Capítulo 41

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Para tener una vida más plena, buena y feliz, uno necesita relajarse, dejarse llevar de vez en cuando por la corriente, ignorar un poco los problemas. Todo eso y amarse a sí mismo. Cuatro puntos en los que fallaba y que no tenía ni idea de cómo remediar.

Mi ansiedad estaba empeorando.

Todavía podía salir de mi hogar, estar en sitios concurridos o hablar con personas nuevas. Pero si no me trataba pronto, existía la posibilidad de encerrarme en casa por miedos e inseguridades el resto de mi vida. No podría siquiera valerme por mí mismo.

Mis padres me supieron convencer de forma sutil, quizás porque se dieron cuenta de que no habían tratado adecuadamente la situación. Era más quebradizo que antes, las cosas me afectaban peor y ellos lo supieron en cuanto me vieron frente al cuadro roto, con las manos ensangrentadas.

Volvimos a hablar en privado mientras mi mamá me ponía vendas para ocultar los cortes. Tuve un vago recuerdo de Matthew en el momento en que aprecié la sangre sobre mis palmas y alrededor de los dedos. Una vez más me entristeció pensar en él y nuestra separación.

Mencionaron la universidad; afirmaron que si la ansiedad avanzaba, yo ya no sería capaz de estudiar lo que tanto me apasionaba. Eso también significaba la imposibilidad de volver a pararme sobre un escenario. Mis sueños se truncarían por mi propia culpa.

Tenían razón, por más que odiara admitirlo. Necesitaba ayuda profesional si quería superar lo que me sucedía.

Por la forma en la que me comporté y destruí mis cosas, creí que no iba a poder visitar a Matt una última vez. Sin embargo, me lo permitieron por haber aceptado la rehabilitación entre dientes. Eso sí, su condición fue que ellos me llevarían y me esperarían en la recepción.

No tenía una opción mejor, pero sí la oportunidad que deseaba. Así que partimos casi después de que nuestra charla terminó en un incómodo abrazo familiar, lágrimas y un "te amamos" que no estaba acostumbrado a escuchar.

 Así que partimos casi después de que nuestra charla terminó en un incómodo abrazo familiar, lágrimas y un "te amamos" que no estaba acostumbrado a escuchar

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Mamá y papá se sentaron en el área de espera. Antes de que fuera con la recepcionista para registrarme, dijeron que podía tomarme mi tiempo. Necesitaban que estuviera completamente satisfecho con esta última visita e iniciara la rehabilitación con ganas y voluntad.

Pero yo sentí que el tiempo no iba a ser suficiente. Las emociones negativas estaban revueltas en mis entrañas, lastimando lo que me quedaba de cordura. No quería irme, aunque supiera que lo necesitaba, aunque fuera consciente de que debía arreglar mi ansiedad y dependencia.

Mientras me dirigía a su habitación repasé lo que le diría, justo como la primera vez. Lo que menos deseaba era lastimarlo o decirle directamente que lo abandonaría. ¿Se molestaría y volvería a ponerse en mi contra?

Imaginé decenas de reacciones, oraciones y escenarios. No quería que se enojara, tampoco que se entristeciera. Iba demasiado bien en su recuperación como para que yo volviese a estropear sus avances. Era mi culpa, siempre era mi culpa.

El final que deseo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora