Capítulo 34

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Los Belmont pagaron el hospital donde me cosieron el labio. Aunque rebajé la culpa de Matthew con una excusa convincente, ellos siguieron disculpándose conmigo y buscando una forma de que pudiéramos solucionar las cosas sin conflictos.

Mis padres no estaban molestos, se los hicieron saber de inmediato. Eso sí, no pudieron negarse a la disculpa en forma de cheque que el Señor Belmont les ofreció. Lo rechazaron tanto como pudieron, pero acabaron cediendo ante la pareja más seria y segura que jamás hubieran conocido.

También obligaron a que su hijo me pidiera disculpas cuando estábamos en la sala de reposo, cosa que fue muy incómoda para mí.

—Lo siento. —Fue lo único que salió de sus labios.

Prefirió mirar al suelo antes que a mí, tal vez para que no distinguiera el verdadero dolor en su rostro. Sus ojos, un poco enrojecidos y entrecerrados, esquivaron los míos y los de sus padres. Por abajo apretaba unos puños temblorosos. Esas dos palabras me demostraron que en verdad se arrepentía.

Por el daño que me causó, yo quería verlo sufrir aún más. Pero esa imagen suya no fue tan gratificante como creí que sería. Me tuve que compadecer de él, ablandar mi corazón y dejar de lado el coraje. Le dije rápidamente que no se preocupara más, que me encontraba bien y que viéramos esto solo como una anécdota divertida.

Él más que nadie sabía cómo fingir un buen trato con las personas que no toleraba, por eso pudo leer y sentir la falsedad de mis frases. Mi intención no era encender aún más el fuego, simplemente guardar las apariencias frente a nuestras familias.

—En verdad lo lamentamos mucho, Carven. —Su padre siguió prolongando la disculpa, esta vez dirigiéndose exclusivamente a mí—. Sabemos que has tolerado mucho a nuestro hijo y eso también te lo agradecemos. No cualquiera sabe lidiar con personas como Matthew.

Junté las cejas para comprender qué quería decirme. Sobre todo, qué significaba la última oración. Las palabras del Señor Belmont sonaron tanto extrañas, como intrigantes a mis oídos. Matthew era —al menos para él— una persona diferente y complicada, alguien que podría crear problemas.

Giré un poco la cabeza para ver a Matt y pedirle una explicación, pero en cuanto se percató que lo buscaba, salió en silencio de la sala. Su madre fue tras él, aunque no consiguió traerlo de regreso.

—¿Él está bien? —Me atreví a preguntar.

Todos miramos hacia la puerta por donde dos de los Belmont desaparecieron. El hombre, con las facciones un poco tensas, suspiró de vuelta a nosotros.

—Nos tenemos que ir. —Sonrió a medias—. Felicidades por la obra, muchacho. Te deseamos una pronta recuperación.

Una persona inteligente —o al menos atenta— sabe que no caerá en el mismo agujero la siguiente vez que pase por aquella calle donde tropezó

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Una persona inteligente —o al menos atenta— sabe que no caerá en el mismo agujero la siguiente vez que pase por aquella calle donde tropezó. Aprender la lección demuestra cuánta madurez posees, cuán cuidadoso eres, qué tan buena memoria tienes.

El final que deseo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora