CAPITULO VI (II/II)

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Terminé de leer aquel “contrato” un poco escéptico, nunca había escrito o leído alguno y me parecía interesante, aunque a mi parecer tenia algunas cosas que faltaban por describir

— ¿Y? — Preguntó — ¿Qué te pareció?
— Creo que tiende a excederse en algunas cosas pero por lo general está bien como prototipo y mientras estés conmigo no usaras tacones de más de siete centímetros — le di un sorbo a mi café y la fulminé con los ojos
— De ocho — indicó
— Seis y medio — repuse
— siete y medio — volvió a oponerse
— ¡Seis!— exclamé
— ¿Qué se supone que haces? Debería ser una negociación
— Si, es una negociación y si me sigues peleando te voy a dejar que uses solamente de cinco en tres… dos…
— ¡Está bien! Está bien — replicó aceptando —  de seis entonces
— Y no será todo el tiempo — añadí mientras me rebuscaba en los bolsillos un bolígrafo pero no tenía — solo a veces, tus pies deben estar a quince grados del suelo como máximo y harás ejercicios de “Kegel” también…
— Estas imponiendo — exclamó interrumpiéndome y no respondí me levante hasta mi oficina y regresé con el bolígrafo y mis lentes
— También haremos algo con algunas “Bolas Chinas” — añadí mientras me sentaba y comenzaba a marcar algunos puntos
— ¿Por qué pides todo eso? — inquirió
— ¡Maldita sea Sara! — Vociferé quitándome los lentes para verla — ¡Porque no podrás tener un orgasmo placentero! ¿Ahora sí entiendes? — Mí acotación la dejo con la boca abierta, me volví a colocar los lentes y seguí tachando y escribiendo cosas — Los tacones aparte de maltratar los pies y sumar problemas de columna, también reducen el suelo pélvico haciendo que pierdas tu vida sexual — añadí con naturalidad sin desconcentrarme en lo que hacia
— Nunca te había visto con lentes — agregó con una risa irónica, la vi inquisitivamente
— Tráeme una manzana — No ordenaba sino más bien lo pedía, aunque no sonara así
— ¿Por qué no la agarras tú?
— ¿Quién te mandó a quitar la cesta de la mesa? — asintió y fue por mi manzana arriba del techo de la nevera donde había colocado la cesta
— Ah, y tráeme un cuchillo y un plato pequeño — añadí
— Sí, claro, ¿Algo más? — preguntó sarcástica
— No, nada más — respondí sonriendo. Me dio todo lo que le pedí y comencé a picar la manzana en trozos hasta sacarle el corazón y dejar la pura fruta, bote las semillas en la papelera de la cocina y comencé a comer los trozos. Terminé de escribir sobre aquel documento y me levante, para ese momento ella estaba en la otra punta de la mesa y caminé hasta allá, dejando los papeles para que lo viera — Estas son mis modificaciones — ella empezó a leer y me quedé mirando al panorámico, ella se fue a sentar a donde estaba yo y emprendió la lectura. Duró rato leyendo mis añadiduras y ya comenzaba a desear que terminara rápido
— ¿Por qué tantas anotaciones? Y solo para actualizarlo — preguntó confusa
— Escribí lo que creía que faltaba
— Esto es solo una base para que las partes acuerden lo que quieren, esto se puede editar
— Nunca lo necesité, si hay algo que no te guste solo tienes que decirlo, recuerda que es un juego
— Si, pero… — me senté en una silla de los costado de la mesa, ya me había terminado los trozos de manzana excepto uno que tenía en mis dedos y que no lograba terminar de comer gracias a Sara — hay una regla y es que todos los integrantes de la hacienda de “El Gran Khan” deben tener su contrato, este lo es de ahí, el dueño de la hacienda creo el contrato con todos sus integrantes actuales
— Espera, me perdí — mencioné sacudiendo la cabeza — ¿Hay más desquiciados como tú? — me estaba divirtiendo — está bien, a mí me parece bien todo lo que está ahí, por cierto ¿Quién es el gran Khan?
