Capítulo 19

13.6K 1.6K 1.2K
                                    

Durante este corto camino llamado vida tomamos miles de decisiones. Ellas forman nuestro destino y reflejan lo que somos en realidad: Seres humanos imperfectos.

Existen decenas de arrepentimientos creados y formados a través del tiempo. Nos equivocamos, eso es obvio; unas veces más que otras y con rangos de gravedad distintos. Gran parte de las veces aprendemos de las malas experiencias para no caer una vez más en el agujero y nos mejoramos, crecemos como personas.

Pero de entre aquellas motivaciones que nos brindan las caídas, también hay cierta permanencia de ellas que no sanan jamás. Tenemos la costumbre de recordar aún más nuestros errores que las cosas buenas que nos suceden, ¿por qué?

¿Por qué no olvidar todo lo malo y seguir adelante? ¿Cuál es la necesidad de permanecer en el pasado y herirse con él? De las malas decisiones, surgen otras. Eliges seguir pensando en eso, te estancas ahí, permites que te perjudique por el resto de tu vida porque no estás dispuesto a que alguien te escuche o te ayude.

Después de todo, ¿quiénes son ellos para comprenderte? No vivieron lo que tú, no son tú.

Cuando elegí temer a los ataques de hiperventilación y ansiedad, entendí a esa gente hasta cierto punto. Desistí del ejercicio, de la agitación, del constante movimiento. Frené lo último que me quedaba de infancia y de juegos porque tenía miedo. Mi padre se quejó de mí, me creyó un incompetente. Y claro, yo me quejé en silencio de él porque no comprendía ni una pizca de cómo me sentía.

Aunque fuese de mala forma y con el uso incorrecto de las palabras, papá trató de que no me hundiera en mis miedos. ¿Qué elegí? Cerrarme a su petición y no hacer deporte jamás.

¿Qué tan diferente habría sido mi presente si hubiera decidido no darle tanta importancia a mi ansiedad? ¿Matthew seguiría formando parte o me acabaría enamorando de un compañero de equipo?

No me gustaba pensar en el hubiera porque no existía. Al final, lo que elegí me hizo tener un presente al lado de Matthew que no quería cambiar, por más complicado que fuera en estos momentos gracias al castigo.

Seguimos viéndonos durante los recesos, cuando él venía a buscar a Keira y se sentaba con nosotros para almorzar. A veces las chicas ya tenían sus almuerzos sobre la butaca, pero cuando nos dejaban a solas mientras iban a comprarlos, él y yo retomábamos nuestra relación que se sentía más vacía que antes.

Nos sonreíamos, nos tomábamos de la mano por debajo de los pupitres, nos brindábamos discretas caricias y —si no había nadie dentro del aula y a nuestro alrededor—, nos atrevíamos a besarnos.

Sus heridas físicas sanaron con rapidez, pero no tenía ni idea de cómo se estaban curando las emocionales. Aproveché esos momentos a solas para preguntarle si todo mejoraba y para recordarle, minuto a minuto, que lo quería y que extrañaba su constante presencia en mi vida.

—Todo se siente más solo. —Entrecerró los ojos y atenuó la voz—, igual que esos días en los que aún no nos reencontrábamos.

La única diferencia entre aquellos tiempos y estos era que antes no me dañaba saber que no estaba conmigo. Solo habían pasado unos cuantos días y ya estábamos hartos de no poder pasar el rato como en los últimos meses.

 Solo habían pasado unos cuantos días y ya estábamos hartos de no poder pasar el rato como en los últimos meses

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El final que deseo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora