XVI.

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El día siguiente amaneció nevando. Me levanté despacio con cuidado de no despertar a Adam y me acerqué ilusionada a la ventana. Las calles estaban cubiertas por un manto blanco y los pequeños copos de nieve caían lentamente meciéndose en el aire y aterrizando en el suelo. No recordaba la ultima vez que había contemplado la nieve.

Sonriendo recordé las Navidades de nevadas, los muñecos de nieve y la sensación de frío en las manos, casi quemando pero tan feliz que no dolía. Notaba mis ojos aguarse así que moví la cabeza intentando quitarme de encima la sensación de nostalgia y corrí hacia la calidez de la cama.

—Adam, ¡está nevando! Vamos, levanta—dije mientras reía y me tiraba encima de su cuerpo musculoso... pero no demasiado, justamente como a mi me gusta.

Vi su sonrisa aún con los ojos cerrados y me acercó a él para darme un suave beso en los labios.

Sonreí más si cabía la posibilidad.

—Esto si son buenos días —murmuró abriendo los ojos lentamente.

Le miré tierna y reí.

—Pareces un osito cuando despiertas.

Adam se empezó a reír mientras quitaba las sábanas y se sentaba.

—Qué boba eres... —susurró.

Sonreí y agarré su mano para conducirle hacia la ventana. La nieve alegraba a todo el mundo y la navidad estaba a punto de llegar. No sé si lo mejor era eso o que tendríamos unos días de vacaciones. Unos días que necesitaba sobremanera.

—Es precioso—dijo rodeándome con su brazo y dando un beso en mi cabeza—. Vamos a algún sitio hoy.

Le miré extrañada. No creía que fuéramos a hacer ningún plan.

—¿A dónde?

Se encogio de hombros mientras sonreía y me miró.

—Da igual. A cualquier sitio. Cualquier sitio es bueno.

Al principio pensé que no era buena idea. Pero qué demonios, sonreí y asentí ilusionada.

Adam se fue a su casa después de haber quedado que vendría a por mí en una hora, y yo bajé a desayunar.

—Buenos días, cielo. ¿Has visto que ha nevado? —me saludó mi madre ilusionada.

Sonreí, parecía que ese día estaba lleno de sonrisas y expresiones de alegría e ilusión. Y me encantaba.

Me senté con ella a desayunar pensando cómo decirle que iba a salir durante todo el día. Sabía que no se iba a enfadar, nunca lo hacía, pero pensé que quizá se sentía mal si se quedaba sola.

—Mamá... —empecé.

—Hija, he quedado con una amiga. Iremos a un pueblo cercano, y estaremos allí todo el día. No sé a qué hora volveré...  —dijo rápidamente. Parecía que no quería dejarme sola.

Suspiré aliviada. Supongo que ya no tendría que inventar nada. Odiaba mentir a mi madre.

—Ve y diviertete, mamá.

—¿De verdad no te importa? —preguntó dudosa.

Negué con la cabeza y ella me dio un apretón en la mano en señal de agradecimiento.

Quizás mi madre y yo no éramos tan distintas al fin y al cabo. Quién sabe, a lo mejor no había quedado con ninguna amiga, a lo mejor había quedado con algún hombre. No lo supe hasta semanas después.

Por suerte se fue diez minutos antes de la hora quedada con Adam.

Me puse unos pitillos claros, un jersey ancho de color beige y unos zapatos marrones muy cómodos. Encontré un gorrito blanco de lana guardado y me lo puse.

—All of me loves all of you... —cantaba mientras iba de un lado a otro de mi habitación alegre y danzante.

Me acerqué al espejo y observe el resultado de un poco de rimel y buena apariencia, y me sentí un poco más guapa y más segura. Justamente como hacía mucho tiempo que no me sentía, cuando el maquillaje no servía para darme seguridad, sino para tapas marcas que no quería que fueran visibles.

Minutos después apareció Adam por la ventana, como siempre.

La abrí con cuidado y le dejé pasar.

—Te voy a llamar Spider Man a partir de ahora —dije divertida mientras se sacudía un poco de nieve del abrigo.

—Qué graciosa —contestó irónico mientras sonreía—. Estás preciosa.

Me dio un beso en la nariz mientras yo sonreía agradecida.

—¿Sabes que es lo más gracioso? Que has entrado por la ventana y mi madre no está. Podrías haber entrado por la puerta como la gente civilizada.

Intenté aguantar la risa al ver su cara pero no pude y estallé en carcajadas.

—Qué novia más buena tengo. Existen los mensajes, ¿sabes? —contestó luchando por no reír.

Negué con la cabeza divertida y me dirigí hacia abajo delante de Adam.

—No sabía que era tu novia —susurré de espaldas a él, mientras cogía mi abrigo.

Me había dejado un poco trastocada esa palabra saliendo de sus labios.

—Creo que ayer dejé bastante claro lo que sentía por ti y lo que quería que fueras —dijo mientras se acercaba a mi y acto seguido apoyaba su barbilla en mi hombro y me rodeaba la cintura con los brazos.

Sonreí, y supongo que él me vio porque también lo hizo.

—Creo que tendrás que trabajarte más esa petición, señorito Johnson.

Me puse el abrigo bajo su atenta mirada y me dirigí a la puerta.

—Eres cruel, Wells —dijo sonriendo mientras negaba con la cabeza.

Le saqué la lengua y salimos de casa.

Enseguida vi a su gran amor aparcada en la acera, llena de nieve.

—Dime una cosa, ¿tu gran amor tiene nombre? —pregunté apuntando la moto con la cabeza— Seguramente tenga nombre de perro. Como Daisy o Mossy.

—¿Mi gran amor? Se llama Brooke Wells, pero si lo preguntas por mi moto no, no tiene nombre— contestó.

Giré mi cara hacia él sorprendida por aquella respuesta y vi que él me miraba de igual forma. Ni yo estaba acostumbrada a oír cosas como aquellas ni él estaba acostumbrado a decirlas.

Me acerqué a él y rodeé su cuello con mis brazos mirándole fijamente.

—Me estás ganando —susurré antes de unir sus labios con los míos.

Fue incluso más intenso que ayer y sentí volar. Sentí volar tan alto que incluso noté el miedo rozándome las alas que sentía que tenía.

Debajo de toda aquella alegría, de toda aquella felicidad se encontraba escondido en un rincón el miedo. Crudo, frío y cercano.

Miedo a que todo aquello fuera un sueño, a que se terminara... A que fuera mentira.

Pero no me importó demasiado aquella vez.

No me importaba nada más que sentir la sensación tan extraña e increíble que sentía. Tan distinta a lo que solía sentir...

De verdad, Adam Johnson me ganó.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Where stories live. Discover now