semana -

- Seria divertido, claro que lo haré - dije entusiasmado. Sin embargo, algo me incomodaba, ese tal Gonzalo, no lo conocía.

Es decir, era una de aquellas personas quien conocía de vista, pero a quien nunca en mi vida le había hablado.

- ¡Gonzalo! - exclamó Leonardo, pues este quería llamarlo.

Gonzalo, quien se encontraba frente mio, volteó y clavó sus ojos cafés en mi.

Mi cuerpo se paralizó por un segundo aun que no entendia por qué, los segundos eran largos días, y en estos largos días,  pude apreciar a Gonzalo, un niño castaño, de ojos cafés oscuros con cuerpo y rostro delgado, además de poseer un aroma dulce y una sonrisa contagiosa.

Ese era Gonzalo.

Este me miró a los ojos y me sonrió con la luz de sol alumbrándolo a su favor.

- Hola, ¿qué tal? - dijo con dulzura

Biografía de un IlusoWhere stories live. Discover now