— Fue el primer dueño de la hacienda hace quizás uno o dos siglos atrás, le colocaron como el conquistador por lo despiadado que era con sus sumisas y cuando fue pasando de familia en familia la bautizaron así, algún día iremos — me gustaba la idea
— Si, ya quiero conocer a tus compañeros de clase — añadí
— Bueno, ¿qué me dices del documento?
— Me gustan los agregados de lema, símbolos,  los límites menos el que no tiene jurisdicción y los bondage — pensé en otros pero no me recordaba de los demás
— ¿Sabes algo? — soltó de pronto sumergiéndome en la curiosidad
— ¿Que? — indague
— No tienes perdón de dios — soltó haciéndome reír casi a carcajadas
— ¿Y para que lo quiero? Si ya sé que no voy al paraíso — no dijo nada y siguió leyendo — No se doblega la voluntad, — expresé obteniendo su atención — se quebranta, voy a quebrantar tu voluntad — terminé diciendo con un tono despiadado
— Y ¿cómo? — preguntó expectante
— Gracias a que no sabía es que sé, mejor dicho, yo antes sabía pero con el tiempo y mi vida se me olvidó, igual tú y yo somos una historia sin final feliz — se me quedó viendo con un aire de decepción
— Hablaba de como… — la interrumpí
— Si, eso — miré a otro lado como pensando — me levantaré de aquí y te tomaré por la fuerza, luego te amordazaré para que no puedas gritar, te amarraré para que no puedas moverte y taparé tus ojos, luego…
— ¿Aquí? — Preguntó señalando con la mano sacándome de mi narratofilia
— Si, sobre esta mesa te amarraré y como a un plato afrodisiaco te comeré lentamente, pasaré mis labios por tu piel, cada centímetro será mío, te despojaré de cualquier prenda que lleves y entonces después de recorrerte llegaré hasta tu clítoris y me quedaré con él, lo chuparé y mordisquearé a mi antojo sin importarme las rosetas de los cables — estaba por pensar que ella sufría de esa parafilia pero en sentido contrario, no disfrutaba contando historias sino escuchándolas. Me recline sobre la silla y al fin pude comerme el pedazo de manzana verde pero en ese momento ella se apoyó de la silla y tiró los papeles al suelo subiéndose a la mesa quedando apoyada de sus rodillas y manos para luego darse la vuelta y quedar acostada y en una sincronización yo me levanté para tomarla de las manos y arrastrarla por la mesa hasta la otra punta dejando sus manos en mi cintura mientras me incliné a besarla estando los dos al revés, pero aun así aquel beso no dejaba de ser tan prohibido como la muerte, y aun así las personas morían, degusté sus labios y entonces sentí la presión disminuir, abrí los ojos mirando a la puerta. Ahí estaban Matthew, Erick y Andrea entrando a mi casa. Ella se levantó rápidamente quedando detrás de la mesa y se jalo la camisa para que no se notara que no traía ropa interior.

— ¡Will! — exclamó Andrea como para romper el silencio en que nos habíamos adentrado todos
— No, ya no te quiero, y nada de feliz año, me dejaron solo
— ¿Solo? — aquella voz era indiscutible, Erick soltó inclinándose un poco como para ser observado ya que estaba detrás de Matthew
— Señor, — Asintió y le correspondí igual
— ¿Qué hicieron? Miren les presento a Sara — Sara estaba sumergida en un castigo interno al saber que ellos la habían visto casi desnuda, se puso detrás de la mesa para no ser vista de los muslo para abajo. Los chicos se presentaron incluso Andrea ya que ellas habían hablado por teléfono pero no se conocían
— Abarrote la mesa de comida y ustedes no llegaron, ¡Malditos todos! — vociferé burlándome
— ¡Hey! — Replicó
— Menos tu Erick, ya todos sabemos que lo eres y no necesitas a nadie que te recuerde lo maldito que eres — Nos reímos de algunas otras bromas incluso vi una sonrisa en Sara, sin que fuera provocativa o tentadora, solo era una sonrisa sincera, a menos que fuera su sonrisa falsa como el de todas las mujeres. Para la noche llegó Kim con Milenka y cenamos todos juntos como en familia.

SEXO  (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora