II.

11.2K 546 9
                                    

Amy y yo no estábamos en la misma clase de Ética. 

Y aquella noticia fue como un puñetazo en pleno pulmón derecho. O izquierdo.

—Escucha Brooke —me miró ella preocupada—. Todo va a estar bien. Solo es una hora sin mí, podrás soportarlo. Vas a estar bien.

Asentí y dejé que se fuera hacia su aula, mientras yo me metía en la mía. El profesor aún no había llegado y la clase se llenaba poco a poco. No quería mirar la cara de ninguno de mis compañeros, así que me dirigí a la última fila de la ventana y me puse a contemplar el aburrido panorama.

—¡Buenos días, clase! —saludó alegremente el profesor de Ética entrando en la clase.

No tenía ni la menor idea de por qué los profesores tenían tan buen ánimo el primer día de instituto.

—Por ser el primer día, no vamos a empezar con el temario. Pero quiero advertir algo: no os voy a consentir que vengáis a mi clase para no hacer nada, ¿está claro? Este curso no.

Se oyó un leve murmullo de la gente afirmando.

—Profesor, con todo mi respeto, su clase la uso yo para dormir a primera hora —gritó un chico desde la segunda fila mientras él y su grupito de chupa-culos se reían.

—Johnson, no pienso aguantar un año más tus tonterías. Te aviso ya —advirtió el profesor Smith con la mandíbula apretada.

Se oyó una carcajada y a continuación sonó el timbre.

Como siempre, fui la última en salir, pero me gustaba serlo. 

Ese tal Johnson estaba hablando con el profesor y terminaron su conversación justo cuando yo pasaba por allí, así que el chico se chocó conmigo al darse la vuelta para salir de la clase.

—Mira por donde vas, niñata —gruñó esquivándome.

Me quedé quieta en el sitio. Perpleja. Mirando como se alejaba riendo.

—Brooke Wells, ¿verdad? No te preocupes. En realidad no es tan mal chico —oí la voz de mi profesor detrás de mí.

Asentí mientras seguía contemplando la puerta por la que él había salido.

—Estoy segura de que tiene usted razón —susurré tan bajo que dudo que él me escuchara.

Y, a continuación, salí por la puerta en dirección al aula de Historia. Allí me encontraría con Amy. Por suerte, la única clase que no compartíamos era Ética.

La encontré hablando con otra chica y, en cuanto me vio, agitó su mano invitándome a que me acercara a ellas.

—Brook, luego me contarás cómo ha ido —me miró significativamente—. Te quería presentar a alguien. Esta es Ann. Ann, esta es Brooke.

Sonreí y me acerqué a ella para darle dos besos. Para mi sorpresa, Ann me dio un abrazo.

—Encantada, Brooke. Espero que podamos ser buenas amigas.

Asentí y me senté con ellas justo cuando el profesor entraba por la puerta.

                                                                                                    ***

Unas horas y asignaturas después, cuando sonó el timbre que indicaba el final de las clases por aquel día, suspiré de alivio.

—Vamos, Brook. Vamos a comer a mi casa, llama a tu madre —me dijo una animada Amy mientras salíamos del instituto.

Cogí el móvil del bolsillo de mis vaqueros; no se le podía llevar la contraria.

Mi madre me dejó quedarme a comer en casa de mi mejor amiga en cuanto le dije que había conocido a Ann, una nueva chica muy simpática que vendría a comer con nosotras.

Aquella tarde, después de comer, pasamos horas viendo películas, hablando de famosos y marujeando sobre los chicos del instituto.

—¿Sabéis quien es un tal Johnson? Nunca he oído de él —pregunté.

Ann y Amy se miraron. Vi que Ann sabía, por su cara, a quién me refería.

—Supongo que te refieres a Adam Johnson —contestó poniendo una cara muy extraña—. No puede ser que no sepas quién es, es muy popular. Pero no le aconsejo a ninguna chica que se acerque a él...

  —¿Por qué?

 —Pues... porque todas acaban con el corazón roto —respondió dudosa—, no es bueno.

 —Pero a ti te gusta —dijo Amy muy segura de lo que decía.

 —¡Por supuesto que no! —gritó Ann con una risita nerviosa—, ¿cómo se te ocurre?  

Las tres reímos, y me quedé un rato meditando sobre aquel chico y lo que me dijo el profesor.

—Bueno, debería irme —dije cuando observé por la ventana que el cielo había oscurecido—. Es tarde.

—Sí, yo también —asintió Ann.

Ambas nos despedimos de Amy y agradecimos a su madre por la comida.

—Me lo he pasado muy bien —susurró Ann mientras caminábamos.

Habíamos decidido ir juntas al descubrir que vivíamos prácticamente al lado y que solo nos separaban tres o cuatro casas.

—Sí, yo también —asentí de acuerdo.

Hablamos durante todo el camino hasta que llegamos a nuestra calle. Nos despedimos con un abrazo y eché a andar hacia mi puerta, deseando no encontrarme de nuevo con mi pesadilla.


Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Where stories live. Discover now