CAPITULO XXII

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– Someterse no es precisamente ser temeroso, someterse requiere y demuestra ser todo lo contrario, demostrar sumisión e incluso llegar a la esclavitud por propia decisión es un acto de valentía, el mando no lo tiene el amo, lo tiene la sumisa, el amo controla el látigo, la sumisa la decisión de su dominante de usarlo contra ella – James caminaba de un lado al otro y conversaba con nosotros, en algún momento se detuvo frente a la pequeña chimenea de su oficina y dio algunas caladas a su pipa, luego continuaba hablando con nosotros – Saber de qué están hechos, esa era la prueba para ambos y es la que ha sido para todos desde el inicio de esta casa a mediados del siglo XVII, no importaba si hubieran seguido o se hubieran rehusado, aun así ya eran parte de esta familia, muchacho, tu demostraste estar hecho para esto y tu Aneuskha, sabes que hace algún tiempo te envié con personal de mi confianza porque estabas estridente y nos retabas a todos como diera lugar, pero ahora estoy satisfecho de que hayas vuelto, independientemente de las causas que te llevaron a convertirte en aquella mujer hoy lo dejas ir, hoy renaces para ser tú y nada más que tu

– Es un gusto estar de nuevo aquí con todos

– Estoy seguro de que el gusto es todo nuestro – se inclinó un poco hacia ella y le regalo una sonrisa ladeada llena de cariño, como quien mira a una hija, luego se alejó – los espero para el fin de año y recuerden siempre que: "sin sumisas hostiles no hay amos despiadados" adiós y que tengan buen viaje de regreso al mundo real – es imposible no sonreír con ese comentario final

– Hasta luego Sha – se comenzaban a despedir de James, todos se acercaban si eran hombre le daban la mano y si eran mujeres le daban uno o dos besos en las mejillas junto a un abrazo, yo me quedé último, me levanté del puesto y me despedí, todos nos habíamos reunido aquí luego de recoger todo por lo que el sitio estaba lleno de maletas que se fueron desapareciendo a medida que iban saliendo de la habitación, al ser el último estuve por cerrar la puerta pero él me detuvo

– Will

– ¿Si, James?

– Cuídate

– lo haré, pero quien decide si estaré bien o no es el destino

– Por supuesto, aun así, intenta no hacer molestar al destino

– Claro

– Te queda mucho por delante, ya hablaremos en las navidades

– Eso espero

– Hasta entonces, Will

– Hasta entonces, Sha

***

Cerré la puerta detrás de mí y salí al encuentro con el resto, nos despedimos para luego cada quien irse por su lado, abordé la carretera sumergido en mis pensamientos junto a una que otra conversación esporádica con Sara y en menos de lo que creí ya apagaba el motor dentro del estacionamiento, bajamos con las maletas y subimos hasta nuestro piso para descansar del viaje.

Por la mañana desperté como de costumbre, molesté a Sara hasta quitarle el sueño y luego salí del cuarto para ducharme, hice café y tomé dos tazas de las gavetas aéreas sobre la pared, las puse sobre la mesa del comedor y las llené, Sara me alcanzó para acompañarme a tomar el café mientras el sol nacía, aun no salía del asombro de mi petición y le tenía una sorpresa, para cuando me terminé el café tocaron a la puerta y me acerqué para abrir, luego de guiñarle el ojo y de tomar mis cosas de la mesa, como las llaves, el teléfono y mi cartera

– ¿Que? ¿Qué fue eso? – cuestionó intrigada siguiéndome con la vista hasta la puerta

– No seas curiosa

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