XXII.

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El día siguiente fue un desastre. Un desastre en toda la extensión de la palabra.

Me levanté y me asusté al ver mi cara en el espejo. Grandes manchas oscuras bajo mis ojos, los cuales estaban rojos y escocían sobremanera.

Ni siquiera me molesté en intentar disimularlo.

Al bajar a desayunar, mi madre se preocupó de mi aspecto al punto de pedirme que me quedara en casa y descansara, pues "no me vendría mal tomarme un respiro".

"No mamá. Puedo con esto y puedo con todo".

Podía.

Aunque ese día no estaba tan segura.

Amy y Ann se preocuparon de la misma forma que mi madre, al verme llegar arrastrando los pies por la acera, aunque Ann no estuvo demasiado tiempo con nosotras ese día.

—Eh, eh, Brook. Mirame —me pidió Amy la primera vez que me vio en aquel estado.

Y eso hice. Mis ojos dolían de llorar y la luz del sol me molestaba al abrirlos.

Y tanto que sí.

Pero no iba a dejar ir aquello mucho más allá de un par de lágrimas.

—Luego te lo contaré —susurré para tranquilizarla mientras un amago de sonrisa se asomaba a mis labios.

La peor parte fue cuando debía mirar a Adam y esperar a que se despidiera de sus amigos para caminar hasta mí. Luego tendría que darme un beso, pasar su brazo alrededor de mis hombros y caminar juntos hasta clase. Como todos los putos días.

Ese día no, absolutamente no.

Giré mi mirada hacia el grupito en el que se encontraba Adam, riendo y hablando animadamente con la otra panda de gilipollas.

Gilipollas, gilipollas, gilipollas.

Dejé caer mi pelo para ocultar mi cara y seguí andando con las chicas hasta las taquillas.

—Me voy. Tengo que hablar con el profesor de Química para entregarle el trabajo. Hasta luego —se despidió rápidamente Ann mientras echaba a correr por el pasillo.

La vi desaparecer en la esquina y luego dejé caer mi mirada hacia el suelo mientras sentía que mis lagrimas volvían a mis ojos.

Sabía que Amy estaba mirándome.

Esperando.

—Ayer me llegó un mensaje... —comencé.

Le conté todo lo más rápido y resumido que pude, ante su atenta y furiosa mirada, y mientras yo intentaba fuertemente aguantar los jadeos que querian salir de mi garganta.

—¿Estás segura de que es verdad? No puedes culpar a alguien sin pruebas —me dijo dudosa.

—¿Por qué alguien querría mentir de esa forma? 

Se quedó pensativa. Su cara se fue tornando pálida hasta terminar con los ojos abiertos y la boca caída hasta el suelo.

—¿Qué pasa, Amy?—pregunté preocupada.

Preocupada, miré cada gesto, cada pequeño movimiento, pero no hacía nada.

Respiró, cerró los ojos y habló.

—¿Ayer Ann te envío un mensaje?

La miré confundida.

—No...—contesté sin saber a donde quería llegar—. ¿Por qué?

Abrió los ojos y me miró preocupada mientras empezaba a explicarme.

—Estuvimos ayer por la noche juntas para terminar el trabajo de química que Ann ha ido a entregar ahora. Cuando terminamos, cogió un móvil y escribió un mensaje para alguien... No sé para quién era ni lo que ponía, pero no era el móvil que lleva siempre encima. Cuando le pregunté, lo escondió rápidamente y no me quiso contar nada. 

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Where stories live. Discover now